He visto, leído y escuchado en las redes
sociales y también en los amigos del vecindario y de la calle la indignación
que ha causado el incremento de las dietas de los legisladores y razón no les
falta. Sin embargo me parece que en este repudio se mezclan o se confunden dos
planos que habría -como sociedad atenta, crítica y democrática- distinguir. Una
es la dimensión ética y la otra es la dimensión distributiva. Si analizamos el
aumento de las dietas desde la primera –desde la ética- nos parece ´mal´ o poco
razonable el aumento, sobre todo por el porcentaje (100%), cuando en los otros
rubros de la economía, en pos de lograr conservar cierta gobernabilidad, se
solicita que los incrementos no sobrepasen el 25%, sin comparar con aquellos
que aun no tienen un salario en el mercado formal. Por otra parte los
legisladores beneficiados argumentan que sus ingresos estaban atrasados sobre
todo en comparación con empleados de planta permanente del congreso o con funcionarios
del mismo ejecutivo. Creo personalmente que habría que dar una discusión
pública cuanto deberían ser los ingresos del funcionariado en general. Están
los que piensan que un político no debe ganar más, por tomar un ejemplo, que un
docente, pero también los que argumentan que los funcionarios deben estar
calificados y tener buenos ingresos sino se corre el peligro de que los
´mejores´ huyan al sector privado.
En cuanto a la cuestión distributiva se ha
naturalizado en vastos sectores de nuestra sociedad que nuestros salarios y
jubilaciones son bajos debido a o a causa de los altos ingresos que cobran la
denominada clase política, por ende desde esta perspectiva si se recortara el
gasto público del funcionariado –gobernadores, intendentes, diputados,
concejales- alcanzaría para mejorar los ingresos del resto de los asalariados
público y hasta privados. Esto es claramente falso, basta revisar en el PBI
anual de nuestro país, y diría de cualquier país, para comprobar que el
porcentaje es nimio como para intentar alguna estrategia distributiva en este
sentido perdurable en el tiempo. En esta perspectiva está implícito el mensaje
neoliberal de la anti-política la cual señala que si barremos con todo gasto
publico el mercado resuelve de modo automático nuestras carencias materiales.
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