viernes, 15 de mayo de 2015

CONTINUIDAD-DISCONTINUIDAD DEL KIRCHNERISMO, EL PROBLEMA DEL DESARROLLO.


Aparentemente, Cristina no va a intervenir  de forma directa en las Paso presidenciales en el interior del Frente por la Victoria.  Por lo que las chances del actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli  -el mejor posicionado en las encuestas- de representar al kirchnerismo en las generales se mantienen intactas.
No obstante, en estos días ha pedido, solicitado “humildad”  a los candidatos  oficialistas que menos miden en las encuestas para que se bajen de la contienda electoral, lo que puede potenciar  a Florencio Randazzo .

Scioli cuenta con el apoyo de  un volumen importante de  gobernadores pejotistas y sindicatos cercanos al oficialismo. Cristina  evita ir a un enfrentamiento interno  en la constelación oficialista Frente Victoria-PJ, tal vez  por temor a un cisma que pueda dejar abierto las puertas del triunfo a la oposición conservadora. Además se pueden poner en juego la permanencia de miles de cargos institucionales en el aparato estatal de militantes jóvenes de Unidos y Organizados, quienes tambalearían en sus puestos laborales en un hipotético conflicto con Scioli y el PJ conservador.

El debate en las filas kirchneristas sobre la estrategia  de “omisión” o prescindencia  de la presidenta, “da” para un largo  debate, quizás, sin conclusiones cerradas.

Hay quienes piensan que hay que permanecer en la mayor parte de la estructura institucional, conservar las conquistas logradas, y “aguantar" a Scioli cuatro años;  y quienes por contrapartida señalan la necesidad de reeditar la “mitológica resistencia” en el llano, ésta vez en clave kirchnerista para no licuar identidad y volver en las elecciones 2019, conservando la mística.

En esta bifurcación, se podría ensayar una crítica extremista  al primer camino  imaginando dos escenarios negativos para el futuro kirchnerista, de seguir las huellas sciolistas a la presidencia:

    Uno si el desempeño del Sciolismo es mediocre o negativo en el gobierno, se corre peligro que el kirchnerismo quede pegado como parte del universo sciolista-PJ en el imaginario colectivo, y la sociedad termine volcándose a la oposición.

Por contrapartida, si a Scioli le va bien y logra cierta prosperidad o crecimiento económico, se abre la posibilidad que triunfe en el 2019 y el sciolismo continúe  cuatro años más,  redondeando una totalidad de  ocho, con el peligro que el  kirchnerimo sea recordado como una agradable, pero efímera etapa peronista, como lo fue el menemismo en los '90.

Tal vez  esta última  comparación peque de un exceso de pesimismo teniendo en cuenta que  el kirchnerismo ha implicado, en un contexto  marcado por la banalización y la espectacularización de la política, una suerte de revolución cultural, de repolitización y reideologización de segmentos significativos de la sociedad, sobre todo de los mas jóvenes, en tanto durante  el  menemismo al tiempo que la sociedad civil, disfrutaba de unos años de bonanza y de estabilidad económica defeccionaba de la política parar reclutarse en el ámbito privado y el consumo hedonista.

También no es menos verídico, si vale la comparación, que la “primavera alfonsinista” con el regreso de la democracia despertó la militancia como hoy la despierta el kirchnerimno (tras la noche negra de la dictadura) y hoy lamentablemente el alfonsinismo tal vez no pase más de un feliz fugaz  recuerdo de aquellos jóvenes hoy  cincuentones.

Sin embargo, no es comparable en este sentido aquella  efímera primavera alfonsinista con el kirchnerismo actual,  porque  la gestión de Raúl Alfonsin concluyó catastróficamente en una crisis de gobernabilidad reflejada en los índices hiperinflacionarios, en tanto Cristina  terminará su gestión con una legitimidad  social intacta después de doce años en el gobierno, en tanto las macro variables económicas parecen medianamente estabilizadas.

