viernes, 26 de febrero de 2016

TENSIONES ENTRE BIENESTAR SOCIAL Y EXTRACTIVISMO EN AMERICA LATINA



En los años ’90, los movimientos sociales desocupados en Argentina y movimientos indígenas en otros países latinoamericanos, además de experiencias más institucionalizadas como el PT en Brasil o el Frente Amplio en Uruguay, inauguraron  la grieta antineoliberal.

En una cultura hegemonizada por el neoliberalismo donde la suerte de las personas se resolvía en el dios mercado y la política estaba subordinada a los poderes fácticos, los movimientos sociales y estas experiencias partidarias, que confluían en foros sociales internacionales, comenzaron a poner en agenda pública una serie de demandas anti-neoliberales como la resistencia a las privatizaciones, la recuperación de la soberanía estatal, la búsqueda de autonomía nacional de las políticas de ajuste de los organismos internacionales de crédito, la recuperación de las fuentes de trabajo, la universalización de las políticas sociales.

Estas demandas lograron construir hegemonía social,  especialmente a partir de los últimos años del siglo pasado y principios del XXI, logrando concretar y cristalizar dicha trasformación social y cultural en el ámbito político, reflejado en una serie de liderazgos progresistas en América Latina que tomaron dicha agenda. De modo más radical en Venezuela, Bolivia, y Ecuador, más tibiamente en Uruguay y Brasil, ocupando un lugar intermedio el kirchnerismo en Argentina (1)
Esa orientación contestataria,  se ve reflejada en el “No al ALCA” y los intentos de fortalecer la integración latinoamericana con la ampliación del Mercosur, y la creación de nuevos marcos institucionales supra-regionales como la Celac y la Unasur. 

Instancias donde se integra a Cuba evitando de este modo la discriminación histórica que sufre ese país en la OEA (Celac-Cuba). Además regresa el Estado, que había prácticamente sido sepultado por la ola conservadora de los ‘80 y ‘90, con nacionalizaciones, estatización y regulación sobre la economía en diferentes escalas e intensidades; la política aparece arbitrando, limitando  las facciones capitalistas y no como mero instrumento al servicio de las clases dominantes (Sotolowiz, Beatriz 2004).

Después de 12 años en promedio en la región de estas experiencias progresistas, se puede decir que el saldo es positivo en términos económicos y sociales. Se ha  producido cierta movilidad social ascendente de sectores sumergidos  en  la pobreza que pasaron a  formar parte de la clase media. Se ha ampliado el mercado interno y se han generado millones de puestos laborales.

Sin embargo, estos logros se vienen desarrollando, desenvolviendo sobre economías extractivistas y primarizadas con  problemas significativos  en términos socio -ambientales.
Se presenta un dilema entonces de compleja resolución entre bienestar social y material y armonía socio-ambiental. Este dilema está presente tomando como ejemplo la letra de la Constitución Boliviana donde se reconoce el “buen vivir”, el pachamamismo y la armonía con la naturaleza en uno de sus artículos  conjuntamente con la búsqueda de la justicia social en los sectores indígenas tradicionalmente discriminados y excluidos (ver Constitución Boliviana).
Se puede decir que estos dos objetivos centrales en la agenda de los gobiernos progresistas  son los que entran en tensión actualmente en  América Latina.

Sin embargo, el problema del  extractivismo basado en una economía preponderante de  exportación de materias primas es un problema estructural de siglos en América  Latina desde la vieja colonia española pasando por la británica en el siglo XIX hasta la dominación de las transnacionales norteamericanas en el siglo XX hasta esta parte. Basta con darle una hojeada a “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano para dar cuenta de esto ( Galeano Eduardo, 2003) .
Igualmente, desde cierto pensamiento progresista ambientalista está tensión entre mejora social y ambientalismo  pareciera no existir.
En este sentido, se niega toda mejora social  o material en estos años alegando que el rédito económico en las localidades donde se produce el extractivismo es escaso y que los gobiernos nacionales sólo consiguen algunas “migajas” para mantener cooptados con planes sociales a los sectores pobres urbanos ( Svampa Maristela, 2013).

