domingo, 8 de febrero de 2015

Metamorfosis de la representación. Cultura política y kirchnerismo frente a las elecciones 2015




Desde fines del siglo XIX  hasta mediados del siglo XX los lazos de representación políticas estaban enmarcados en el paradigma del denominado partidos de masas o democracia de partidos como lo analizara Bernan Manin en su conocido artículo “La metamorfosis de la representación”.

Esta representación se caracterizaba por lealtades permanentes, partidos ideologizados, identidades fuertes y correspondencia perdurable  entre los intereses de los estratos sociales y los programas de los partidos políticos.

De este modo, en Europa el clivaje izquierda-derecha constituía  la escisión predominante del campo político. Generalmente los sectores proletarios votaban o inclinaban sus preferencias a los partidos comunistas o socialdemócratas y la burguesía y clases medias altas a partidos conservadores.

En el caso argentino el eje de escisión fue menos definido en términos de clase, puesto que la experiencia peronista fue policlasista y  anclado en un proyecto de soberanía estatal y liberación nacional. De todas maneras,  el clivaje se ordenó en torno a la escisión peronismo-antiperonismo. Donde el primero contaba con apoyo electoral de los trabajadores y el Radicalismo con la anuencia de las clases medias.

Simultáneamente los intereses de la oligarquía y la alta burguesía,  no pudieron constituir un partido de derecha con viabilidad electoral, apelaban a los golpes de estado militar para imponer sus intereses (Edgardo  Mocca).

En la década del ‘60 y ‘70 -especialmente con la llegada de la  globalización, las nuevas tecnologías y el predominio de los medios masivos  de comunicación- los lazos de representación se modifican, sufren al decir del politólogo Bernad Manin una metamorfosis. Se privilegia la imagen de los candidatos, el slogan a través de las campañas publicitarias de televisión, se desideologizan las propuestas partidarias, aparecen los denominados partidos “atrapa todo”, al tiempo que la subjetividad o conciencia de  clases se diluye y es reemplaza por la denominada opinión pública.

Las nuevas clases media, surgidas al calor del Estado de Bienestar en Europa y de la sociedad de consumo, difuminan la división de clases. Los patrones de consumo y los valores individualistas de la burguesía son asumidos como propios por parte de los sectores subalternos al tiempo que se debilitan los ideales revolucionarios.

En este escenario, los partidos políticos desideologizan sus posturas con el propósito de captar  el denominado “electorado independiente”,  orientando sus propuestas hacia el “centro” donde los medios de comunicación asumen un rol determinante.

En Argentina la cultura política basada en la “alternancia” entre militarismo y el movimientismo tenía particularidades propias, diferenciada de la cultura clasista de los países centrales, aunque la efervescencia ideológica y política se mantuvo e incluso se intensificó en los ‘70 con el regreso de Perón y el pregonado proyecto del socialismo nacional de la  izquierda peronista.

El regreso de la democracia en los ‘80 vino atravesado con la exaltación de las nociones de Estado de Derecho y las libertades individuales,  que cobran importancia tras la noche negra del Proceso. En ese marco se sale de la cultura  movimientista que ocupaba todo el escenario político y se va instalando un formato de sistema de partido con posibilidades de alternancia al estilo de las democracias centrales, en nuestro caso  mediante el bipartidismo radicalismo-peronismo.

Sin embargo, al mismo tiempo que se instauraba incipientemente una democracia de partidos, que en Argentina había estado ausente,  en el mundo los partidos dejaban de ser lo que habían sido en el pasado para adquirir relevancia la denominada democracia de lo público o de “audiencia” analizada por Bernan Manin  en el  citado artículo sobre “La metamorfosis de la representación”.

En nuestro caso también adquiere relevancia el impacto de los medios de comunicación en la política,  la mercadotecnia política, las encuestas y los sondeos de la opinión pública.

El problema que este nuevo formato democrático lejos de constituir una ciudadanía culta y virtuosa que controlara a los poderes, como pensaban los clásicos de la teoría democrática, se transforma en una masa gelatinosa,  volátil, inestable, ecléctica, y de baja intensidad ideológica .

Al respecto, el politólogo Hugo Quiroga señala que “este modelo mediático de la política no favorece precisamente la racionalidad discursiva, ni la racionalización. La idea de un ciudadano autónomo pareciera alejarse”.  Es más, afirma este autor puntano radicado en la Universidad de Rosario: “El votante en una misma elección puede elegir a un candidato de centro-izquierda a nivel nacional con otro de centroderecha a nivel provincial o viceversa”.

