En los años ’90, los
movimientos sociales desocupados en Argentina y movimientos indígenas en otros
países latinoamericanos, además de experiencias más institucionalizadas como el
PT en Brasil o el Frente Amplio en Uruguay, inauguraron la grieta antineoliberal.
En una cultura
hegemonizada por el neoliberalismo donde la suerte de las personas se resolvía
en el dios mercado y la política estaba subordinada a los poderes fácticos, los
movimientos sociales y estas experiencias partidarias, que confluían en foros
sociales internacionales, comenzaron a poner en agenda pública una serie de
demandas anti-neoliberales como la resistencia a las privatizaciones, la
recuperación de la soberanía estatal, la búsqueda de autonomía nacional de las
políticas de ajuste de los organismos internacionales de crédito, la
recuperación de las fuentes de trabajo, la universalización de las políticas
sociales.
Estas demandas
lograron construir hegemonía social,
especialmente a partir de los últimos años del siglo pasado y principios
del XXI, logrando concretar y cristalizar dicha trasformación social y cultural
en el ámbito político, reflejado en una serie de liderazgos progresistas en
América Latina que tomaron dicha agenda. De modo más radical en Venezuela,
Bolivia, y Ecuador, más tibiamente en Uruguay y Brasil, ocupando un lugar
intermedio el kirchnerismo en Argentina (1)
Esa orientación
contestataria, se ve reflejada en el “No
al ALCA” y los intentos de fortalecer la integración latinoamericana con la
ampliación del Mercosur, y la creación de nuevos marcos institucionales
supra-regionales como la Celac y la Unasur.
Instancias donde se
integra a Cuba evitando de este modo la discriminación histórica que sufre ese
país en la OEA (Celac-Cuba). Además regresa el Estado, que había prácticamente sido
sepultado por la ola conservadora de los ‘80 y ‘90, con nacionalizaciones,
estatización y regulación sobre la economía en diferentes escalas e
intensidades; la política aparece arbitrando, limitando las facciones capitalistas y no como mero
instrumento al servicio de las clases dominantes (Sotolowiz, Beatriz 2004).
Después de 12 años en
promedio en la región de estas experiencias progresistas, se puede decir que el
saldo es positivo en términos económicos y sociales. Se ha producido cierta movilidad social ascendente
de sectores sumergidos en la pobreza que pasaron a formar parte de la clase media. Se ha
ampliado el mercado interno y se han generado millones de puestos laborales.
Sin embargo, estos
logros se vienen desarrollando, desenvolviendo sobre economías extractivistas y
primarizadas con problemas
significativos en términos socio -ambientales.
Se presenta un dilema
entonces de compleja resolución entre bienestar social y material y armonía
socio-ambiental. Este dilema está presente tomando como ejemplo la letra de la
Constitución Boliviana donde se reconoce el “buen vivir”, el pachamamismo y la
armonía con la naturaleza en uno de sus artículos conjuntamente con la búsqueda de la justicia
social en los sectores indígenas tradicionalmente discriminados y excluidos
(ver Constitución Boliviana).
Se puede decir que
estos dos objetivos centrales en la agenda de los gobiernos progresistas son los que entran en tensión actualmente
en América Latina.
Sin embargo, el
problema del extractivismo basado en una
economía preponderante de exportación de
materias primas es un problema estructural de siglos en América Latina desde la vieja colonia española
pasando por la británica en el siglo XIX hasta la dominación de las
transnacionales norteamericanas en el siglo XX hasta esta parte. Basta con
darle una hojeada a “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano
para dar cuenta de esto ( Galeano Eduardo, 2003) .
Igualmente, desde
cierto pensamiento progresista ambientalista está tensión entre mejora social y
ambientalismo pareciera no existir.
En este sentido, se
niega toda mejora social o material en
estos años alegando que el rédito económico en las localidades donde se produce
el extractivismo es escaso y que los gobiernos nacionales sólo consiguen
algunas “migajas” para mantener cooptados con planes sociales a los sectores
pobres urbanos ( Svampa Maristela, 2013).
Lo cierto es que la creciente demanda internacional de los comodities, aunque no es la única causa, ha dotado a los
gobiernos progresistas de divisas para mantener la gobernabilidad económica y
la mejora sustancial de vastos sectores de la
población, en términos salariales y generación de empleo.
