Aún corriendo el riesgo
de caer en cierto esquematismo analítico, pero con el objetivo de ser lo más
claro y pedagógico posible, se podría decir que el escenario periodístico
profesional actual en el país está
marcado por un antagónico evidente entre
profesionales de la comunicación que trabajan en las usinas del mutimedios Clarín y
sus alrededores, quienes se presentan todavía
como independientes –aunque a esta altura de las circunstancias ni ellos se
deben creer esa falacia neutralista- y los que,
por otra parte, comunican desde el campo nacional y popular que hacen pública
su militancia a favor del gobierno sin ninguna
apetencia objetivista o búsqueda de imparcialidad.
Sobre ninguno de estos dos sectores periodísticos nos vamos a avocar ahora, que por otra parte
ya han sido sujetos de comentarios en escritos precedentes, sino a un “tercer
sector” del periodismo, que estructuralmente trabaja desde lugares más
periféricos de la hegemonía mediática, pero desde el aire comunicacional buscan
diferenciarse de los dos grupos periodísticos mencionados, el “oficialista” y
“la corpo”, a partir de asumir un rol, que ellos consideran, genuinamente
neutral de la profesión.
La síntesis que hace
grafica esa postura estaría en la frase “yo le pego por igual tanto al gobierno
como a Clarin”. Esta postura que desde una primera lectura parece justa y por
demás atractiva peca, podríamos decir, de alguna debilidad. Existen ciertas
fragilidades, costados vulnerables que no se puede soslayar en esta posición
aparentemente equitativa. Incluso si omitimos, que ellos no hacen periodismo desde el “aire”
y están condicionados por fracciones de capital para los cuales trabajan o
reciben pautas publicitarias.
Este periodismo parece
percibir y entender la realidad social y política como una trama heterogénea de
agrupaciones sindicales, empresariales, culturales y políticas en un plano de
relativa igualdad entre las mismas, por lo que creen que es posible,
“pegándoles a todas por igual”, realizar un periodismo neutral y objetivo.
Sin embargo, el
escenario de nuestros capitalismos dependientes en América latina percibido como
un paisaje de agrupaciones de distinta naturaleza más o menos equivalentes en
sus relaciones de fuerzas, se parece una
ficción. En sociedades duales, con los mayores grados de desigualdad del planeta,
es más realista el paisaje binario entre oligarquía local e internacional y
pueblo o clases trabajadoras de la que dieran cuenta teorías emancipadoras
autóctonas.
El prisma teórico desde
el cual estos periodistas parecen “ ver” la realidad, responde a los postulados
pluralistas o poliárquicos que pueden tener algún asidero en las democracias
centrales, pero limita, o roza con el género fantástico en el paisaje social y
político dual latinoamericano. Entonces, si reconsideramos la escisión antagónica
histórica entre pueblo –oligarquías o movimientos nacionales y populares e
imperialismo, este periodismo aparentemente
neutral y ecuánime se debilita, se hace difuso. No garantiza equilibrio o imparcialidad
periodística “pegarle por igual al gobierno y a Clarín”.
El multimedio es un
monopolio de naturaleza lucrativa que responde a los intereses de las clases
poseedoras y les sirve a las mismas como maquinaria de dominación cultural de
la sociedad; y el kirchnerismo es el primer gobierno en años, que elegido por las mayorías populares se
anima a afectar intereses de sectores concentrados. El primero forma parte del
conglomerado históricamente conservador, elitista y económicamente internacionalizado,
en tanto el segundo, si bien dentro de los límites del capitalismo, es un
proyecto progresista y transformador que
se ha mostrado transgresor con los privilegiados.
Si le “pegás” por igual a las elites
conservadoras y a las fuerzas progresistas, no estás siendo equilibrado, por
correlación de fuerza estás perjudicando a los actores que buscan el cambio y
beneficiando al statu-quo.
A la gran burguesía nacional e
internacionalizada, sino le alcanza con sus voceros directos, una legión de “comunicadores
neutrales” no les viene mal, antes que comunicadores críticos y militantes de
las causas populares. Aunque no es menos verídico que estos últimos puedan
verse impedidos de llevar investigaciones serias de posibles corruptelas del
propio campo popular, postergándolas hacia el futuro, en pos de consumar sus
objetivos prioritarios
de orientaciones emancipatorias.
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