O como señalara alguien insospechado de pertenecer al mundo izquierdista crítico anti-sistema, el politólogo liberal Giovani Sartori: “la televisión transforma la noticia en entretenimiento y la información en espectáculo, contribuyendo a la producción de una visión cínica y espectacularizada de la política. En las democracias contemporáneas la opinión pública no es autónoma sino teledirigida”.

La consolidación de la hegemonía neoliberal en los `90 que colabora con una cultura política apática, hedonista e individualista acentúa y lleva al clímax esta metamorfosis de la representación. Señalaba en esos años  el sociólogo  de la FLACSO, Daniel García Delgado: “La gente cada vez espera menos de la política y se orienta hacia el mercado, lugar donde se decide si “va a salvarse” o no. Si la política estuvo en el pasado dominada por las nociones de clase y nación, esta pierde ahora esta determinación”.

De este modo, en un  escenario donde adquiere predominancia el marketing político, los sondeos de opinión, las encuestas y la personalización de la política por sobre los programas partidarios, el voto depende cada vez más de la “oferta política” o el clivaje estipulado por el candidato antes que un alineamiento de clases o social automático. En este marco el modelo militante entra en crisis porque ya no agrega poder (Daniel García Delgado).

Sin embargo, en paralelo a este horizonte noventista empapado de cierto tratamiento trivial, espectacularizado y banal de la política, se configura el surgimiento de voces contra-hegemónicas de los expulsados  del mundo del trabajo por las políticas de “ajuste”.

Los denominados movimientos sociales “piqueteros” tratan,  rescatan  la política  en los viejos lenguajes militantes, en torno a valores como la igualdad  social, la recuperación del Estado, la re-significación de la soberanía  frente a los poderes fácticos externos e internos,  la regulación del mercado.

Tras la crisis de representación e ingobernabilidad del 2001, donde los dirigentes son percibidos por  la sociedad como una casta privilegiada, autonomizada de los problemas sociales  (Quiroga Hugo), el frágil  sistema bipartidario  se desarticula en múltiples candidaturas. De esta forma se  agudiza  el surgimiento de  candidatos “intinerantes”, que surfean al calor de la agenda mediática, donde los partidos aparecen más como un “sello de goma”. (No está de más decir  que un ejemplo prototípico del político nómade es el de Elisa Carrio quien cortó con el Radicalismo para conformar  ARI, la Coalición Cívica posteriormente, luego la Alianza Faunen,  para terminar  en las filas macristas).

Por otra parte,  a partir del año 2003 se relegitima la autoridad presidencial  ya que el nuevo presidente Néstor Kirchner toma nota las demandas ideologizadas de movimientos sociales y sectores medios progres y las refleja  en políticas estatales.

El kirchnerismo implica en este sentido un intento de recuperación de la política en clave ideologizada y militante, como en el modelo anterior, esta vez en torno del clivaje neoliberalismo y antineoliberalismo, donde en el primero se hallan los intereses de las elites económicas, corporativas y políticas y en el segundo los intereses del pueblo.

En este sentido el K intenta reordenar el mapa político en torno a los proyectos de transversabilidad o concertación plural a partir de configurar una constelación centro-izquierdista por fuera del PJ.

Si bien el clivaje o la oferta electoral del kirchnerismo en torno a los ítems estado-mercado o política vs corporaciones, autoritarismo vs derechos humanos, anclado en la recuperación económica y cierto bienestar material en los sectores populares el kirchnerismo, logra altos índices de aprobación en la opinión pública, ésta, sabemos,  no es sólida  y se caracteriza por una morfología gaseosa y voluble.

El kirchnerismo, en su alianza circunstancial y táctica con los pulpos mediáticos, logra la anuencia de porciones significativas de esta  ciudadanía  fluctuante o de baja intensidad ideológica, quizás necesarias tras una legitimidad electoral de origen recortada del 22%, pero ante el conflicto con el establishment agro-mediático, el apoyo de la opinión pública se desploma como un castillo de arena.

El kirchnerimo no logra imponer en la sociedad una escisión propia de la cultura movimientista  como  la de pueblo-oligarquía durante el conflicto agrario y la anuencia de una opinión pública voluble y vaporosa que le había sido afín hasta ese momentos se desploma para migrar hacia otros candidatos electorales dotados de una cultura política más light, propia de la herencia cultual neoliberal o del formato democrático de lo “publico”, en  términos de Bernar Manin.

Esto se verá reflejado en la derrota electoral del propio Néstor Kirchner en un bastión  del peronismo, como es la provincia de Buenos Aires. El triunfo se alza  en manos de un candidato timorato como Francisco de Narvaez quien constituye  su campo electoral en torno a problemas que tiene “la gente”, sobredimensionados por los medios de comunicación antes que en proyectos ideologizados o relatos ideologizados de país.