A diferencia de las
gestiones neoliberales, que dejaron hacer un extractivismo en beneficio total a
las multinacionales, las experiencias progresista han aplicado diferentes
mecanismos -desde retenciones, regalías hasta estatizaciones- para captar parte
de la renta en beneficio de sectores populares ( Garcia Linera Alvaro, 2011).
Igual, se hace
necesario matizar la profundidad redistributiva de los gobiernos populares
actuales. Estos a diferencia de sus homónimos de los años ‘40 y ‘50 se hallan
con capacidades estatales recortadas frente a la denominada globalización
financiera.
En esos años se podía ensayar una suerte de Estado de bienestar y políticas con mayor profundidad redistributivas tomado como referencia el welfare europeo en base al pacto capital-trabajo fordista. Pacto que entra en crisis en la década del ‘70 del siglo pasado, y cuyos efectos aún sufrimos por la renuencia de la casta de capitalistas a reinvertir sus ganancias y su propensión a “la fuga permanente” en el casino de la globalización financiera mundial, en paraísos fiscales, sin contar con el chantaje que le realizan a los Estados exigiendo políticas de recorte salarial y flexibilización laboral si quieren gozar de sus servicios como inversores ( García Delgado Delgado, 2001).
Aún en este contexto
de dificultades y hegemonía financiera global, los gobiernos progresistas han
logrado avanzar en la lucha contra el flagelo de la indigencia con políticas
sociales universales.
No obstante la media
histórica de trabajo informal (en negro)
sigue siendo alta y es uno de los déficits laborales evidentes por los que
deben seguir luchando y gestionando los procesos progresistas.
Para reducir este flagelo, desde la perspectiva de las gestiones progresistas
latinoamericanas se hace necesario
captar y producir mayores porciones de
rentas extractivistas que se orienten, se podría decir aun a costa de
generalizar, a dos grandes objetivos:
A) Generar procesos
virtuosos de encadenamiento productivo de industrialización o lo que se
denomina generar valor agregado en las exportaciones de materias primas, al
tiempo que se profundice la sustitución de importaciones y la diversificación
económica que reduzca la dependencia externa.
B) Otorgar apoyo
financiero y crediticio a las
empresas de pequeña escala que se les
dificulta blanquear personal por las “altas cargas sociales” así como a los
pequeños emprendedores de la economía popular que no poseen el material técnico
ni los recursos económicos para siquiera comenzar sus proyectos.
En resumen, de lo que
se trata, para la perspectiva progresista, es ampliar el excedente
extractivista para volcarlo a la diversificación del aparato productivo que fomente
exportaciones innovadoras al tiempo que
reduzca la dependencia importadora, problemas estructurales de las economías
periféricas ( García Linera Alvaro, 2011).
En este marco, la
búsqueda de inclusión social y laboral y las tensiones protección medio ambiental
se presentan como un dilema de complicada resolución en el capitalismo
dependiente y periférico.
Un primer paso posible
en tren de reducir, minimizar los impactos socio-ambientales del extractivismo
sería agudizar la actuación fiscalizadora del Estado, respetando a rajatabla la
normativa actual en términos de exigir las mejores tecnologías, respetar las
exigencias ambientales y establecer mecanismos de comunicación, participación y
control ciudadana ( Gudynas, Eduardo 2011). Esto se podría lograr liberando
recursos del propio extractivismo, aunque tendría el costo de reducción de
partidas en otros ámbitos.
Ahora bien, una hoja
de ruta que otorgue respuestas en un plazo razonable y solucione de cuajo la
encrucijada bienestar social-ambientalismo implicaría, no sólo un problema de
gestión gubernamental, sino un problema de concientización intersubjetiva desde
la misma ciudadanía y sectores subalternos que generen una contra-hegemonía al
modo de producción extractivista y el modo de consumo occidentalizado que el
mismo sostiene.
Por lo que además
de reactualizar salarios, en las
paritarias en que los sectores medios y
populares se ven beneficiados, los
sindicatos que los representen también deberían comenzar a pensar en términos
cualitativos y no solo cuantitativos; porque una parte significativa de esos
ingresos salariales suelen trasladarse al consumo internacionalizado que aspira
divisas y que mantiene la industria concentrada y dependiente.
