lunes, 13 de mayo de 2013

El 18A Y LA GENTE COMÚN


Es cierto como dicen algunos manifestantes de ayer que en el 18A no había sólo clases altas o burguesía repudiando al gobierno por la falta de dólares. Había también clases medias y sectores populares. “Gente Comun” como se dice.  Esto se ve también claramente reflejado en las redes sociales.
Sin embargo, mientras  la burguesía defiende genuinamente sus valores e ideas de derecha-liberal  acorde a sus intereses de clase dominante  repudiando lo que consideran un gobierno “zurdo” que intercede en sus acciones individuales,  la Gente Común asume los valores conservadores de estos como si fueran  propios, sin reparar que  de alcanzar la derecha  el gobierno los va perjudicar sin contemplación. Claramente la alta burguesía y los medios hegemónicos usan, en este tipo de manifestaciones, a la Gente Común o asalariados para defender sus privilegios, siendo paradójicamente a  los primeros que van a excluir con sus políticas económicas si llegan al gobierno.

No es menos verídico que la Gente Común   golpea sus cacerolas centrando sus demandas en problemas concretos que afectan su cotidianeidad  como la inflación y la inseguridad,  que el gobierno nacional no ha sabido o no ha podido solucionar, pero carecen de   proyectos institucionales o programáticos autónomos.
A la Gente Común la constituyen multitudes  des-ideologizadas impugnadoras de la política, de la misma naturaleza del que se “vayan todos”. Pero no advierten que si se “van todos”  desaparece la política. Y si la política muere queda sólo el mercado. Y en el mercado, ahí sí, definitivamente ganan  los poderosos.

Si se acepta, aunque sea a regañadientes este último argumento, entonces la Gente Común se centra de modo exclusivo en despotricar contra el gobierno porque no posee  soluciones inmediatas  “ya” a sus problemas cotidianos. Argumentan que ellos son simples ciudadanos que la “pelean” en sus trabajos y que es a la gestión pública de modo exclusivo al que le corresponde actuar, pero deberían tomar conciencia que una democracia también, además de los sectores dirigentes,  se constituye con ciudadanos  reflexivos, informados capaces de articular propuestas alternativas para intentar dar soluciones a  sus preocupaciones. No sirve, no vale sólo criticar.
Por comparar, es como si en los ‘90 o fines de esa década aquellos que simpatizaban con las tradiciones progresistas o de izquierda se hubiera limitado a rechazar los gobiernos neoliberales vigentes en sus manifestaciones sin reparar o imaginar un proyecto transformador alternativo. Ese proyecto estaba en las consignas y en las proclamas de movimientos sociales y actores  críticos al neoliberalismo. Y esas banderas  en buena medida fueron rescatadas y concretadas, es cierto no sin contradicciones u opacidades, por el actual gobierno.  

     

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