Lo cierto es que la creciente demanda internacional de los comodities, aunque no es la única causa, ha dotado a los gobiernos progresistas de divisas para mantener la gobernabilidad económica y la mejora sustancial de vastos sectores de la  población, en términos salariales y generación de empleo.
A diferencia de las gestiones neoliberales, que dejaron hacer un extractivismo en beneficio total a las multinacionales, las experiencias progresista han aplicado diferentes mecanismos -desde retenciones, regalías hasta estatizaciones- para captar parte de la renta en beneficio de sectores populares ( Garcia Linera Alvaro, 2011).

Igual, se hace necesario matizar la profundidad redistributiva de los gobiernos populares actuales. Estos a diferencia de sus homónimos de los años ‘40 y ‘50 se hallan con capacidades estatales recortadas frente a la denominada globalización financiera.

En esos años se podía ensayar una suerte de Estado de bienestar y políticas con mayor profundidad redistributivas tomado como referencia el  welfare europeo en base al pacto capital-trabajo fordista. Pacto que entra en crisis en la década del ‘70 del siglo pasado, y cuyos efectos aún sufrimos por la renuencia de la casta de capitalistas a reinvertir sus ganancias y su propensión a “la fuga permanente” en el casino de la globalización financiera mundial, en paraísos fiscales, sin contar con el chantaje que le realizan a los Estados exigiendo políticas de recorte salarial y flexibilización laboral si quieren gozar de sus servicios como inversores ( García Delgado Delgado, 2001).

Aún en este contexto de dificultades y hegemonía financiera global, los gobiernos progresistas han logrado avanzar en la lucha contra el flagelo de la indigencia con políticas sociales universales.
No obstante la media histórica de trabajo  informal (en negro) sigue siendo alta y es uno de los déficits laborales evidentes por los que deben seguir luchando y gestionando los procesos progresistas.
Para reducir  este flagelo, desde la perspectiva  de las gestiones progresistas latinoamericanas se hace  necesario captar  y producir mayores porciones de rentas extractivistas que se orienten, se podría decir aun a costa de generalizar,  a dos grandes objetivos:

A) Generar procesos virtuosos de encadenamiento productivo de industrialización o lo que se denomina generar valor agregado en las exportaciones de materias primas, al tiempo que se profundice la sustitución de importaciones y la diversificación económica que reduzca la dependencia externa.

B) Otorgar apoyo financiero y  crediticio a las empresas  de pequeña escala que se les dificulta blanquear personal por las “altas cargas sociales” así como a los pequeños emprendedores de la economía popular que no poseen el material técnico ni los recursos económicos para siquiera comenzar sus proyectos.
En resumen, de lo que se trata, para la perspectiva progresista, es ampliar el excedente extractivista para volcarlo a la diversificación del aparato productivo que fomente exportaciones innovadoras al tiempo  que reduzca la dependencia importadora, problemas estructurales de las economías periféricas ( García Linera Alvaro, 2011).

En este marco, la búsqueda de inclusión social y laboral y las tensiones protección medio ambiental se presentan como un dilema de complicada resolución en el capitalismo dependiente y periférico.
Un primer paso posible en tren de reducir, minimizar los impactos socio-ambientales del extractivismo sería agudizar la actuación fiscalizadora del Estado, respetando a rajatabla la normativa actual en términos de exigir las mejores tecnologías, respetar las exigencias ambientales y establecer mecanismos de comunicación, participación y control ciudadana ( Gudynas, Eduardo 2011). Esto se podría lograr liberando recursos del propio extractivismo, aunque tendría el costo de reducción de partidas en otros ámbitos.

Ahora bien, una hoja de ruta que otorgue respuestas en un plazo razonable y solucione de cuajo la encrucijada bienestar social-ambientalismo implicaría, no sólo un problema de gestión gubernamental, sino un problema de concientización intersubjetiva desde la misma ciudadanía y sectores subalternos que generen una contra-hegemonía al modo de producción extractivista y el modo de consumo occidentalizado que el mismo sostiene.

