sábado, 28 de noviembre de 2015

LIBERAR EL "CEPO AL DOLAR." (O TE LA PONEN BRUTALMENTE O EN CÓMODAS CUOTAS)

No se puede ver la TV.
Repiten y machacan hasta el cansancio cuando será el "gran día" en que el nuevo gobierno macrista libere el demonizado "Cepo Cambiario" .
Me recuerda al "Riesgo País" a fines de los 90, principios de los 2000.
Es una estupidez pensar en liberar totalmente la compra de dolares.
Las divisas tienen que servir para financiar importaciones de insumos, bienes de capital indispensables para la industria nacional o a lo sumo para quienes necesitan viajar al exterior y no se "sientan aataados" a no poder salir del país. ¡Basta!
No podés regalarle libremente los dolares a la gran burguesía para que los fugue a paraísos fiscales o a las clases medias para que se los escondan bajo "el colchón".
De esta manera se hace inviable un intento de desarrollo del país.
Según el nuevo presidente Mauricio Macri la intención es liberar el dólar. Promesa que la mantiene desde la campaña.
Si lo hace apenas asuma, se viene una devaluación y nos revienta los salarios.
Sino va a esperar a conseguir financiamiento externo.Eso implicaría pagarle a los “buitres” con el peligro de llevar la deuda externa a dimensiones colosales con futuros “ajustes en la población”. El endeudamiento no es gratis. Ya vivimos la experiencia en los 90.
Mientras baja la inflación y la pasamos "bomba" los que tenemos suerte de seguir adentro, se va formando una bola de nieve inmensa que termina por perjudicar a casi todos.
En definitiva, si el nuevo gobierno busca eliminar el "Cepo", los costos para la sociedad pueden ser en corto plazo, lo que implicaría romper la “Luna de Miel” con su electorado, o liberar la compra de divisas tirando la pelota para adelante con endeudamiento.
Esto quiere decir, electorado macrista, que o nos la pone ahora brutalmente o en cómodas cuotas con vaselina.¡Me cansè!

viernes, 6 de noviembre de 2015

KIRCHNERISMO, ¿UN POPULISMO DE CLASE MEDIA?

Alvaro Garcia Linera, actual vicepresidente de Bolivia, recomienda como uno de los pasos para profundizar los procesos progresistas de América Latina consolidar las políticas redistributivas para los sectores bajos de la sociedad. Lo que considera el nucleo duro, el sector fiel, no volátil  de  los gobiernos progresistas.
En Argentina con el kirchnerismo, se puede decir que, a diferencia del primer peronismo, los más beneficiados han sido los sectores medios.

Con esto no se quiere enunciar que los sectores populares no se hayan beneficiado de las políticas  económicas del modelo. No hace falta  sino remitirse a los millones de puestos laborales, a las jubilaciones y asignaciones sociales universales para dar cuenta de tal evidencia.

Sin embargo, comparado con el primer peronismo, la profundidad redistributiva es menor para los sectores populares. Es sabido que aún sufren, a pesar de los avances y logros sociales mencionados, alto déficit habitacional y son víctimas de altos índices de empleo en negro o informal y pobreza. 

Esto, en gran medida, se explica porque  las capacidades estatales del Estado-Nación en este siglo XXI  de globalización financiera son bastante más limitadas que la del Estado de la segunda posguerra mundial del siglo XX. O como dice, en términos más compresibles, pero no por eso menos profundo, Hebe de Bonafini: “Evita y Perón manejaban un Crucero, Cristina una lanchita”.

Lo cierto es que han sido los sectores medios los más beneficiados con el modelo K. 

Esto se ve claramente reflejado en la explosión de consumo de automóviles y electrónica, los viajes masivos de argentinos “bien” y “no tan bien” (¡ja! ) al exterior, el drenaje permanente de dólares que absorben estos sectores, además del Procrear, tarifas subsidiadas y otros planes.



Es sabido la propensión de segmentos (no menores) de clases medias a pensar en clave hegemonizada liberal. 
Es decir pensar que su éxito económico es producto casi-exclusivo de su esfuerzo personal omitiendo  las actuaciones del gobierno o del estado, salvo cuando “les va mal”.

De allí que todo gobierno es percibido, a lo sumo, como un mal necesario para cuidar la “seguridad”. Pero si el gobierno no la garantiza y encima es percibido como una élite corrupta y privilegiada, es susceptible de ser cambiado al no hallar una correlación alguna entre su bienestar personal y la actuación del Estado.

La clase media ser perciben menos dependiente del Estado y su éxito lo esperan  lograr en el mercado, en el sector privado. 

Segmentos de clase media perciben al Estado como una carga que les absorbe dinero por los impuestos que sienten que después no los beneficiará.

Se sienten en condiciones de  poder  pagar una  educación de “calidad” para sus hijos en colegios y universidades privadas. Resuelven sus problemas de salud en clínicas privadas, no tendrían problemas de aportar en cuentas individuales para su jubilación en empresas privadas. 

El Estado los azota con una presión impositiva que va a beneficiar a los “vagos” o indeseables  mediante “planes sociales”.

Los sectores populares que han llegado tarde al reparto capitalista tienen, y sienten, mayor dependencia del Estado. Lo consideran, quizás,  el último piso para no pasar hambre.

Durante gobiernos neoliberales como los de Menem o De la Rua o conservadores como el de Eduardo Duhalde existieron políticas sociales destinados a sectores populares, pero eran de carácter focalizados o dirigidos exclusivamente a los sectores excluidos o vulnerados por la economía.

Con el kirchnerismo la política social se universaliza y tiende a convertirse en un derecho más allá de un “mero plan”. Esto es un avance sin dudas. 

Pero si se busca diferenciarse en la percepción de esos sectores con los otros gobiernos, y consolidar el núcleo duro, como dice Alvaro García Linera, quizás esto después de un tiempo resulte insuficiente.

A modo de ejemplo vale una anécdota personal:

Trabajando en talleres de educación popular con sectores vulnerables que recibían  la asignación universal, una de las beneficiarias me comenta que “su familia siempre fue ayudada por un plan social”, ya sea de carácter provincial o nacional, por lo que no notaba la diferencia de la actual gestión, por el kirchnerismo, con los anteriores.

Un gobierno progresista y popular tiene que ser percibido como diferente por parte de los sectores postergados y eso implica profundizar (acá y en la China) la redistribución del ingreso afectando a poderes económicos y limitando, incluso,  fuertemente el consumo ex-pureo de sectores medios.

No  es una empresa fácil, obvio, implica cambios económicos, afectando a capas altas de la sociedad y también culturales, cambiar patrones de consumo de dependencia y despilafarro en sectores medios.

Es fácil decirlo y pronunciarlo como hace cierta izquierda estricta, pero  no le podemos cargar la responsabilidad exclusiva a un gobierno.

El gobierno tiene que hacer lo suyo, (con una integración latinoamericana, o supra-regional previa dadas las limitaciones del Estado-Nación individual hoy) pero la ciudadanía tiene que tomar conciencia de esta problemática.
Porque un gobierno puede tener los mejores planes en este sentido pero cometer el "pecado" de actuar "en frío", desde arriba, sin la correspondencia de la sociedad y quedar deslegitimado o en orsai.

Algo de eso pasó cuando se quiso capturar la renta de la oligarquía agraria durante 2008.