lunes, 13 de mayo de 2013

¿QUÉ HAY DETRAS DE LA RE-REELECCIÓN DE CRISTINA?(2013)


Las  clases dominantes revisten sus discursos de un ropaje republicano-progresista para oponerse a  la posibilidad de la reelección presidencial de  Cristina Fernández, cuando en realidad ocultan la defensa acérrima de sus intereses y privilegios.
Los medios hegemónicos de comunicación buscan naturalizar en el imaginario social, incluso en quienes simpatizan con el gobierno, una concepción peyorativa per se de la reelección presidencial.
Buscan satanizar, en el sentido común de las mayorías, la reelección del ejecutivo como una violación ultrajante de las instituciones democráticas. Cuando en verdad la posibilidad de revalidar la máxima magistratura  queda invalidada, ante la presencia de una gestión que les ha  resultado como mínimo incomodo  a sus concepciones conservadoras.

Se omite que las clases dominantes  hace más de un siglo  poseen en las sombras, sigilosamente reelección indefinida mientras disponen, condicionan o directamente remueven gobiernos institucionales.
La virulencia y la vulgata discursiva republicana que utilizan para generar “estados de opinión”, ante el menor atisbo de una reforma constitucional, refleja el terror que les genera la posibilidad de  prolongación de la experiencia populista en el gobierno, de la “zurda” en el poder.
Evitar la reelección presidencial es el objetivo central del establishment mediático para evitar la prolongación en el tiempo de este proyecto democratizador e inclusivo surgido de las entrañas de la crisis 2001-2003.  

Sueñan, visto la inutilidad, lo vil  que ha resultado la empresa de  construcción de liderazgos desde las huestes partidarias opositoras, apelar a figuras conservadoras de la propia coalición oficialista. Daniel Scioli es el candidato, es su candidato.  Es la última carta, es el as en que confían para evitar la continuidad del “zurdaje” en el gobierno.

Si esa es la finalidad que oculta  la corporación mediática y el complejo agro-sojero  y la derecha más rancia detrás de las estratagemas discursivos republicanos anti-reeleccionistas, más ambiguos son las percepciones del gran capital financiero e industrial. Estos, después de comprobar que el   “zurdaje” en el gobierno ha garantizado fabulosas ganancias, “pingües negocios” y gobernabilidad, dudan acerca de que postura tomar con la propuesta de una reelección presidencial.
Si bien por un lado han visto saciada su glotonería lucrativa en estos años de estabilidad social  que los conduciría a tener una actitud más contemplativa de un proyecto reeleccionario de Cristina Fernandez, por otro lado han observado las nacionalizaciones, participación del Estado en las direcciones de empresas, enfrentamiento con corporaciones. Controles “intempestivos” del gobierno que les genera cierta “incertidumbre ” para apoyar la continuidad del oficialismo ya sea encarnado en la figura de Cristina o de un cuadro del cristinismo. 

Con el populismo “nunca se sabe”, “para qué arriesgar” si existe una alternativa que otorga mayor seguridad, menor “crispación”. Scioli les viene bien.
Por otro parte, desde el campo ideológicamente más puro del kirchnerismo la candidatura presidencial de Scioli, si la empresa reeleccionista quedara clueca, suena a clausura por derecha del actual proceso transformador, por lo que las expectativas de que un triunfo aplastante del oficialismo en las legislatura de este año permita conseguir mayorías para una reforma de la carta magna está al orden del día.
Sería un fracaso ideológico-cultural para el kirchnerimo del “palo” si alguna variante conservadora del PJ reemplaza el liderazgo de Cristina.

La ausencia de una figura taquillera químicamente K después de Cristina, si esta viera limitada su continuidad en el cargo en las encuestas políticas nacionales, demuestra cierta debilidad en el kirchnerismo como proyecto. Debilidad que tal vez encuentre explicación en factores sociales exógenos estructurales propios de la cultura política  de las últimas décadas más que en omisiones u errores del campo oficialista.

Hay que reconocer que el kirchnerismo ha implicado, tras el reinado de la apatía política y el ultra-individualismo de los noventa, un proceso re-politizador  de porciones significativas de la sociedad, sobre todo en sus segmentos más jóvenes. De allí la impotencia que puede suscitar en sectores intelectuales afines al gobierno cierta indistinción o  nebulosa desideologizada por parte de una ciudadanía volátil limitada para captar las diferencias o brechas ideológicas en el partido del gobierno. Esto se refleja en que Scioli, como exponente del conservadurismo peronista, secunda a Cristina en las preferencias del electorado. Y después de Daniel Scioli seguiría Maza en las preferencias. ¡Sergio Maza. Un dirigente de la Ucede!

Esta cultura política etérea o  indefinida  de la ciudadanía, no es un rasgo que sólo aqueja  a  la sociedad argentina. Es prácticamente un consenso  en la sociología política moderna hallar explicación  a este fenómeno en los efectos culturales causados por el neoliberalismo en toda América Latina y también en el mundo. En este sentido, entonces la herencia neoliberal ha difuminado o disuelto los antagonismos de clase, tipo burguesía-proletariado o pueblo-oligarquía en una ciudadanía gaseosa consumidora de imágenes atravesadas por la mercadotecnia política antes que por programas nítidamente diferenciados.

Las virtudes re-politizadoras del kirchnerismo tal vez no hayan logrado aun, reparar semejante “herencia” en la profundidad deseada a pesar de la denominada “batalla cultural” que implicado el enfrentamiento con los medios de comunicación hegemónicos. A esto deberíamos agregar el carácter tradicionalmente ambiguo de un  peronismo que ha oscilado de izquierda a derecha según las circunstancias y el  fomento de   un estilo de vida basado en el consumo  desde el actual gobierno -que bienvenido ha sido al recuperar la capacidad adquisitiva de los sectores populares-; pero, paradójicamente modera el proceso de re-socialización política inaugurado por el  propio kirchnerismo.



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