Por lo que además de  reactualizar salarios, en las paritarias en  que los sectores medios y populares se ven beneficiados,  los sindicatos que los representen también deberían comenzar a pensar en términos cualitativos y no solo cuantitativos; porque una parte significativa de esos ingresos salariales suelen trasladarse al consumo internacionalizado que aspira divisas y que mantiene la industria concentrada y dependiente.

A modo de ejemplo, si tomamos el monocultivo sojero en Argentina, este sector provee de cuantiosas divisas que sirven para mantener la armaduría electrónica y automotriz que consume la clase media y no pocos sectores populares, por lo que habría que estar dispuesto en el caso de transitar el paso del agro-negocio a una agricultura agroecológica y diversificada a una merma de la generación de divisas por menor volumen y productividad exportadora, lo que implicaría una carencia de dólares para mantener  dicha armaduría.

Esta transición, de producirse, no es un lecho de rosas,  no se trata de una “realización mágica” como piensa cierto ultra-izquierdismo intelectual ( Sader Emir, 2009).

Primero porque encontraría  no sólo la oposición  del gran capital agrario internacional sino la resistencia de los medianos propietarios de la pampa húmeda, porque el cambio de paradigma productivo, exigiría volver a trabajar sus campos y dejar de vivir como rentistas en  este modelo concentrado de pool de siembras.

Segundo, porque segmentos no menores de clase media se verían privados del estilo de consumo occidentalizado al clausurar el ensamblaje industrial importador, por carencia de divisas para mantenerlo, (salvo que se apele al endeudamiento como lo hace hoy la derecha partidaria, pero la idea aquí está orientada a salir de la dependencia, no agudizarla).

De saldarse estos obstáculos, como consecuencia positiva y deseada,  esta limitación del “consumo americano”  minimizaría  la explotación petrolera, por la reducción de armado de automóviles.
Sin embargo aquí no concluye nuestro problema. Una vez solucionado esto, habría faltante de   divisa de la cual se nutren la fuga de capitales, lo que produciría una hiper-devaluación con consecuencias devastadoras para los salarios por un desplome de las reservas internacionales del Banco Central.
Anticipar este problema obligaría a profundizar las medidas con la estatización y nacionalización de la propiedad concentrada de la alta burguesía  industrial, financiera y agraria.

Esto tiene características  revolucionarias,  implica un cambio de radical de paradigma que incluiría altos  costos en ingobernabilidad y desestabilización institucional.  Se trata de un sendero complejo, problemático, altamente dificultoso y no ausente de sacrificios sociales y económicos, más si se realiza aisladamente desde un sólo  país.

Un camino, entonces, que tenga como horizonte la creciente emancipación de nuestros pueblos  quizás lleve décadas porque que requiere solidificar previamente la integración regional latinoamericana al tiempo de fomentar un mundo multipolar con alianzas estratégicas con otras naciones del sur como China, Rusia que permitan acumular suficientes fuerzas políticas sociales y económicas que puedan amortiguar o  limitar la reacción imperial prevista.

 (1)Revista América Latina en Movimiento, mayo 2012, 475.


BIBLIOGRAFIA

-Delgado Garcia  Daniel 2001, “Estado y Sociedad, la nueva relación a partir del cambio estructural”,(ed Norma)
-Galeano Eduardo, 2003(1971) “Las venas abiertas de América Latina” (Catálogos SRL, Bs As).
- Garcia Linera Alavaro 2011, “Las tenciones creativas de la revolución” http://www.alames.org/documentos/tensiones.pdf
-Gudynas Eduardo2011, “Diez tesis urgentes sobre el nuevo extractivismo” http://es.scribd.com/doc/52945770/Diez-tesis-urgentes-sobre-el-nuevo-extractivismo-de-Gudynas#
 -Sader Emir 2009 “El Nuevo Topo”, (Clacso, Siglo XXI).
-Sader Emir y  Gentili Pablo 2003, “La trama del neoliberalismo, Mercado Crisis y exclusión social”, Clacso.
 -Svampa Maristella, 2013 “El consenso de los comodities” Revista Nueva Sociedad, marzo-abril .
- Stolowicz  Beatriz, 2004“La izquierda Latinoamericana, gobierno y proyecto de cambio” Revista Nueva Política Nr1https://www.tni.org/files/download/left-s.pdf
-Revista Académica “América Latina en Movimiento”, mayo 2012, 475.