No obstante el kirchnerismo, esquivando toda sugerencia conservadora de aggiornarse  para encajar en esta “democracia de audiencias inestable”, prefiere abandonar todo posibilismo. Entonces, dotado de un espíritu audaz y transgresor profundiza el camino progresista o izquierdista con medidas tales como  asignación universal, por hijo, ley de medios,  estatización AFJP  y Aerolíneas.

El kirchnerismo busca plasmar una cultura política donde, a contramano de la cultura dominante  de esta época posmoderna,  las ideas primen sobre las fugases imágenes, los programas sobre el marketing y la militancia colectiva predomine sobre el electorado fugaz y golondrina.

El kirchnerismo, como cultura política,  implica un repolitización y reideologización de sectores significativos de la sociedad especialmente en sus segmentos más jóvenes. No obstante ha resultado insuficiente.

Paradójicamente de cara a las elecciones  del 2015, los candidatos con mejores intención de votos son los que modulan una intensidad ideológica más moderada tales como Massa, Insaurralde,   el mismo Scioli al interior del Frente por la Victoria, más propia de la democracia pública o noventista.

Como los define el politólogo José Natanson, director del Lemonde Diplomatique, son políticos commodity. “Maestros en el arte de eludir definiciones fuertes, los políticos-commodity pueden, como Scioli, visitar el stand de Clarín el sábado y homenajear a Zaffaroni el miércoles, prometen, como Massa, cambiar lo malo dejando lo bueno, o directamente dudan entre jugar de un lado o del otro, como Insaurralde. Si los drones difuminan la línea que separa la guerra de la paz, ellos sobrevuelan con asombrosa agilidad la frontera entre gobierno y oposición que el kirchnerismo tanto se esfuerza en subrayar”.



Así, el coctel formado con la preeminencia, en las encuestas de opinión, de candidatos  “indefinidos” de cara a las elecciones presidenciales 2015, con  poderes mediáticos agudizando una campaña deslegitimadora del elenco kirchnerista gobernante, con la configuración de los conocidos “climas destituyentes”, la continuidad de la cultura k con un candidato del “palo” parece una empresa complicada.

El kirchnerismo se halla ante un dilema de difícil resolución. Si decide presentarse con un candidato moderado como Daniel Scioli, corre el riesgo de perder identidad y auto-limitarse en las transformaciones políticas culturales y sociales, al tiempo que no tiene garantizado el triunfo electoral. Si decide presentarse con un candidato propio, puede llevar a un cisma con parte del peronismo tradicional y conservador que apoya a Scioli, espantar al electorado “indeciso” hacia fórmulas o candidatos aparentemente “suaves” -que prometen continuar con lo bueno, pero evitar lo malo- y finalmente salir derrotado.

Para entender este dilema tal vez no sea descabellado apelar  a un viejo debate entre Juan Domingo Perón y su delegado John William Cooke, en Argentina durante la proscripción del peronismo en los ‘60. Cooke le demandaba a Perón la configuración de un peronismo compacto en términos ideológicos, nutrido de los cuadros más combativos, depurando del mismo a los elementos oportunistas, acomodaticios, adulones, burócratas  para evitar que el peronismo continuara siendo “un gigante invertebrado” y se consolidara como “el hecho maldito del país burgués”.  A lo que Perón le responde desde Madrid, “si voy sólo con los buenos, llego con muy pocos”.

Más allá de esta respuesta cargado de posibilismo del propio líder histórico del peronismo, la experiencia reciente indica que en  estos años   han sido  en los momentos débiles   donde el  kirchnerismo   dobla la apuesta y  muestra su carga más transgresora. Tal vez esta no sea la excepción.

Biografía Consultada

-Natanson Jose ,“Chocolate laxante” 1 de febrero, 2015, Pagina /12.

-Delgado Garcia Daniel,  “Estado y Sociedad” , 1994, Norma, Flacso, Bs As.

-Pousadela Inés, “Que se vayan todos, enigmas de la representación política”. Claves para todos, enigmas de la representación política, Capital Intelectual, 2006

-Mocca Edgardo, “Clivajes y actores políticos en la Argentina Democrática”, Revista Debates, 2009.

-Galasso Norberto, “Los hombre que reescribieron  la historia”, Punto de Encuentro, 2010.

-Manin Bernad, “La Metamorfosis de la Representación” en M. Dos Santos, comp ¿Qué queda de la Representación Política?, CLACSO, Nueva Sociedad, 1991

-Held David, “Modelos de Democracia”, México,Alianza 1992.

-Quiroga Hugo, “La República Desolada”, Edhasa, 2010

-Quiroga Hugo y Tcach Cesar (comp), “Argentina 1976-2006. Entre la sombra de la dictadura y el futuro de la democracia”, Homo Sapiens, 2006.




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