La constelación Frente por la victoria-peronismo, tras la derrota presidencial, está sufriendo algunos desgranamientos por derecha y por izquierda.
Por derecha, senadores y diputados que responden
a gobernadores conservadores,
intendentes del conurbano que necesitan una relación fluida con el poder
central del PRO para lograr el financiamiento que haga sostenibles y gobernables
sus distritos. El denominado peronismo “territorial”. Por izquierda el reciente alejamiento del Movimiento Evita.
Este se
constituyó en un movimiento social de base, antagónico al neoliberalismo
durante los ‘90, luego fue incorporado a estructuras del Estado en provincia de Bs
As en torno a la Secretaria de Agricultura Familiar durante el kirchnerismo en
gestión, y hoy se ven obligados negociar
con la actual gobernadora Maria Eugenia Vidal para mantener a flote su armado
social y político.
Quizás, ambos
sectores, pejotismo y evitismo, solicitaban desde hace tiempo, la "conduccion" de Cristina para tener un trato "racional" con
el oficialismo que incluya oposición y negociacion.
Sin embargo
ese no ha sido el rol que la misma Cristina y el kirchnerismo puro que le responden en el parlamento y sus organizaciones
juveniles han querido asumir.
El kirchnerismo puro prefiere no arriesgarse a negociar las banderas y logros de estos 12 años en aras de un “peronismo unido”, cuyas facciones tienden hacer “juegos propios” tras una derrota nacional y a tomar distancia de una Cristina demonizada por los medios de comunicación hegemónicos.
La intuición política del pejotismo y también el Movimiento Evita es que la postura “terca” de Cristina y “sectaria” de los kirchneristas puros que la siguen terminen llevando a la experiencia “nacional y popular” a un escenario testimonial y periférico en las próximas elecciones.
El kirchnerismo puro prefiere no arriesgarse a negociar las banderas y logros de estos 12 años en aras de un “peronismo unido”, cuyas facciones tienden hacer “juegos propios” tras una derrota nacional y a tomar distancia de una Cristina demonizada por los medios de comunicación hegemónicos.
La intuición política del pejotismo y también el Movimiento Evita es que la postura “terca” de Cristina y “sectaria” de los kirchneristas puros que la siguen terminen llevando a la experiencia “nacional y popular” a un escenario testimonial y periférico en las próximas elecciones.
Están observando y previendo la posibilidad de que el regreso del campo “nacional y popular”
al gobierno sea más complejo que lo previsto por el kirchnerismo puro.
Temen que, con el regreso al endeudamiento y alguna dosis de pragmatismo social
(ampliación de la asignación por hijo, conservación y actualización de ingresos
sociales), esta nueva derecha que, por primera vez en la historia argentina
gana una elección sin proscripciones ni fraudes, conforme un nuevo bloque
social difícil de derrotar en el corto plazo.
En este sentido la estrategia entonces pasaría por ir hacia
un horizonte de reunificación de las
facciones peronistas partidarias y sindicalistas alrededor de un PJ normalizado
que por diversos motivos se fueron alejando del kirchnerismo.
Asi desde otra correlación de fuerza (que incluye la
autocrítica por la derrota presidencial), se piensa, se podría enfrentar con algún éxito
a la nueva derecha gobernante en futuros comicios.
En ese escenario, el kirchnerismo sería incorporado y
convocado pero no como fuerza dominante sino como un actor más en la nueva
coalición.
Desde el kirchnerismo puro no pueden ver sino traiciones
desde esta postura porque debilitan el liderazgo de Cristina y ponen palos en
la rueda a un regreso pronto del Proyecto.
Además, se citan casos de gestión provincial, como el de Alicia
Kirchner en Santa Cruz o de administración de intendencias como el de Jorge Capitanich en Resistencia, Chaco (este último proveniente de las filas
pejotistas-duhaldistas en el pasado reciente) de oposición frontal al gobierno
nacional macrista y de defensa cerrada al liderazgo de Cristina, aunque también
necesiten de financiamiento para gobernar sus distritos.
El kirchnerismo confía
en las multitudinarias “plazas del pueblo”, que convocan algunos de sus
principales referentes, como demostración de fuerza de cara a la sociedad.
Se confía que, más temprano que tarde, ante las políticas de
ajuste, devaluación, tarifazo del macrismo y el liderazgo convocante de Cristina
la ciudadanía va tomar conciencia de las diferencias de ambos “modelos” y se va
volcar nuevamente al Proyecto.
De preverse ese escenario optimista el PJ, diputados y
senadores conservadores de provincias, intendentes del conurbano y el mismo Evita
se les haría inevitable volver al redil dirigido por y desde el Frente por la Victoria.
Una muestra cabal de esta postura intransigente se pudo observar de entrada, tras la derrota electoral, en declaraciones del mismísimo Maximo Kirhncher en plena negociación con los Buitres del gobierno central, cuando arengó algo asi como “el establichment quiere un peronismo domesticado, disciplinado, aggiornado a sus intereses, es lo que no queremos nosotros”.
Para dirigentes del “movimiento evita”
y también para el pejotismo, en la práctica política cotidiana y concreta,
asumir una posición confrontativa estricta y cerrada al PRO vencedor constituye
hoy una posición equivocada y sectaria de cara a la sociedad y que termina siendo funcional al status-quo y a la perdurabilidad
en el tiempo de esta nueva derecha en el
gobierno nacional.
Desde el Evita se piensa que seguir con esta posición intransigente
del kirchnerismo puro se corre el peligro
de transformar al peronismo en una fuerza irrelevante de cara a las elecciones
que se avecinan.
Se trata en términos que lo solía plantear el expresidente
radical Raul Alfonsin apelando al clásico
sociólogo alemán Max Weber del enfrentamiento entre dos éticas: “la ética de la
responsabilidad” en la actitud de pejotismo y el Evita (mas allá de sus
diferencias ideológicas-conservadora popular los primeros, izquierdistas-nacionalistas
los segundos) que lidian en la gestión diaria con un gobierno central de otro
signo político y “la ética de las
convicciones” del kirchnerismo puro que se niega a bajar banderas e ideales que implique debilitar derechos ciudadanos conquistados
durante 12 años en aras de compartir una estrategia de poder con el resto del
justicialismo que no les garantiza tampoco un regreso seguro y pronto al
gobierno nacional.
El tiempo proveerá.
Mientras tanto, son días, por estas diferencias de perspectivas
sobre el futuro del campo “nacional y popular”
en el universo peronista, y la demonización y el desgaste que sufre el
kirchnerismo por el caso López por parte de los medios hegemónicos, donde quienes sonríen son Mauricio y su principal asesor
electoral Duran Barba de cara a los comicios legislativos del año que viene.
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