martes, 5 de mayo de 2015

PUJA DISTRIBUTIVA, INFLACIÓN Y COMO SE BUSCA COMPENSAR EL “INFIERNO” DEL TRABAJO CON EL “PARAISO” DEL CONSUMO.



La inflación se ha estancado en estos dos últimos meses. El frente externo se ha tranquilizado después del swap chino y la  reciente salida al mercado financiero con el “Bonar 2024”, lo que demuestra que Argentina tiene acceso al mercado de capitales a pesar de la campaña mediática de la derecha y el ataque especulativo de los  fondos buitres.

Los sindicatos presionan al gobierno por paritarias  libres “sin techo” que superen el 30%. El gobierno ha otorgado cierta progresividad al impuesto a las ganancias para aquellos asalariados con ingresos entre 15.000 y 20.000 pesos, lo que implica un aumento entre el 5 y el 6 % de estos sueldos.

El Ministerio de Economía se muestra temeroso ante aumentos de ingresos que superen holgadamente el 30%.
Se aspira a que entre el 25 y el 26 % que otorga la burguesía y la reciente flexibilización del impuesto a las ganancias, los aumentos ronden  el 30%. Tal vez apenas por arriba, tal vez apenas por debajo, dependiendo de cada sector.

El gobierno tiene  temores lógicos  que incrementos “desmedidos” de los salarios en “blanco” reactualicen la puja distributiva. Es decir, que las empresas trasladen esos aumentos a la remarcación de precios de bienes finales elevando la inflación, perjudicando de este modo al resto de los asalariados más vulnerables: como los pequeños cuentapropistas, trabajadores informales, beneficiarios de planes sociales,  miembros de fábricas auto-gestionadas.

Por tal motivo, el gobierno, les solicita solidaridad para con sus compañeros de clase, a los trabajadores registrados para que moderen sus apetencias salariales.

Muchos de estos trabajadores registrados que habían sido excluidos del sistema laboral durante  la crisis del 2001, en el periodo kirchnerista han logrado creciente acceso al mercado de consumo masivo  tecnológico y no quieren perder en el progreso y modernización personal. “¿Sino para que trabajás?”, señalan.

O, en términos del  autor marxista John Holloway, en un capitalismo contemporáneo despótico en las unidades fabriles, alienados y rutinizados  en el proceso productivo, el trabajador compensa “el infierno” del trabajo con el paraíso del “consumo” en aquellas economías con Estados de Bienestar o intentos bienestaristas. El kirchnerismo sería un ejemplo de búsqueda bienestarista en esta economía periférica y dependiente.

Ademas, esta situación se complejiza, porque  masivos  aumentos salariales de los sectores mejor organizados y con capacidad de presión (si logran cierto excedente o capacidad de ahorro) se vuelcan a la compra de electrónica y a consumo en la industria automovilista que contienen un alto componente importado.  

Esto implica reducción de divisas del Banco Central para cumplir tales importaciones. Como se sabe, esta  reducción de dólares por “consumo” más la “fuga de capitales” traer aparejado bruscas devaluaciones y problemas de gobernabilidad a los gobiernos. 

Como señala el economista afín al oficialismo, Andres Asiain, no estamos en condiciones de ingresar en un “boom” de consumo de electrónica como los anteriores años del kirchnerismo y aconseja destinar recursos en salud, educación y construcción, sectores con baja o nula demanda de la divisa norteamericana.

A lo que  se le puede agregar que, aún si estuviéramos en un escenario de exceso de   dólares,  el “boom” de consumo internacionalizado  no colabora con una noción de desarrollo sustentable  perdurable en el tiempo y diversificación productiva, para que el país permita integrar a casi un tercio de la población que todavía lidia con  la informalidad y la inestabilidad laboral.

En relación a los trabajadores  “modernizados”, el pensamiento progresista o el mundo  sindical  en general deberían comenzara  pensar en no reducir la “cuestión laboral” en  términos  de demandas  estrictamente economicistas, que terminan siendo, en no pocas oportunidades, corporativas y  particularistas, para comenzar a debatir aspectos cualitativos del mundo del trabajo.

Quizás se debería abrir una agenda de debate que incorpore otras dimensiones del espacio laboral, que incluya pero supere la reactualización salarial, tales como: intensidad y horas de trabajo, democratización de los procesos productivos,  autonomía y creatividad, rotación y des-rutinización a partir de las cuales el trabajo  implique una gratificación por si mismo que busque moderar los deseos consumistas no indispensables (superfluos) del asalariado,  que fomentan los medios publicitarios de comunicación.


 Comenzar a abrir el horizonte de discusión sobre la denominada  sociedad de consumo” o en otros términos “el modo de vida norteamericano” no es una tarea sencilla, pero tampoco es totalmente ingenua  ni voluntarista si tenemos en consideración el contexto de búsqueda de socialismos del siglo XXI en países de nuestra América Latina.






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