viernes, 17 de abril de 2015

BURGUESIA-PRO



Recientemente, la organización de la cena del PRO vio colmada sus instalaciones con el “módico” aporte de 50 mil pesos por empresario para colaborar con la campaña presidencial de Mauricio Macri.
La pregunta inmediata y evidente que surge ante este glamuroso acontecimiento es cómo es posible que después de una década K en donde la alta burguesía la “ha levantado con pala” reviente las instalaciones PRO apoyando a Macri.

Decía el politólogo Guillermo O’donnell,   a mediados de los ’70, en un artículo  denominado “Estado y Alianza de clases”, que la alta burguesía para salir de la crisis o de recesiones muy  prolongadas, al principio “dejan hacer” a los gobiernos populista en tanto se benefician del crecimiento económico.   

Pero las sucesivas paritarias y aumento de salarios les resulta cada vez más incómodos para ser competitivos  en tanto que las “excesivas” regulaciones estatales agudizan su malhumor, porque entienden que el mundo de los negocios es un asunto exclusivamente  privado.

El lucro y la obtención de ganancias es un aspecto sustancial de sus actividades empresariales y se podría decir de sus vidas.  Sin embargo, para que el proceso de acumulación capitalista y reinversión se produzca con cierto éxito es necesario un clima de "orden" y normalidad en los lugares de trabajo.

Es muy común que en los ciclos de crecimiento económico, con la reducción del desempleo en conjunción con un Estado activo en políticas sociales que permite cierta desmercantilización de la fuerza de trabajo, el proletariado disminuya sus temores  a perder el empleo y cambie la correlación de poder en el trato cotidiano con los patrones o gerentes.

Esto se puede ver reflejado en cierto desgano, por la propia rutinización, de la fuerza de trabajo en las unidades productivas, crecimiento del ausentismo y el sabotaje laboral.
Algo de eso hay en los recientes conflictos que ha tenido como protagonista a la izquierda en empresas como Donnelley.  Si se escucha las voces de la patronal, justifican las expulsiones  “porque no tienen ganas de trabajar”.

El populismo y las políticas de pleno empleo así como el modelo de sustitución de importaciones  permiten actitudes indisciplinadas, desobediencias, rebeldías por parte de la fuerza de trabajo.
Es esto lo que molesta al empresariado, además de posibles recortes de  sus ganancias por las paritarias y excesivas injerencias estatales, el desorden y la indisciplina en las células del sistema de propiedad privada, es decir  en sus fábricas.

La búsqueda de autonomía por parte de fracciones obreras en relación al ritmo de  su trabajo, a la manera de realizar el proceso productivo, en evitar aspectos del trabajo alienante, es un viejo problema que padecen  las clases dominantes. Se trata de relaciones de poder que se producen a nivel “capilar”, parafraseando al francés Michel Foucault.

Es más, si recordamos el Golpe de estado del ‘76 en nuestro país,  fue justificado por la fuerza castrense para poner orden a lo que ellos consideraban el cáncer en la sociedad argentina: la indisciplina.
Con este fin había que desarmar el modelo de sustitución de importaciones y una economía semi-cerrada, agudizado por el peronismo, sobre el cual sostenían sus fuerzas la clase obrera, a través de políticas neoliberales ortodoxas de apertura comercial y reducción de gasto público. Ese fue el sentido de destrucción del aparato productivo por parte del inefable ministro de economía de la dictadura José Alfredo Martinez de Hoz.

Hoy, los tiempos han cambiado,  observando las encuestas con tres candidatos presidenciables que van del centro a la derecha en el espectro ideológico,  la alta burguesía no necesita los cuarteles, le alcanza con el poder hegemónico de los medios de comunicación.

jueves, 2 de abril de 2015

IMPRESIONES DEL PARO



1) Primero,  el paro gremial del día martes 31 fue masivo y contundente, si bien es verídico que contribuyó a los altos niveles de ausentismo laboral el cese de actividades  del transporte público, lo cual imposibilitó que muchos asalariados pudieran llegar a sus ámbitos de trabajo en caso de que no adhirieran al Paro.


2) En relación a la demanda puntal, como máxima, de eliminar el impuesto a la ganancia sobre el trabajo o al menos elevar el mínimo no imponible, hay que tener en consideración dos cuestiones a priori:

  
  a)En países desarrollados  que supuestamente tenemos como espejo a imitar -Noruega Alemania-, este impuesto existe y es pagado desde escalas salariales aún menores que en nuestro país.

 b)En Argentina,  el impuesto a las ganancias, es archisabido, grava a una minoría del universo de  trabajadores en relación de dependencia.


3)No obstantes, es cierto que hace un poco de “ruido”, en términos de justicia distributiva, que el laburante, el proletario más o menos calificado sea gravado con este impuesto mientras sectores rentísticos como el ámbito financiero o el mercado bursátil son eximidos de esta presión tributaria.

Tal vez en este asunto el gobierno o la próxima gestión (resulte k o no)  debería abrir una agenda de discusión con los distintos actores involucrados del mundo sindical y el sector empresario  en relación con una reforma impositiva de tipo progresista.

