viernes, 6 de diciembre de 2013

¡¿CONCESIONES?!: UNA RESPUESTA A LA "IZQUIERDA ESTRICTA” EN RELACION AL KIRCHNERISMO Y LOS GOBIERNOS PROGRESISTAS DE AMERICA LATINA


Para cierta  izquierda estricta intelectual y académica, también orgánica y partidaria, el kirchnerismo   no constituiría  sino una especie de estratagema de las clases dominantes capitalistas para conservar su poder sobre las capas subalternas. El kirchnerimo, al igual que otros procesos progresistas  latinoamericanos, no  sería  más que puro gatopardismo parar conservar el statu quo.

Si invitamos a discutir la política en derechos humanos: “Concesiones”, contestan. Si señalamos el golpe al poder financiero  mediante la estatización a las AFJP: “Concesiones”. Autonomía del FMI y quita histórica de los intereses de la deuda externa: “Concesiones”. La búsqueda de integración latinoamericana: “Concesiones”.
Desde esta perspectiva, daría  la sensación que se viene de un momento revolucionario y ante la radicalidad de las masas la burguesía no tendría más remedio que actuar mediante concesiones,  “cediendo algo para no perderlo todo”.

Si bien es cierto que las rebeliones populares del 2001 fueron significativas e implicaron una grieta  profunda a la hegemonía neoliberal, las mismas, en su gran proporción, carecían de una visión radicalizada anticapitalista. Los piqueteros o los movimientos de desocupados, sujetos protagónicos de aquellos acontecimientos, no solicitaban de modo inminente la eliminación de la propiedad privada o la socialización de los medios de producción. No constituían un colectivo anti-sistema. Sino todo lo contrario, demandaban ser reintegrados a la sociedad de la que habían sido expulsados, exigiendo trabajo asalariado formal para salir de su habitad precarizado. Menos aún el agregado de ahorristas que bramaban porque habían incautado sus depósitos. No renegaban del mercado o la sociedad mercantil, sólo querían la devolución de sus pesos o sus dólares. Las efervescentes asambleas barriales de principios de 2000 con sus intentos de democracia directa fueron esquivas a los grupúsculos de izquierda que quisieron copar las paradas. 

Visto este cuadro de situación de las capas subalternas, por qué no pensar que a lo largo de la década el gobierno kirchnerista -marcando cierta distancia con las clases dominantes y en búsqueda de autonomía- hizo propio, como señala Pio López, demandas históricas de minorías activas. Puso esas demandas en el centro de la agenda pública, las generalizó como problema al resto de la sociedad. (Impensable, por  otra parte, de un gobierno que salía de la entrañas de un PJ burocratizado. Pesemos, ¿qué se podía pedir de un candidato de Duhalde?)

¿Salvo grupos minúsculos, quiénes solicitaban una ley de comunicación de la democracia, o la ley de matrimonio igualitario o la nacionalización de las AFJP ?. Medidas soberanas que se aplicaron, recordemos,  con el oficialismo derrumbado después de las legislativas 2009, cuando porciones mayoritarias de la sociedad le daban las espalda al gobierno  con el apoyo  al “campo” . Sin dudas, fueron momentos significativos del gobierno en términos ideológico. Alejado de toda especulación electoral  el kirchnerismo se ubicó,  hay que señalarlo, a la izquierda de su sociedad .Y obvio, a la izquierda de la burguesía.

Dicho esto, de igual modo, no es inverosímil el diagnóstico de la izquierda estricta cuando señala que el kirchnerismo se sostiene en un modelo sojero, dependiente y extranjerizado, pero tampoco  se puede negar que en esto años hubo un aumento importante de la producción industrial que generó millones de puestos de trabajo e incrementos significativos de los salarios, que  posibilitó, y no constituye un dato menor, duplicar la clase media,  si nos atenemos a datos de la Cepal y el Banco Mundial.

