Aparentemente, Cristina no va a
intervenir de forma directa en las Paso presidenciales en el interior del Frente por la Victoria. Por lo que las chances del actual gobernador
de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli -el mejor posicionado en las
encuestas- de representar al kirchnerismo en las generales se mantienen intactas.
No obstante, en estos días ha pedido,
solicitado “humildad” a los candidatos oficialistas que menos miden en las encuestas
para que se bajen de la contienda electoral, lo que puede potenciar a Florencio Randazzo .
Scioli cuenta con el apoyo de un volumen importante de gobernadores pejotistas y sindicatos cercanos
al oficialismo. Cristina evita ir a un
enfrentamiento interno en la constelación
oficialista Frente Victoria-PJ, tal vez
por temor a un cisma que pueda dejar abierto las puertas del triunfo a la
oposición conservadora. Además se pueden poner en juego la permanencia de miles
de cargos institucionales en el aparato estatal de militantes jóvenes de Unidos y Organizados,
quienes tambalearían en sus puestos laborales en un hipotético conflicto con
Scioli y el PJ conservador.
El debate en las filas kirchneristas
sobre la estrategia de “omisión” o prescindencia
de la presidenta, “da” para un
largo debate, quizás, sin conclusiones cerradas.
Hay quienes piensan que hay que
permanecer en la mayor parte de la estructura institucional, conservar las
conquistas logradas, y “aguantar" a Scioli cuatro años; y quienes por contrapartida señalan la
necesidad de reeditar la “mitológica resistencia” en el llano, ésta vez en
clave kirchnerista para no licuar identidad y volver en las elecciones 2019,
conservando la mística.
En esta bifurcación, se podría ensayar
una crítica extremista al primer camino imaginando dos escenarios negativos para el
futuro kirchnerista, de seguir las huellas sciolistas a la presidencia:
Uno
si el desempeño del Sciolismo es mediocre o negativo en el gobierno, se corre
peligro que el kirchnerismo quede pegado como parte del universo sciolista-PJ en
el imaginario colectivo, y la sociedad termine volcándose a la oposición.
Por contrapartida, si a Scioli le va bien y logra
cierta prosperidad o crecimiento económico, se abre la posibilidad que triunfe en el 2019 y el sciolismo continúe cuatro años más, redondeando una totalidad de ocho, con el
peligro que el kirchnerimo sea recordado
como una agradable, pero efímera etapa peronista, como lo fue el menemismo en
los '90.
Tal vez esta última comparación peque de un exceso de pesimismo
teniendo en cuenta que el kirchnerismo ha
implicado, en un contexto marcado por la
banalización y la espectacularización de la política, una suerte de revolución
cultural, de repolitización y reideologización de segmentos significativos de
la sociedad, sobre todo de los mas jóvenes, en tanto durante el menemismo al tiempo que la sociedad civil,
disfrutaba de unos años de bonanza y de estabilidad económica defeccionaba de
la política parar reclutarse en el ámbito privado y el consumo hedonista.
También no es menos verídico,
si vale la comparación, que la “primavera alfonsinista” con el regreso de la
democracia despertó la militancia como hoy la despierta el kirchnerimno (tras la noche
negra de la dictadura) y hoy lamentablemente el alfonsinismo tal vez no pase
más de un feliz fugaz recuerdo de aquellos
jóvenes hoy cincuentones.
Sin embargo, no es
comparable en este sentido aquella efímera primavera alfonsinista con el kirchnerismo
actual, porque la gestión de Raúl Alfonsin concluyó catastróficamente
en una crisis de gobernabilidad reflejada
en los índices hiperinflacionarios, en tanto Cristina terminará su gestión con una
legitimidad social intacta después de doce años en el gobierno, en tanto las macro variables económicas parecen
medianamente estabilizadas.
En este sentido, hay
que decir que la gestión de los kicillof boys ha resultado bastante
satisfactoria.
Los jóvenes economistas han logrado estabilizar el frente
externo a partir de un aumento de las reservas de la divisa norteamericana del banco central, swa chino mediante, Bonar
2024 y aumentar la cartera de plazo fijo en pesos. Esto se ha logrado en un
escenario complicado y turbulento con el conflicto desatado con los fondos
buitres y la manija apocalíptica de los medios dominantes.
Igualmente dos desafíos les queda a los kicillof boys .
Uno de corto plazo que implica mantener estabilizados los precios en el mercado
evitando que la puga distributiva entre capital-y trabajo dispare una inflación
hoy controlada.
Otro
de largo plazo que tiene que ver con profundizar el proceso de sustitución de
importación, la re-industrialización, la diversificación y modificación del
aparato productivo que permita
incorporar a casi un tercio de la población económicamente activa que lidia con
la informalidad.
Esto implica, como señalan los economistas, pasar del crecimiento al desarrollo.