Esta mesa de diálogo se deberían, incluso, reconocer posibles costos  o efectos contraproducentes que pudieran implicar una orientación en ese sentido para la gobernabilidad de la economía argentina como una intensificación de la fuga de capitales y de la demanda de la divisa norteamericana que perjudicara a la mayoría de los asalariados con ingresos fijos.

Además, hay que decirlo, los trabajadores  de mayores ingresos contribuyeron durante estos años al drenaje de divisas. Por ejemplo, durante el año 2014 un tercio del achicamiento de las reservas fue provocado por este sector. Ergo no resulta descabellado pensar que puede haber cierto temor desde el Ministerio de Economía del “rusito” Kicillof a que un  aumento en el mínimo no imponible implique nuevos recursos en manos de los trabajadores que  puedan “volar” a la compra de dólares, colaborando con una futura devaluación con todos los perjuicios que eso conlleva para el resto de los trabajadores.


 4) En relación al carácter político del Paro, habría que aclarar en una primera digresión que todo Paro es intrínsecamente político si reconocemos que el ámbito de lo “político” incluye  la  dimensión conflictiva.

En este caso particular, se trata de  un antagonismo entre una parte significativa del mundo sindical que actúa como grupo de presión (aunque ellos se auto-perciban como representantes del interés general de los trabajadores, son mal que les pese un grupo de presión)  para intentar arrancarle al  gobierno  las políticas públicas que beneficien o al menos que  no perjudiquen a sus afiliados, en este caso concreto la cuestión impositiva.

Pero  no  es este el significado cuando se denuncia, se estigmatiza al paro gremial, sobre todo desde el oficialismo, de “paro político”.

Más allá de la naturaleza conflictiva, desde el elenco gubernamental se percibe  en este Paro un propósito superior por parte de los responsables a una  demanda social o económica, legítima o no, discutible o no. Se percibe en este cese de actividades  un interés político de mayores dimensiones vinculado al objetivo de degastar la imagen e incluso  la gobernabilidad del oficialismo kirchnerista frente a la cercanía de las elecciones nacionales presidenciales  y evitar  de este modo la continuidad del actual proyecto en el gobierno.

Es obvio que en esta percepción, en este diagnóstico del Frente por la Victoria no es desacertado,  algo de eso existe. Los actores involucrados en el Paro no son ingenuos y son conscientes que contribuyen a desgastar políticamente al gobierno, más allá de la demanda sindical en particular.


5)  En este contexto, hay que decirlo (aunque duela ya que tengo varios amigos ahí) el rol de los partidos o sindicatos pertenecientes al segmento izquierdista deja mucho que  desear


Si la izquierda, en todo el proceso K,  ha buscado diferenciarse del gobierno y es opositor al mismo en función de respetar sus principios programáticos y axiológicos en cierto punto es respetable, pero la incoherencia o la contradicción ideológica es evidente si te movilizás o “parás” con el sindicalismo más rancio y conservador, mientras te aplauden los sectores partidarios de derecha al borde de una elección nacional en connivencia con el aparato mediático hegemónico.


Las izquierdas “viven” criticando y visibilizando las contradicciones, los dobleces por derecha del gobierno nacional y popular desde un purismo ideológico y axiomático que ellos violan desde el momento que confluencian fuerzas con sectores más reaccionarios y recalcitrantes del mapa político y sindical vernáculo.


Si te vas a diferenciar del gobierno nacional por “izquierda”, distanciate de modo claro y contundente en la práctica política y social de la derecha sindical, partidaria y mediática, que a priori resultaría una empresa más  factible por la abismal distancia ideológica. Pero no. Autojustifican  que su accionar está fundado en  una alianza táctica y coyuntural para desgastar al gobierno “burgués” tibiamente reformista, pero observando las encuestas previas a las elecciones presidenciales del presente año no se percibe un giro hacia la izquierda de la sociedad argentina, sino todo lo contrario.


Por otra parte, la derecha partidaria busca capitalizar cada protesta o demanda social  de naturaleza patronal o sindical con discursos y propuestas facilistas o demagógicas de difícil concreción sino se desea desfinanciar al Estado.


Si sectores de la burguesía y clases medias reniegan del cepo cambiario, la derecha institucional sale apresurada al espacio mediático a prometer su eliminación en caso de llegar a la Casa Rosada. Si el “campo” pide eliminar las retenciones su discurso es similar. Si los gremios, como en este caso, reclaman por el impuesto a las ganancias, prometen su inmediata supresión.

En caso hipotético de ser oficialismo la derecha, a partir  de un triunfo electoral en las presidenciales de este año, y  dar respuesta  a las demandas con estos criterios impositivos, no habría economía ni Estado que aguante.

 De aplicar este menú de medidas, quedaría desguazado de recursos el sector público para cumplir con sus políticas sociales entre otras. Salvo que se remita al endeudamiento para gasto corriente o para garantizar un funcionamiento mínimo del aparato estatal. Sería un regreso a una variante neoliberal. Ya sabemos como termina eso.