viernes, 28 de junio de 2013

MASSA DEL ESTABLISHMENT (EL CONSENSO DE LA NUEVA ERA POS-KIRCHNERISTA).



El lanzamiento electoral en estos días de Sergio Massa refleja momentos dichosos, de algarabía del establishment. Son evidentes las expectativas de las clases dominantes en un Massa que inaugure el camino de clausura definitivo del “zurdaje” conflictivo.

El kirchnerismo ha garantizado al mundo de los negocios pingües ganancias en esta década, pero su prolongación en el gobierno resulta incomoda, por la imprevisibilidad que puedan acarrear sus orientaciones democratizadoras y redistributivas inmediatas y futuras.

Massa se presenta como una figura conciliadora, dialoguista, un verdadero paladín de la racionalidad y la sensatez. Se exhibe como líder de una generación de dirigentes políticos devenidos a superar los estériles e insulsos conflictos, que trajo aparejado el kirchnerismo. Experiencia gubernamental que, si bien se reconoce, ha cristalizado algunos logros sociales, pero ha implicado, al mismo tiempo,  una pérdida y un derroche de tiempo preciado para iniciar una genuina senda modernizadora que conduzca finalmente al país al camino  del progreso y el desarrollo.
El conflicto en el advenimiento de la  nueva época, en la luminosa era pos-kirchnerista que presenta el Massismo, va a ser considerado arcaico, va a constituir   una verdadera  pieza de museo. Se trata de ingresar, entonces, a la nueva era dichosa del consenso total.

Massa sin embargo, en estos años de crepúsculo, de ocaso K busca no identificarse en una oposición áspera y recalcitrante, sino que se presenta como síntesis modernizante, virtuosa y superadora de la antinomia kirchnerismo-antikirchnerismo. Donde se “reconoce lo bueno, pero se elimina lo tóxico”. Frase que, sobre todo en su segunda parte,  es música para los oídos del establishment.

De lo que se trata para Massa, es que su Frente Renovador adopte como propio el piso de inclusión social y ampliación de ciudadanía del kirchnerismo pero despojado del espíritu confrontativo y crispado del oficialismo.

Configura  una postura, ésta, por demás atractiva y armónica que encarna, hace mella en amplios segmentos del electorado moderado que rescatan elementos virtuosos en materia social, salarial o laboral del kirchnerismo pero que les sensibilizan sobremanera los excesos “autoritarios”, las formas desprolijas y  las actitudes “soberbias” del gobierno nacional.

Sin embargo, las ambigüedades y  contradicciones que radican en esta perspectiva son evidentes; habría implicado una quimera los logros sociales y económicos de la actual gestión ausente una marcha decidida y confrontativa del kirchnerismo contra las corporaciones acostumbradas a mandar.

Massa es una figura joven, moderna y carismática que se mueve en un océano de genéricas palabras, posturas eufemísticas y discursos grises y difusos. Ideal para el marketing político  desideologizado. Gestos, eslóganes, imágenes, poses que encubren y difuminan sus pensamientos y sus orientaciones políticas  conservadoras. Subido a la ola mediática que lo sostiene, busca  trascender las identidades de clases buscando recolectar electorado en todos los segmentos sociales.

Sin embargo detrás del humo y la estética banalizante comunicacional, Massa reencarna los sueños de la restauración conservadora de las élites poseedoras en Argentina. Sacarse de de encima la “incomodidad K” para volver a la normalidad. Normalidad  que se parece más al pasado turbio reciente para los sectores populares más que a un futuro auspicioso como pregona Massa. 

 

 

 

lunes, 24 de junio de 2013

¿ES POSIBLE EL PERIODISMO NEUTRAL EN ARGENTINA?, "YO LE PEGO TANTO A CLARIN COMO AL GOBIERNO"


 
Aún corriendo el riesgo de caer en cierto esquematismo analítico, pero con el objetivo de ser lo más claro y pedagógico posible, se podría decir que el escenario periodístico profesional actual en el  país está marcado por un  antagónico evidente entre profesionales de la comunicación  que  trabajan en las usinas del mutimedios Clarín y sus alrededores, quienes se presentan  todavía como independientes –aunque a esta altura de las circunstancias ni ellos se deben creer esa falacia neutralista- y los que,  por otra parte, comunican desde el campo nacional y popular que hacen pública su militancia a favor del  gobierno sin ninguna apetencia objetivista o búsqueda de imparcialidad.

Sobre  ninguno de estos dos sectores periodísticos  nos vamos a avocar ahora, que por otra parte ya han sido sujetos de comentarios en escritos precedentes, sino a un “tercer sector” del periodismo, que estructuralmente trabaja desde lugares más periféricos de la hegemonía mediática, pero desde el aire comunicacional buscan diferenciarse de los dos grupos periodísticos mencionados, el “oficialista” y “la corpo”, a partir de asumir un rol, que ellos consideran, genuinamente neutral de la profesión.  

La síntesis que hace grafica esa postura estaría en la frase “yo le pego por igual tanto al gobierno como a Clarin”. Esta postura que desde una primera lectura parece justa  y  por demás atractiva peca, podríamos decir,  de alguna debilidad. Existen ciertas fragilidades, costados vulnerables que no se puede soslayar en esta posición aparentemente equitativa. Incluso si omitimos,  que ellos no hacen periodismo desde el “aire” y están condicionados por fracciones de capital para los cuales trabajan o reciben pautas publicitarias.

Este periodismo parece percibir y entender la realidad social y política como una trama heterogénea de agrupaciones sindicales, empresariales, culturales y políticas en un plano de relativa igualdad entre las mismas, por lo que creen que es posible, “pegándoles a todas por igual”, realizar un periodismo neutral y objetivo.