-Constitución Política del Estado plurinacional de Bolivia //www.harmonywithnatureun.org/content/documents/159Bolivia%20Consitucion.pdf

jueves, 4 de febrero de 2016

UN MES DE GESTIÓN PRO: ¿EL INICIO DEL CAMINO HACIA LA POBREZA CERO?

Este mes de gestión Pro, día tras día, semana a semana, no ha dejado de sorprendernos..(¿sorprendernos?)
Mauricio Macri, recordemos, ganó las elecciones presidenciales con un apretado 51 por ciento de los votos a favor contra el 49. Lo que refleja un país electoral partido prácticamente a la mitad. Esto no deslegitima su triunfo. Ganó y es el legítimo presidente de los argentinos.
El ajustado triunfo electoral sumado a una economía heredada sin graves problemas, casi pleno empleo, un país desendeudado, “gobernable” constituían un escenario propicio, que invitaban al Pro a una gestión moderada que tratara de gestionar y administrar mejor lo hecho al tiempo que convocara, que sedujera a quienes no lo habían votado.
Concretar un programa gradualista, que fuera acomodando las variables económicas sin grandes costos y sobresaltos como: A) Utilizar el swap chino para incentivar a los grandes exportadores a liquidar sus dólares, como hacía el gobierno anterior B) Devaluar gradualmente, que evitara un fogoneo inflacionario. C) Arreglar, y actualizar paritarias entorno a los números inflacionarios del 2015. D) Abrir el dialogo con el Congreso, dado que la mayoría está en manos del peronismo, e intentar aislar al kirchnerismo radicalizado.
Sin embargo, eligió el camino duro, que expresa cierto “revanchismo” de las clases dominantes y una regresión de derechos conseguidos de los sectores populares durante el kirchnerismo.
Es cierto, la han “levantado con pala” en estos años K, pero hay cuestiones del orden simbólico. Por ejemplo, la ley de medios de comunicación o intentar democratizar la justicia. Cuestiones del orden laboral: indisciplina, ausentismo de parte de la fuerza de trabajo en unidades productivas; y actitudes políticas y económicas por parte del Estado nacional como la desobediencia y autonomía del poder financiero internacional, paritarias que reactualizaban salarios (incluso en varios años por encima de la inflación), implementación de programas sociales universales que des-mercantilizan la fuerza de trabajo que tenía (y aun los tiene) “envenenados” a sectores concentrados del gran capital y porciones medianos y pequeños de la burguesía hegemonizados por aquel.
El nuevo presidente en lugar de “bonapartear” sobre las distintas fracciones del capital y el trabajo, (màs teniendo en cuenta que es minoría en el Congreso y gana por dos puntitos las elecciones, intentando captar el electorado más moderado del Frente por la Victoria) decidió rápidamente, en su estrategia, representar de modo directo y a fondo la reacción del gran capital extranjero y local contra los trabajadores.
Aplica una devaluación feroz, que implica una colosal transferencia del excedente desde los ingresos fijos asalariados a los exportadores, lo complementa con la expulsión de miles de trabajadores, en los ámbitos públicos y privados, parálisis de la obra pública y tarifazo en los servicios inminente.
Esta brutalidad, necesita como condición indispensable acallar voces disidentes, supresión de la ley de medios, expulsión de periodistas opositores, criminalización de la protesta (que incluye el colmo de encarcelamiento y detención de luchadores sociales y sindicalistas, violando todo tipo de garantías y derechos individuales propios de una democracia republicana) sin contar con los decretazos insólitos de nombramiento de jueces a la Corte Suprema sin la participación del Congreso.
A pesar de la brutalidad, buena parte de la ciudadanía, se haya todavía como aletargada, como anestesiada, (imaginen un escenario en el cual el kirchnerismo en el gobierno hubiera tomado estas medidas Pro) y en esto hacen el trabajo fino los medios hegemónicos de comunicación, mediante un blindaje mediático inaudito en los años de democracia, que refleja una coincidencia plena ente poder político, económico y comunicacional.