En este sentido, hay que decir que la gestión de los kicillof boys ha resultado bastante satisfactoria.
Los jóvenes economistas han logrado estabilizar el frente externo a partir de un aumento de las reservas  de la divisa norteamericana  del banco central, swa chino mediante, Bonar 2024 y aumentar la cartera de plazo fijo en pesos. Esto se ha logrado en un escenario complicado y turbulento con el conflicto desatado con los fondos buitres y la manija apocalíptica de los medios dominantes.

Igualmente dos  desafíos les queda a los kicillof  boys .

Uno de corto plazo que implica mantener  estabilizados los precios en el mercado evitando que la puga distributiva entre capital-y trabajo dispare una inflación hoy controlada.

Otro de largo plazo que tiene que ver con profundizar el proceso de sustitución de importación, la re-industrialización, la diversificación y modificación del aparato  productivo que permita incorporar a casi un tercio de la población económicamente activa que lidia con la informalidad.

Esto implica, como señalan los economistas,  pasar del crecimiento al desarrollo.

El primer desafío encuentra a los jóvenes  miembros de la cartera económica en plena acción y gestión. En cuanto a la agenda de desarrollo, resulta hoy una incógnita la continuidad de la actual cartera económica en un hipotético gobierno sciolista.

Igualmente, más allá de la presencia o ausencia del actual ministro de economía y su equipo, el mismo Scioli apela al concepto de desarrollo en cuanta entrevista mediática se le presenta. Sin temor a exagerar es su latiguillo preferido.

Sin embargo, como señalaba el economista crítico Oscar Bráun a fines de la década de los '60 y principios de los  '70,  diversificar la sustitución de importaciones y avanzar hacia un desarrollo que aminore  la dependencia económica tecnológica con el centro, se requiere de cuantiosos recursos, “no se puede hacer con moneditas”.
Claro que eso requiere afectar intereses  para “profundizar”.  
Como se sabe, al interior de la coalición oficialista, el sciolismo no encarna la versión más conflictiva y radicalizada que presuma una vocación confrontativa con sectores de poder interno y externo que permita  regular, acaparar o disputar  recursos, excedentes.

En la percepción sciolista parece  primar una concepción “desarrollista”  reducida  a un trato conciliador y amistoso con el capital. Sólo con la presencia de un equipo “capacitado” esperan lograr mayor “confianza” en la inversión privada. 

Lo cierto  es que si se logra incrementar la denominada inversión extranjera directa que traiga los dólares que superen “el cuello de botella” siempre latente de una sustitución incompleta, se corre el peligro de tener pan para hoy y hambre para mañana.

La experiencia histórica del siglo XX evidencia que los flujos de divisas que pueden proveer en un comienzo la inversión extranjera, se vuelve en contra en el cercano futuro con la remisión de utilidades  de las multinacionales a sus casas matrices, sin contar entre otras tramoyas ilegales como  la fuga de capitales a partir de  la sobrefacturación de importaciones y  subfacturación de exportaciones.

Otra alternativa del sciolismo es el endeudamiento. Abrir la cuenta de capital que, tal vez pueda traer algunos años de crecimiento y bonanza en el consumo de sectores medios, pero sinó se maneja con criterios productivos y se cae nuevamente en “la burbuja” de  la especulación  financiera  o el uso de gasto corriente, no sólo que pospone un desarrollo genuino que aminore la dependencia, sino que se corre el peligro de reeditar  hechos sociales trágicos de la historia reciente.




martes, 5 de mayo de 2015

PUJA DISTRIBUTIVA, INFLACIÓN Y COMO SE BUSCA COMPENSAR EL “INFIERNO” DEL TRABAJO CON EL “PARAISO” DEL CONSUMO.



La inflación se ha estancado en estos dos últimos meses. El frente externo se ha tranquilizado después del swap chino y la  reciente salida al mercado financiero con el “Bonar 2024”, lo que demuestra que Argentina tiene acceso al mercado de capitales a pesar de la campaña mediática de la derecha y el ataque especulativo de los  fondos buitres.

Los sindicatos presionan al gobierno por paritarias  libres “sin techo” que superen el 30%. El gobierno ha otorgado cierta progresividad al impuesto a las ganancias para aquellos asalariados con ingresos entre 15.000 y 20.000 pesos, lo que implica un aumento entre el 5 y el 6 % de estos sueldos.

