Es rara la situación, en la época en que seguíamos la programación de Jorge Lanata a fines de los ´90 y comienzos del 2000 éramos un número importante, pero no tantos. Dicen las medidoras especializadas que Jorge alcanza un envidiable rating los domingos, que llega a superar los 30 puntos. Una barbaridad, parecido a Susana o Tinelli en sus años dorados. Una genuina lanatamania.
Felicitaciones a
Lanata, quien intuyó que era conveniente abandonar un discurso progresista que
le otorgaba un escaso rating y remplazarlo por una retorica cargada de comicidad, un tanto ecléctica y
farandulezca que encarna en
investigaciones bovedísticas . ¡Qué Maestro!. Dicho sin ningún espíritu irónico.
¡¡Un Maestro!!
No alcanzaba, en sus años progres, semejante caudal en la opinión pública. Era aquel
gordo ogro del menemismo. El gordo encarnizado con Domingo Cavallo de la
timorata gestión de la Alianza. El afín compañero de piqueteros y desocupados, de sus luchas y desprolijidades. El del 2001.
El denunciante estelar y precoz de Papel
prensa de Clarín y la dictadura. El pedagógico
que nos mostraba en forma radiográfica el mapa mediático concentrado en el
país. Es raro, como dice él, pero siente
algo de nostalgia por ese Lanata.
Sus adventicios seguidores explican que la marea de televidentes, la nueva clientela en vigilia ansiosa del domingo 11pm, se debe la escandalosa corrupción que reina en
la monarquía cristinista. Que el gordo adquiere masividad porque la ciudadanía,
“el pueblo quiere saber” sobre los niveles grotescos de
robo e impunidad que impregnan y atraviesan
la totalidad de la urdimbre gubernamental y que
chorrean por sus poros.
No alcanzaba esas multitudes de audiencia durante el menemato, cuya experiencia pública -y no es ningún descubrimiento- no se caracterizó precisamente por la austeridad y honestidad. No alcanzaba multitudes de audiencia con de la Rua, cuya gestión calamitosa manchó de sangre las calles de Plaza de Mayo. ¿Más corrupción que esa?
Parece que tener a disposición a la hegemonía clarinezca le garantiza a Jorge resonancia cotidiana y rimbombante. Fama
diaria a piacere. Tener a disposición todo el arsenal mediático concentrado y
sus usinas, le otorga dimensiones de audiencia impensables hace escasos
años. Sin dudas esta sea una de las
claves del éxito sobredimensionado que no lograba otrora. No es lo mismo jugar
por fuera del grupo que jugar desde dentro y a favor.
Clarín sigue siendo hegemónico, establece el denominado
sentido común en amplias porciones de la población. Es decir, inculca los
valores, las normas y las categorías de percepción de la realidad en la
sociedad. Clarín es el medio a partir del cual las clases dominantes logran el
consenso activo de sectores subalternos. La dominación blanda a partir de la
cual sectores subalternos, en nuestro
caso un conglomerado amorfo y social heterogéneo, asumen como propios los
valores de sus patrones. Sin embargo
desde la llegada del kirchnerismo o más precisamente desde la discusión de la
ley de medios, el periodismo que se
ejerce desde los medios hegemónicos se ha debilitado o se ha resquebrajado en
cuanto a la credibilidad absoluta o el aura angelical que los protegía. Por lo
que cabe hipotetizar que quienes, aún consientes de esta credibilidad periodística
menguada , acuden igualmente,
voluntariamente a beber de sus turbias aguas informativas no constituyen
masas -marionetas heterónomas, contingentes de inocentes conducidas en neblinas desinformadoras,
sino que algún grado de autonomía, aunque sea parcial hay en esas multitudes.
Es decir, aún sabiendo de las complicidades dictatoriales del pasado y negociados del presente en democracia, igual acuden al circo mediático en donde se
reproducen discursos hipócritas y seudomoralistas.
El kirchnerismo -sopena
de algún presunto hecho de corrupción, al que no han sido ajenos otros
gobiernos- implica en una de sus aristas medulares una experiencia
contracultural, obvio, dentro de los límites del capitalismo dependiente periférico,
pero una novedad contracultural al fin; dotado de un significativo volumen ideológico que
lo ubica en los primeros puestos del podio en relación a otros gobiernos democráticos
frente al neoliberalismo, y con mayor
razón si contextualizamos que las tradiciones de izquierda o nacionales y populares
venían en bancarrota el último tercio
del siglo anterior.
Dicho esto
entonces, cabría conjeturar, aventurar que la masividad de dimensiones
rimbombantes del lanatismo o la novedosa
lanatamanía encuentre causas válidas en cierta repugnancia ideológica por un
kirchnerismo percibido como una combinación, un coctel intolerable, indigerible
de valores “zurdos” y una estética peroncha
del “mal gusto”, además de la hegemonía mediática recién descripta o en las aparentes ilegalidades de la gestión
k.
Es decir, que la lanatamanía en el actual proceso transformador se explica parcialmente en que Jorge ahora cuenta a disposición con el
más importante arsenal mediático que constituye un factor fundamental al
momento de propagar sentimientos oscuros y degradantes hacia la figura
presidencial. Sobre esto no hay dudas,
pero también el carácter ideológico
relativamente definido del kirchnerismo , dotado de una identidad populista de izquierda, es una causa significativa que provoca repulsión en las adventicias masas. Esas
que adoran, idolatran y rinden culto al dios Lanata configurando, cada
fin de semana y en los días subsiguientes, una verdadera lanatamanía.