Sin embargo, el escenario de nuestros capitalismos dependientes en América latina percibido como un paisaje de agrupaciones de distinta naturaleza más o menos equivalentes en sus relaciones de fuerzas, se parece  una ficción. En sociedades duales, con los mayores grados de desigualdad del planeta, es más realista el paisaje binario entre oligarquía local e internacional y pueblo o clases trabajadoras de la que dieran cuenta teorías emancipadoras autóctonas.

El prisma teórico desde el cual estos periodistas parecen “ ver” la realidad, responde a los postulados pluralistas o poliárquicos que pueden tener algún asidero en las democracias centrales, pero limita, o roza con el género fantástico en el paisaje social y político dual latinoamericano. Entonces, si reconsideramos la escisión antagónica histórica entre pueblo –oligarquías o movimientos nacionales y populares e imperialismo, este periodismo  aparentemente neutral y ecuánime se debilita, se hace difuso. No garantiza equilibrio o imparcialidad periodística “pegarle por igual al gobierno y a Clarín”.

El multimedio es un monopolio de naturaleza lucrativa que responde a los intereses de las clases poseedoras y les sirve a las mismas como maquinaria de dominación cultural de la sociedad; y el kirchnerismo es el primer gobierno en años,  que elegido por las mayorías populares se anima a afectar intereses de sectores concentrados. El primero forma parte del conglomerado históricamente conservador, elitista y económicamente internacionalizado, en tanto el segundo, si bien dentro de los límites del capitalismo, es un proyecto progresista  y transformador que se ha mostrado transgresor con los privilegiados.

 Si le “pegás” por igual a las elites conservadoras y a las fuerzas progresistas, no estás siendo equilibrado, por correlación de fuerza estás perjudicando a los actores que buscan el cambio y beneficiando  al statu-quo.

 A la gran burguesía nacional e internacionalizada, sino le alcanza con sus voceros directos, una legión de “comunicadores neutrales” no les viene mal, antes que comunicadores críticos y militantes de las causas populares. Aunque no es menos verídico que estos últimos puedan verse impedidos de llevar investigaciones serias de posibles corruptelas del propio campo popular, postergándolas hacia el futuro, en pos de consumar sus objetivos  prioritarios de orientaciones emancipatorias.  

 

 

 

domingo, 9 de junio de 2013

¿EL KIRCHNERISMO HA DIVIDIDO A LOS ARGENTINOS? (¿O YA ESTABAMOS DIVIDIDOS?).


Hay un consenso, en buena parte de la prensa, que alcanza vastos segmentos de la opinión pública  respecto a que el kirchnerismo habría situado una lógica binaria en la política y en la sociedad, una lógica antagónica cuyo motor es la instalación del conflicto  proveniente de la naturaleza inherentemente  crispada del gobierno. Esto es visto como un elemento pernicioso y perturbador per- sé para el régimen democrático en Argentina.                                                                                  

Pero el espíritu conflictivo del gobierno -que representa la soberanía popular- con las corporaciones  acostumbradas a mandar, celosas de sus privilegios, no configura un síntoma negativo en el cuerpo democrático, sino por el contrario le otorga vitalidad al mismo porque inyecta conductas o acciones re-politizadoras y re-ideologizantes en porciones significativas de la ciudadanía.

Si deseamos transitar desde una democracia procedimental schumpetereana, donde poseen preeminencia las elites políticas, tecnocráticas y corporativas a una democracia participativa con mayor protagonismo del pueblo, el  defenestrado, el demonizado “conflicto” resulta vital.

Se señala que el gobierno ha logrado, con sus políticas, una  división insalvable entre los argentinos. Que antes de la llegada del kirchnerismo  esta tragedia no estaba presente.

Lo cierto es que  el derrumbe del socialismo real y el advenimiento de la hegemonía neoliberal  había logrado diluir las identidades de clase y tradiciones nacionales y populares en una difusa opinión pública o en un termino etéreo  propagado por el mundo mediático como la “gente”;  pero las sociedades capitalistas y más aún las economías dependientes de nuestro hemisferio en el que nuestro país no constituye  una  excepción, la división entre opresores y oprimidos entre burguesía internacionalizada y pueblo, aunque camuflado por la cultura neoliberal seguían estando presente. El kirchnerismo  resignifica y pone en  el ágora pública esa escisión que es histórica, rescatando los ecos más progresistas de los movimientos nacionales combinándolos con  las necesidades y demandas civiles de las minorías en los nuevos tiempo.

Las clases dominantes y sus voceros mediáticos y también políticos machacan hasta el hartazgo  de modo hipócrita y  seudomoralista las virtudes superiores que radicarían  en el consenso sobre el conflicto, pero en realidad la sociedad consensual que proponen busca encubrir la dominación y la explotación que usufructúan sobre los sectores subalternos. Además  no es verídico que no haya consensos en la sociedad.  Existen consensos básicos, que se cristalizan en las instituciones republicanas, el  denominado estado de derecho constitucional, por las cuales se canalizan y se procesan  los conflictos de  manera pacífica  provenientes de la trama  social.

No estaría demás señalar que este andamiaje institucional  nace desde  orígenes  liberales por lo que las reglas de juego que la constituyen, si bien configuran una amalgama esencial para la protección de libertades y garantías individuales, poseen entre sus misiones centrales  conservar la propiedad privada de  las clases poseedoras.  Por lo que al partido, al juego democrático las fuerzas populares lo juegan en campo contrario, lo juegan de carácter visitante.