Tal vez para esta izquierda, en algún sentido profundo de su pensamiento teórico,  el restablecimiento de la sociedad  asalariada en nuestro país constituya una experiencia perniciosa. Y esto  debido a que  reeditaría, hilando fino en esta tradición ideológica,  la alienación de las clases trabajadoras a partir de la ubicación subordinada de las mismas a las burguesías dominantes en el proceso productivo capitalista y la consecuente reproducción de plusvalía, etc.

Desde nuestra parte se comparten, y hacemos nuestros, en esos “niveles finos” del pensamiento académico,  este diagnóstico crítico. Cómo no asumir como horizonte futuro una sociedad en la cual sus trabajadores se auto-realicen mediante modos creativos, no alienantes en sus actividades laborales y en sus estilos de vida. Sin embargo, aún orientados por perspectivas de mayor valor en búsqueda de escenarios emancipados, de autogestión laboral y autonomía vivencial no se debe perder de vista el escenario político, económico y cultural concreto. “Análisis concreto de la realidad concreta” (K. Marx).

Luego de años de incremento de la desocupación,  la marginalidad y  la precarización económica y social, la recuperación de la masa laboral y de los ingresos por parte del kirchnerismo constituyen un piso de dignidad para las capas subalternas,  que posibilita seguir avanzando en el terreno distributivo y en esos otros aspectos “más sutiles”, en la búsqueda de una sociedad auto-emancipada hacia el futuro.

El pasado reciente, como se sabe, no se caracterizó precisamente por la fortaleza de un sujeto histórico y por una trama social ideologizada portadora de una cultura política igualitaria. Todo lo contario, eran tiempos del “vacio” (Gilles Lipovesqui), líquidos (Zygmunt Bauman) -y aún lo son- atravesados por la mercadolatría y la banalidad. Tiempos englobados en la hegemonía neoliberal que convocaban  al “fin de la historia” (Francis Fukuyama) y a la reducción de la política a la mera gestión desprovista de conflictos perturbadores. Tiempos de derrotas del campo popular, de licuación de identidades colectivas, de imaginarios sociales atravesados por lógicas individualizadoras, contenidas en agendas comunicacionales volátiles y despolitizadas.

En un contexto reciente marcado por la implosión del denominado “socialismo real” a fines del siglo anterior, la crisis del marxismo, el reinado de un neoliberalismo excluyente y brutal, el debilitamiento de las soberanías estatales en manos de una globalización financiera especuladora e instantánea, capaz de socavar  legitimidades gubernamentales en cuestión de horas, de deudas externas propulsoras del ajustes permanentes. Si en esos años opacos y oscuros para perspectivas emancipadoras, con la inminente imposición del  ALCA como agudización de la dominación norteamericana en nuestra región, alguien hubiese pronosticado el giro “a la izquierda” en la primera década del siglo XXI en Latinoamérica, y que la palabra socialista sería rescatada y puesta en el tapete de la agenda pública  por algunos de estos gobiernos y que en Argentina, incluso, tendríamos una gestión con empatía y amistad con los mismos, le hubiesen diagnosticado al menos esquizofrenia leve.

La izquierda estricta contrataca argumentando que estos “neopopulismos”, dentro del cuales  se enrola el kirchnerismo, se habrían limitado a realizar transformaciones en el niveles “superestructurales”, como la ampliación de las capacidades estatales, la puja  distributiva con fracciones de la burguesía y el incremento del gasto social, pero en la “estructura” están sostenidos en economías tecnológicamente dependientes, extractivistas, transnacionalizadas basadas en la exportación de comodities en el mercado internacional.
Aún aceptado este razonamiento (aunque habría que discutir sino hubo cambios estructurales con nacionalizaciones ha escala, en las experiencias más radicalizadas),  en ese avance neo-populista en la “superestructura”  no es cosa menor si analizamos el pasado reciente oscuro en el plano político y económico  y la atmosfera cultural-comunicacional heredada que aún nos envuelve.