A modo de ejemplo, si
tomamos el monocultivo sojero en Argentina, este sector provee de cuantiosas
divisas que sirven para mantener la armaduría electrónica y automotriz que
consume la clase media y no pocos sectores populares, por lo que habría que
estar dispuesto en el caso de transitar el paso del agro-negocio a una
agricultura agroecológica y diversificada a una merma de la generación de
divisas por menor volumen y productividad exportadora, lo que implicaría una
carencia de dólares para mantener dicha
armaduría.
Esta transición, de
producirse, no es un lecho de rosas, no
se trata de una “realización mágica” como piensa cierto ultra-izquierdismo intelectual ( Sader Emir, 2009).
Primero porque encontraría no sólo la oposición del gran capital agrario internacional sino la resistencia de los medianos propietarios de la pampa húmeda, porque el cambio de paradigma productivo, exigiría volver a trabajar sus campos y dejar de vivir como rentistas en este modelo concentrado de pool de siembras.
Segundo, porque segmentos no menores de clase media se verían privados del estilo de consumo occidentalizado al clausurar el ensamblaje industrial importador, por carencia de divisas para mantenerlo, (salvo que se apele al endeudamiento como lo hace hoy la derecha partidaria, pero la idea aquí está orientada a salir de la dependencia, no agudizarla).
De saldarse estos
obstáculos, como consecuencia positiva y deseada, esta limitación del “consumo americano” minimizaría la explotación petrolera, por la reducción de
armado de automóviles.
Sin embargo aquí no
concluye nuestro problema. Una vez solucionado esto, habría faltante de divisa de la cual se nutren la fuga de
capitales, lo que produciría una hiper-devaluación con consecuencias
devastadoras para los salarios por un desplome de las reservas internacionales
del Banco Central.
Anticipar este
problema obligaría a profundizar las medidas con la estatización y
nacionalización de la propiedad concentrada de la alta burguesía industrial, financiera y agraria.
Esto tiene
características revolucionarias, implica un cambio de radical de paradigma que
incluiría altos costos en
ingobernabilidad y desestabilización institucional. Se trata de un sendero complejo,
problemático, altamente dificultoso y no ausente de sacrificios sociales y
económicos, más si se realiza aisladamente desde un sólo país.
Un camino, entonces,
que tenga como horizonte la creciente emancipación de nuestros pueblos quizás lleve décadas porque que requiere
solidificar previamente la integración regional latinoamericana al tiempo de fomentar
un mundo multipolar con alianzas estratégicas con otras naciones del sur como
China, Rusia que permitan acumular suficientes fuerzas políticas sociales y
económicas que puedan amortiguar o
limitar la reacción imperial prevista.
(1)Revista América Latina en Movimiento, mayo
2012, 475.
BIBLIOGRAFIA
-Delgado Garcia Daniel 2001, “Estado y Sociedad, la nueva
relación a partir del cambio estructural”,(ed Norma)
-Galeano Eduardo, 2003(1971) “Las venas
abiertas de América Latina” (Catálogos SRL, Bs As).
- Garcia Linera Alavaro 2011, “Las tenciones
creativas de la revolución” http://www.alames.org/documentos/tensiones.pdf
-Gudynas Eduardo2011, “Diez tesis urgentes
sobre el nuevo extractivismo”
http://es.scribd.com/doc/52945770/Diez-tesis-urgentes-sobre-el-nuevo-extractivismo-de-Gudynas#
-Sader Emir 2009 “El Nuevo Topo”, (Clacso,
Siglo XXI).
-Sader Emir y Gentili Pablo 2003, “La trama del
neoliberalismo, Mercado Crisis y exclusión social”, Clacso.
-Svampa Maristella, 2013 “El consenso de los
comodities” Revista Nueva Sociedad, marzo-abril .
- Stolowicz
Beatriz, 2004“La izquierda Latinoamericana, gobierno y proyecto de
cambio” Revista Nueva Política Nr1https://www.tni.org/files/download/left-s.pdf
-Revista Académica “América
Latina en Movimiento”, mayo 2012, 475.
-Constitución Política del Estado plurinacional de Bolivia //www.harmonywithnatureun.org/content/documents/159Bolivia%20Consitucion.pdf
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