John Locke, autor
británico del siglo XVII, considerado el padre doctrinario del liberalismo en
su búsqueda de fundamentar, legitimar el poder político, por fuera del poder
divino y también de la tradición aristotélica, señalaba que anterior a toda
sociedad o comunidad política existe un estado de naturaleza conformado por
individuos libres que respetan espontáneamente sus derechos individuales sin
ninguna necesidad de autoridad política.
Este hipotético estado
de naturaleza está conformado por productores que respetan, sin necesidad de ningún
tipo de coerción, los derechos individuales de sus pares, como lo son: el
derecho a la vida, a la libertad y la propiedad. Sin embargo esta relativa armonía
entre seres racionales es una situación provisoria según Locke porque pueden aparecer
los “irracionales”, que ante la inexistencia de un poder coercitivo legal concentrado, aprovechan
para consumar actos delictivos. Los productores y comerciantes racionales,
según Locke, ante esta situación vandálica de los irracionales defienden por “justicia
propia” los derechos individuales, sobre todo el derecho a la propiedad asumiendo incluso el derecho de matar a los vándalos, los irracionales, los inadaptados,
los violentos ante la ausencia de una magistratura en común. Esta situación es
lo que Locke -siguiendo a otro autor inglés
como Tomas Hobbes- denomina
“estado de guerra”.
Alguna similitud con este
estado de guerra, fue el que se desató
en estos días en la ciudad argentina de Córdoba con el advenimiento de “irracionales”
invadiendo el ambiente de relativa calma en la relación entre comerciantes
“racionales”. Estos, como sus homónimos del estado de guerra de Locke, se creyeron con derecho a reaccionar
mediante “justicia por mano propia” ante
los irracionales y así defender sus pertenencias ante la ausencia del poder
coercitivo concentrado, es decir la policía estatal.
Locke, para evitar la
guerra de todos contra todos, propone un pacto, un contrato entre los
individuos donde cada uno cede su poder de “fuego particular” en un poder común, es decir en el poder
político que tendrá la función alienable de proteger los derechos individuales
(recordemos: vida, libertad, propiedad) de las personas. En este caso se
reflejaría en el regreso de la policía cordobesa
a sus funciones.
Rousseau, pensador
francés del siglo XVIII, considerado el padre de las ideas democráticas
modernas, va a percibir en la fundación
de la propiedad privada la raíz de todos los males del género humano. Con la
consagración de la propiedad privada habrá personas a las que “les irá bien”
por su capacidad natural, por esfuerzo y constituirá el sector de los ricos en
la sociedad, y a otros “les ira mal”, serán los pobres. Esto incluye un proceso
concentrador, donde los ricos van usurpando
terrenos de los pobres por lo que a su vez estos reaccionan con modos
violentos, asaltando, violando y matando. Esta situación consagra el denominado
estado de guerra que había planteado Locke, y anteriormente Hobbes. Según Rousseau
esta situación calamitosa se soluciona mediante un pacto ficticio donde los
ricos embaucan a los pobre mediante el convencimiento de la necesidad de la paz
social logrando que cada uno ceda el uso de la fuerza particular al poder político
que debe bregar por el bien común. Este es el pacto lockeano. Según Rousseau
este pacto carece de toda igualdad porque detrás de la configuración de un
poder político aparentemente igualitario permanece la división social entre “ricos
y pobre”. De este modo, la desigual real queda consagrada, cristalizada con la
desigualdad legal. El poder político no va a constituir sino un mero instrumento
de dominación de ricos sobre los pobres. Pensemos en De la Sota y su
capitalismo sojero cordobés.
Si “paraleemos” Rousseau
con Locke. Podemos ver que los racionales de Locke en realidad son los ricos en
Rousseau, y los irracionales en Locke son los pobres en Rousseau. Para el
primero el estado de guerra se desata por los irracionales. Como piensa mucha
“buena gente”: el estado de guerra en Córdoba se desata por los ataques de los
vándalos, “negros irracionales”, sin cuestionarse (en similitud con Locke) porqué surgen estos irracionales. Daría
la sensación, desde esta perspectiva, que los irracionales nacen “así”
naturalmente, y no tienen “solución”. Por el contrario, con Rousseau se percibe
que tal irracionalidad y el estado de guerra
se producen a raíz de la desigualdad que produce el nacimiento de la
propiedad privada.
Según Rousseau el hombre era feliz en el estado de naturaleza de una abundancia ilimitada. Es el advenimiento de la propiedad privada lo que divide a la humanidad entre ricos (los racionales en Locke) y pobre (los irracionales en Locke) dando origen a la anarquía o a la guerra de todos contra todos. Igualmente, Rousseau no va proponer la supresión de la propiedad privada para intentar solucionar el problema de la desigualdad (esa “solución” va provenir un siglo después de la mano del marxismo), sino que va bregar por una fuerte redistribución del ingreso que busque generar una amplia clase media. Propuesta rousseoneana que viabilizada en políticas públicas de corte progresistas o a través de actores políticos y sociales con vocación transformadora en la actualidad encuentran su límite con la negativa de los “racionales” en Córdoba, como en otras provincias del país, porque estarían afectando sus propiedades en beneficio de los pobres, de los irracionales.
Según Rousseau el hombre era feliz en el estado de naturaleza de una abundancia ilimitada. Es el advenimiento de la propiedad privada lo que divide a la humanidad entre ricos (los racionales en Locke) y pobre (los irracionales en Locke) dando origen a la anarquía o a la guerra de todos contra todos. Igualmente, Rousseau no va proponer la supresión de la propiedad privada para intentar solucionar el problema de la desigualdad (esa “solución” va provenir un siglo después de la mano del marxismo), sino que va bregar por una fuerte redistribución del ingreso que busque generar una amplia clase media. Propuesta rousseoneana que viabilizada en políticas públicas de corte progresistas o a través de actores políticos y sociales con vocación transformadora en la actualidad encuentran su límite con la negativa de los “racionales” en Córdoba, como en otras provincias del país, porque estarían afectando sus propiedades en beneficio de los pobres, de los irracionales.
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