El postre de todo esto, es que encima viene cargado de un lenguaje elitista, racista, con ecos de la dicotomía “civilización y barbarie” del siglo XIX, al tiempo que se minimiza la violación de los derechos humanos durante la última dictadura.
A pesar de este mes inaugural, que describe y promete un escenario social y económico espantoso para las clases subalternas, mal no viene, con fines pedagógicos, explicativos, descriptivos si se quiere, ponernos por un instante en la piel, en el lugar, en “la cabeza” de los miembros del gobierno del PRO y del presidente Mauricio Macri.
Tratemos de aceptar que está entre sus intenciones genuinas “el interés general”, el “bien común” de todos los argentinos, y que estas medidas “duras” son necesarias, configuran una especie de costos transicionales que hay que asumir, que hay que adoptar para llegar a su promesa de campaña de “pobreza cero”.
Repasando, se puede decir que el programa implementado por la gestión de gobierno que busca llegar al paraíso prometido esta dotado de tres patas:
1) Desregulación del sector financiero, a partir de la apertura de la cuenta capital a los capitales “golondrinas”, regreso al endeudamiento, libre disponibilidad de divisas (¡Chau cepo!). Coctel que implica una subordinación económica y geopolítica a EE.UU y el FMI.
2) La nombrada devaluación que permite la absorción de porción de los ingresos de sectores populares en beneficio de la elite exportadora.
3) Aumento del desempleo buscando disciplinar paritarias en sectores organizados del trabajo.
Este programa, con estas condiciones, busca como objetivo principal incentivar al capital concentrado a relanzar el proceso de acumulación capitalista argentino para volver a un fuerte creciente económico que termine de incorporar, con la generación de fuentes laborales “genuinas” al porcentaje de compatriotas que aún lidia con la pobreza.
Sin embargo, aún reconociendo estas buenas intenciones, hay que recordarles a Mauricio Macri y sus ministros y militantes que más mercado, más capitalismo no logra perforar los bolsones de pobreza que aún quedan en la economía nacional.
Durante los gloriosos ‘90, el “relato” era el mismo. Se trataba, como ahora, de liberar a las fuerzas productivas de las “ataduras” del Estado, y a pesar del crecimiento logrado en algunos años de la convertibilidad, los beneficios no llegaron a todos, es más el desempleo que se prometía como transitorio no dejó de subir año tras año hasta convertirse en una verdadera pesadilla social que fue unos de los causantes centrales del derrumbe de la experiencia gobernante de la Alianza.
Durante años recientes, Nestor y Cristina tomaron nota que no alcanzaba con “tasas chinas” de crecimiento y auge económico para sacar a todos los argentinos de la pobreza, entendieron que hay un núcleo duro de la población que no percibe, que nunca vé los beneficios del mercado, de allí la necesidad de la implementación de políticas sociales y la actuación del Estado para intentar paliar la situación.
Si apelamos a la economía política comparada, los países que mantuvieron la ortodoxia monetarista y son considerados países exitosos por el mainstream liberal en América Latina como son los casos de: Perú, Colombia y la Chile heredera del neoliberalismo de los chigago boys de Pinochet , a pesar de años de crecimiento por el aumento de materias primas exportables, son de las experiencias que menos avances han tenido en la lucha contra la desigualdad y la pobreza en el contexto de gobiernos progresistas en la región.
Rápida moraleja: es más Estado lo que se necesita, no menos. Más y mejor planificación, no menos, si realmente se desea erradicar la pobreza en forma genuina.
En un escenario exitoso el programa ultra liberal de los "CEOs" de Mauricio Macri, puede lograr aplanar la inflación vía endeudamiento y recorte del gasto público, que le permita incluso ganar elecciones, pero de respetar esta orientación a rajatabla el objetivo de “pobreza cero” constituye una quimera.
En un escenario de fracaso, quizás no sean necesarias las palabras. El combo de recesión, desempleo, conduce a aumentos siderales de la pobreza y la indigencia en crecientes capas de la población, alta conflictividad social, ingobernabilidad. Una copia fiel del final catastrófico de los ´90.