El primer desafío encuentra a los jóvenes miembros de la cartera económica en plena acción y gestión. En cuanto a la agenda de desarrollo, resulta hoy una incógnita la continuidad de la actual cartera económica en un hipotético gobierno sciolista.
Igualmente, más allá de la presencia o ausencia del actual ministro de economía y su equipo, el mismo Scioli apela al concepto de desarrollo en cuanta entrevista mediática se le presenta. Sin temor a exagerar es su latiguillo preferido.
Sin embargo, como señalaba el economista crítico Oscar Bráun a fines de la década de los '60 y principios de los '70, diversificar la sustitución de importaciones y avanzar hacia un desarrollo que aminore la dependencia económica tecnológica con el centro, se requiere de cuantiosos recursos, “no se puede hacer con moneditas”.
Claro que eso requiere afectar intereses para “profundizar”.
Como se sabe, al interior de la coalición oficialista, el sciolismo no encarna la versión más conflictiva y radicalizada que presuma una vocación confrontativa con sectores de poder interno y externo que permita regular, acaparar o disputar recursos, excedentes.
En la percepción sciolista parece primar una concepción “desarrollista” reducida a un trato conciliador y amistoso con el capital. Sólo con la presencia de un equipo “capacitado” esperan lograr mayor “confianza” en la inversión privada.
Lo cierto es que si se logra incrementar la denominada inversión extranjera directa que traiga los dólares que superen “el cuello de botella” siempre latente de una sustitución incompleta, se corre el peligro de tener pan para hoy y hambre para mañana.
La experiencia histórica del siglo XX evidencia que los flujos de divisas que pueden proveer en un comienzo la inversión extranjera, se vuelve en contra en el cercano futuro con la remisión de utilidades de las multinacionales a sus casas matrices, sin contar entre otras tramoyas ilegales como la fuga de capitales a partir de la sobrefacturación de importaciones y subfacturación de exportaciones.
Otra alternativa del sciolismo es el endeudamiento. Abrir la cuenta de capital que, tal vez pueda traer algunos años de crecimiento y bonanza en el consumo de sectores medios, pero sinó se maneja con criterios productivos y se cae nuevamente en “la burbuja” de la especulación financiera o el uso de gasto corriente, no sólo que pospone un desarrollo genuino que aminore la dependencia, sino que se corre el peligro de reeditar hechos sociales trágicos de la historia reciente.
Esto implica, como señalan los economistas, pasar del crecimiento al desarrollo.
El primer desafío encuentra a los jóvenes miembros de la cartera económica en plena acción y gestión. En cuanto a la agenda de desarrollo, resulta hoy una incógnita la continuidad de la actual cartera económica en un hipotético gobierno sciolista.
Igualmente, más allá de la presencia o ausencia del actual ministro de economía y su equipo, el mismo Scioli apela al concepto de desarrollo en cuanta entrevista mediática se le presenta. Sin temor a exagerar es su latiguillo preferido.
Sin embargo, como señalaba el economista crítico Oscar Bráun a fines de la década de los '60 y principios de los '70, diversificar la sustitución de importaciones y avanzar hacia un desarrollo que aminore la dependencia económica tecnológica con el centro, se requiere de cuantiosos recursos, “no se puede hacer con moneditas”.
Claro que eso requiere afectar intereses para “profundizar”.
Como se sabe, al interior de la coalición oficialista, el sciolismo no encarna la versión más conflictiva y radicalizada que presuma una vocación confrontativa con sectores de poder interno y externo que permita regular, acaparar o disputar recursos, excedentes.
En la percepción sciolista parece primar una concepción “desarrollista” reducida a un trato conciliador y amistoso con el capital. Sólo con la presencia de un equipo “capacitado” esperan lograr mayor “confianza” en la inversión privada.
Lo cierto es que si se logra incrementar la denominada inversión extranjera directa que traiga los dólares que superen “el cuello de botella” siempre latente de una sustitución incompleta, se corre el peligro de tener pan para hoy y hambre para mañana.
La experiencia histórica del siglo XX evidencia que los flujos de divisas que pueden proveer en un comienzo la inversión extranjera, se vuelve en contra en el cercano futuro con la remisión de utilidades de las multinacionales a sus casas matrices, sin contar entre otras tramoyas ilegales como la fuga de capitales a partir de la sobrefacturación de importaciones y subfacturación de exportaciones.
Otra alternativa del sciolismo es el endeudamiento. Abrir la cuenta de capital que, tal vez pueda traer algunos años de crecimiento y bonanza en el consumo de sectores medios, pero sinó se maneja con criterios productivos y se cae nuevamente en “la burbuja” de la especulación financiera o el uso de gasto corriente, no sólo que pospone un desarrollo genuino que aminore la dependencia, sino que se corre el peligro de reeditar hechos sociales trágicos de la historia reciente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario