lunes, 24 de junio de 2013

¿ES POSIBLE EL PERIODISMO NEUTRAL EN ARGENTINA?, "YO LE PEGO TANTO A CLARIN COMO AL GOBIERNO"


 
Aún corriendo el riesgo de caer en cierto esquematismo analítico, pero con el objetivo de ser lo más claro y pedagógico posible, se podría decir que el escenario periodístico profesional actual en el  país está marcado por un  antagónico evidente entre profesionales de la comunicación  que  trabajan en las usinas del mutimedios Clarín y sus alrededores, quienes se presentan  todavía como independientes –aunque a esta altura de las circunstancias ni ellos se deben creer esa falacia neutralista- y los que,  por otra parte, comunican desde el campo nacional y popular que hacen pública su militancia a favor del  gobierno sin ninguna apetencia objetivista o búsqueda de imparcialidad.

Sobre  ninguno de estos dos sectores periodísticos  nos vamos a avocar ahora, que por otra parte ya han sido sujetos de comentarios en escritos precedentes, sino a un “tercer sector” del periodismo, que estructuralmente trabaja desde lugares más periféricos de la hegemonía mediática, pero desde el aire comunicacional buscan diferenciarse de los dos grupos periodísticos mencionados, el “oficialista” y “la corpo”, a partir de asumir un rol, que ellos consideran, genuinamente neutral de la profesión.  

La síntesis que hace grafica esa postura estaría en la frase “yo le pego por igual tanto al gobierno como a Clarin”. Esta postura que desde una primera lectura parece justa  y  por demás atractiva peca, podríamos decir,  de alguna debilidad. Existen ciertas fragilidades, costados vulnerables que no se puede soslayar en esta posición aparentemente equitativa. Incluso si omitimos,  que ellos no hacen periodismo desde el “aire” y están condicionados por fracciones de capital para los cuales trabajan o reciben pautas publicitarias.

Este periodismo parece percibir y entender la realidad social y política como una trama heterogénea de agrupaciones sindicales, empresariales, culturales y políticas en un plano de relativa igualdad entre las mismas, por lo que creen que es posible, “pegándoles a todas por igual”, realizar un periodismo neutral y objetivo.

Sin embargo, el escenario de nuestros capitalismos dependientes en América latina percibido como un paisaje de agrupaciones de distinta naturaleza más o menos equivalentes en sus relaciones de fuerzas, se parece  una ficción. En sociedades duales, con los mayores grados de desigualdad del planeta, es más realista el paisaje binario entre oligarquía local e internacional y pueblo o clases trabajadoras de la que dieran cuenta teorías emancipadoras autóctonas.

El prisma teórico desde el cual estos periodistas parecen “ ver” la realidad, responde a los postulados pluralistas o poliárquicos que pueden tener algún asidero en las democracias centrales, pero limita, o roza con el género fantástico en el paisaje social y político dual latinoamericano. Entonces, si reconsideramos la escisión antagónica histórica entre pueblo –oligarquías o movimientos nacionales y populares e imperialismo, este periodismo  aparentemente neutral y ecuánime se debilita, se hace difuso. No garantiza equilibrio o imparcialidad periodística “pegarle por igual al gobierno y a Clarín”.

El multimedio es un monopolio de naturaleza lucrativa que responde a los intereses de las clases poseedoras y les sirve a las mismas como maquinaria de dominación cultural de la sociedad; y el kirchnerismo es el primer gobierno en años,  que elegido por las mayorías populares se anima a afectar intereses de sectores concentrados. El primero forma parte del conglomerado históricamente conservador, elitista y económicamente internacionalizado, en tanto el segundo, si bien dentro de los límites del capitalismo, es un proyecto progresista  y transformador que se ha mostrado transgresor con los privilegiados.

 Si le “pegás” por igual a las elites conservadoras y a las fuerzas progresistas, no estás siendo equilibrado, por correlación de fuerza estás perjudicando a los actores que buscan el cambio y beneficiando  al statu-quo.

 A la gran burguesía nacional e internacionalizada, sino le alcanza con sus voceros directos, una legión de “comunicadores neutrales” no les viene mal, antes que comunicadores críticos y militantes de las causas populares. Aunque no es menos verídico que estos últimos puedan verse impedidos de llevar investigaciones serias de posibles corruptelas del propio campo popular, postergándolas hacia el futuro, en pos de consumar sus objetivos  prioritarios de orientaciones emancipatorias.  

 

 

 

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