El Ministerio de Economía se muestra temeroso ante aumentos de ingresos que superen holgadamente el 30%.
Se aspira a que entre el 25 y el 26 % que otorga la burguesía y la reciente flexibilización del impuesto a las ganancias, los aumentos ronden  el 30%. Tal vez apenas por arriba, tal vez apenas por debajo, dependiendo de cada sector.

El gobierno tiene  temores lógicos  que incrementos “desmedidos” de los salarios en “blanco” reactualicen la puja distributiva. Es decir, que las empresas trasladen esos aumentos a la remarcación de precios de bienes finales elevando la inflación, perjudicando de este modo al resto de los asalariados más vulnerables: como los pequeños cuentapropistas, trabajadores informales, beneficiarios de planes sociales,  miembros de fábricas auto-gestionadas.

Por tal motivo, el gobierno, les solicita solidaridad para con sus compañeros de clase, a los trabajadores registrados para que moderen sus apetencias salariales.

Muchos de estos trabajadores registrados que habían sido excluidos del sistema laboral durante  la crisis del 2001, en el periodo kirchnerista han logrado creciente acceso al mercado de consumo masivo  tecnológico y no quieren perder en el progreso y modernización personal. “¿Sino para que trabajás?”, señalan.

O, en términos del  autor marxista John Holloway, en un capitalismo contemporáneo despótico en las unidades fabriles, alienados y rutinizados  en el proceso productivo, el trabajador compensa “el infierno” del trabajo con el paraíso del “consumo” en aquellas economías con Estados de Bienestar o intentos bienestaristas. El kirchnerismo sería un ejemplo de búsqueda bienestarista en esta economía periférica y dependiente.

Ademas, esta situación se complejiza, porque  masivos  aumentos salariales de los sectores mejor organizados y con capacidad de presión (si logran cierto excedente o capacidad de ahorro) se vuelcan a la compra de electrónica y a consumo en la industria automovilista que contienen un alto componente importado.  

Esto implica reducción de divisas del Banco Central para cumplir tales importaciones. Como se sabe, esta  reducción de dólares por “consumo” más la “fuga de capitales” traer aparejado bruscas devaluaciones y problemas de gobernabilidad a los gobiernos. 

Como señala el economista afín al oficialismo, Andres Asiain, no estamos en condiciones de ingresar en un “boom” de consumo de electrónica como los anteriores años del kirchnerismo y aconseja destinar recursos en salud, educación y construcción, sectores con baja o nula demanda de la divisa norteamericana.

A lo que  se le puede agregar que, aún si estuviéramos en un escenario de exceso de   dólares,  el “boom” de consumo internacionalizado  no colabora con una noción de desarrollo sustentable  perdurable en el tiempo y diversificación productiva, para que el país permita integrar a casi un tercio de la población que todavía lidia con  la informalidad y la inestabilidad laboral.

En relación a los trabajadores  “modernizados”, el pensamiento progresista o el mundo  sindical  en general deberían comenzara  pensar en no reducir la “cuestión laboral” en  términos  de demandas  estrictamente economicistas, que terminan siendo, en no pocas oportunidades, corporativas y  particularistas, para comenzar a debatir aspectos cualitativos del mundo del trabajo.

Quizás se debería abrir una agenda de debate que incorpore otras dimensiones del espacio laboral, que incluya pero supere la reactualización salarial, tales como: intensidad y horas de trabajo, democratización de los procesos productivos,  autonomía y creatividad, rotación y des-rutinización a partir de las cuales el trabajo  implique una gratificación por si mismo que busque moderar los deseos consumistas no indispensables (superfluos) del asalariado,  que fomentan los medios publicitarios de comunicación.


 Comenzar a abrir el horizonte de discusión sobre la denominada  sociedad de consumo” o en otros términos “el modo de vida norteamericano” no es una tarea sencilla, pero tampoco es totalmente ingenua  ni voluntarista si tenemos en consideración el contexto de búsqueda de socialismos del siglo XXI en países de nuestra América Latina.