Si nos guiamos por
el mundo mediático vernáculo, Videla fue: 1) un ser abominable, irracional, “desaparecedor” y
torturador de personas y 2) por suerte Videla fue juzgado y murió en prisión.
1-No se discute ésta caracterización de Rafael Videla
( y sus “compañeritos”), pero su figura, definida en estos términos de modo exclusivo, carece de
todo anclaje social. Un Videla des-historizado, desencarnado de toda relación o causalidad
social, política y económica. Videla es presentado entonces en el imaginario
social como un ser despreciable, un verdadero “hombre de la bolsa” por la
desaparición de niños y personas pero de este modo se esfuman y se camuflan los
intereses de las clases dominantes a las
que respondía y la complicidad de los
grupos mediáticos que lo protegían en los 70 y, que en una actitud gatopardista lo desprecian
en la actualidad.
La experiencia castrense de Videla no operó en
soledad, “desde el aire”, en modo “neutral”, “sin discriminaciones” sobre los
actores sociales y económicos, sino que contó como sostén con la amalgama de
sectores dominantes del capitalismo argentino a los que sirvió. Así la
desaparición y tortura de disidentes no se explica como mera esquizofrenia de
un grupo de irracionales castrenses que llegan a las alturas del gobierno, sino
como un plan sistemático perfectamente racional y elaborado de matanzas y
desaparición de sectores subalternos para limpiar el terreno que posibilitara
relanzar la acumulación económica capitalista de tinte financiero.
Si Videla hizo el trabajo sucio de las clases
poseedoras, Martinez de Hoz, el ministro de economía del régimen, aplicaba las
recetas “aperturistas” para liquidar el mercado interno donde se sostenían las
fuerzas populares. En este escenario los grupos mediáticos y los poderes eclesiásticos
se configuraban en los portavoces embaucadores simbólicos de la sociedad
argentina. Servían para suavizar, para disimular el terror. El trabajo fino,
digamos.
Hoy los medios hegemónicos, a través de un Videla
deshistorizado des-socializado, buscan despegarse de quien fuera su brazo
armado. La cúpula de la Iglesia que otorgaba las justificaciones sacralizadoras
y espirituales a los excesos de las
castas militares, atónita no ha podido elucubrar palabra frente a la muerte del
dictador. Estamos esperando al Papa Fransisco.
El colmo del relato banal y superficial de grupos mediáticos para diluir su
responsabilidad durante los años de plomo lo termina de encarnar su periodista
estrella, Jorge Lanata, quien sostiene que habría parecidos de familia entre la
dictadura militar y el gobierno de Cristina Fernández.
Esta disparatada asociación entre Videla y Cristina no
tendrían ninguna entidad y gravedad sino fuera la masividad de opinión pública en que recae su discurso de naturaleza odiosa y
resentida. Entonces, podríamos imaginar diálogos como estos:
-Papá, pregunta
el niño, ¿quién fue Videla?
-Un hombre malo que desaparecía personas y niños, hijo.
-¿Cómo el hombre de la bolsa, papá?
-Si, como el hombre de la bolsa.
-¿Qué es una dictadura papá?
-La de Videla
era una dictadura hijo
-Y, ahora estamos en una dictadura papá?
El padre piensa….se acuerda de Lanata y cía. y
contesta: -Si, estamos en una dictadura hijo…
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