Es cierto como dicen algunos manifestantes de ayer
que en el 18A no había sólo clases altas o burguesía repudiando al gobierno
por la falta de dólares. Había también clases medias y sectores populares.
“Gente Comun” como se dice. Esto se ve
también claramente reflejado en las redes sociales.
Sin embargo, mientras la burguesía defiende genuinamente sus valores
e ideas de derecha-liberal acorde a sus
intereses de clase dominante repudiando
lo que consideran un gobierno “zurdo” que intercede en sus acciones
individuales, la Gente Común asume los valores
conservadores de estos como si fueran propios, sin reparar que de alcanzar la derecha el gobierno los va perjudicar sin
contemplación. Claramente la alta burguesía y los medios hegemónicos usan, en
este tipo de manifestaciones, a la Gente Común o asalariados para defender sus
privilegios, siendo paradójicamente a los
primeros que van a excluir con sus políticas económicas si llegan al gobierno.
No es menos verídico que la Gente Común golpea
sus cacerolas centrando sus demandas en problemas concretos que afectan su
cotidianeidad como la inflación y la
inseguridad, que el gobierno nacional no
ha sabido o no ha podido solucionar, pero carecen de proyectos institucionales o programáticos
autónomos.
A la Gente
Común la constituyen multitudes des-ideologizadas impugnadoras de la política,
de la misma naturaleza del que se “vayan todos”. Pero no advierten que si se “van
todos” desaparece la política. Y si la
política muere queda sólo el mercado. Y en el mercado, ahí sí, definitivamente
ganan los poderosos.
Si se acepta, aunque sea a regañadientes este último
argumento, entonces la Gente Común se centra de modo exclusivo en despotricar
contra el gobierno porque no posee soluciones inmediatas “ya” a sus problemas cotidianos. Argumentan
que ellos son simples ciudadanos que la “pelean” en sus trabajos y que es a la
gestión pública de modo exclusivo al que le corresponde actuar, pero deberían
tomar conciencia que una democracia también, además de los sectores dirigentes,
se constituye con ciudadanos reflexivos, informados capaces de articular propuestas
alternativas para intentar dar soluciones a sus preocupaciones. No sirve, no vale sólo
criticar.
Por comparar, es como si en los ‘90 o fines de esa década
aquellos que simpatizaban con las tradiciones progresistas o de izquierda se hubiera
limitado a rechazar los gobiernos neoliberales vigentes en sus manifestaciones
sin reparar o imaginar un proyecto transformador alternativo. Ese proyecto
estaba en las consignas y en las proclamas de movimientos sociales y
actores críticos al neoliberalismo. Y esas
banderas en buena medida fueron
rescatadas y concretadas, es cierto no sin contradicciones u opacidades, por el
actual gobierno.
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