Por otra parte, mal no les vendría a las izquierdas estrictas algún ejercicio de mea culpa histórico.
El denominado “socialismo real” no implicó  justamente una experiencia de autonomía, autogestión  y libertad para las capas subalternas, y si bien se garantizaron necesidades básicas la explotación  capitalista fue reemplazado por formas de dominación desde castas burocratizadas privilegiadas, sin contar la agudización del autoritarismo estatal, la violencia y el derrame de sangre, que no contribuyeron precisamente a cultivar en el imaginario social las virtudes de las ideas marxistas. Más bien todo lo contrario, favorecieron a la campaña de demonización que realizara la derecha conservadora mass-mediatica mundial.

Se nos replica desde la ultraizquierda, que el denominado “socialismo real” no constituyó un genuino socialismo, que no se llegó a instancias socialistas verdaderas. Pero señores en la práctica la aplicación del programa de izquierda salió “eso” y hay que hacerse cargo de tal frustración, para no repetir los fracasos y conducir a los pueblos al suicidio. Es comparable esta problemática con el otro extremo ideológico. Los intelectuales y tecnócratas autodefinidos como genuinamente liberales no se hacen cargo de los desastres económicos y sociales que dejaron sus recetas monetaristas señalando o justificando que en Latinoamérica, en la década del ’90, no se aplicaron las medidas neoliberales correctamente como señala la teoría; alegando que los programas de “achicamiento” del Estado debían tener como consecuencias promover la competencia conjuntamente con  un florecimiento de Pymes y un sin fin de cuenta-propistas innovadores y creativos, y no lo que finalmente “salió”: una creciente concentración de la riqueza en oligopolios, rodeados de un mar de miseria y desigualdad.

Visto esto, entonces, hoy más que nunca las  “nuevas izquierdas” de la región se ven obligadas a descubrir, a recorrer senderos de independencia innovadoras para no repetir viejos fracasos, añejas frustraciones. Hoy más que nunca adquiere vigencia aquella afirmación clásica del autor latinoamericano José Martí: “inventamos o fracasamos”.  Además si éstas experiencias “neo-populistas” no implicaran experiencias significativas para el universo progresista, para el historial izquierdista, por qué creen que un viejo cubano (que algo sabe de revoluciones)   realzaría y apoyaría estos gobiernos, señalando incluso que CFK implica “el punto más alto de resistencia de una mujer en América Latina”.

Desde ya que éstas nuevas experiencias transformadoras deben avanzar en cuestiones estructurales como  una mayor apropiación de rentas en búsqueda de programas distributivos de más  profundidad que elimine de cuajo los bolsones de miseria y pobreza que quedan por resolver. Es necesario discutir y desarrollar nuevas formas de producción y de consumo más armónicas con la protección medio-ambiental al mismo tiempo que se desarrollen  tecnologías autóctonas capaces  de cortar la dependencia con las multinacionales y los países del centro. Además, (e ingresamos nuevamente en el campo de las “sutilezas”) buscar en  un futuro orden social más emancipado, una cuestión que ha sido olímpicamente obviada o desechada por las izquierdas tradicionales, el debilitamiento o la supresión de la madeja de controles “capilares” sobre los cuerpos y el ejercicio del poder disciplinario que se despliega en toda sociedad moderna produciendo “sujetos dóciles”, que tan detallada y profundamente estudió el francés Michel Foucault. (Un socialismo panoptizado no interesa).

Sin embargo, radicalizar los procesos de cambio implica acentuar la descolonización de las subjetividades de las capas subalternas, presas aún en porciones significativas, a pesar de las presentes experiencias re-politizadoras contra-cuturales, de la atmosfera hegemónica mediática conservadora. Conformar o solidificar una nueva hegemonía “nacional y popular”,  una nueva “fe”, como señalara el genial intelectual italiano Antonio Gramsci, que asuma la conciencia incluso que tal radicalización pueda implicar costos económicos y sociales transicionales y afectar la gobernabilidad. Si no sé es consciente de esto desde las izquierdas, si no sé es consciente de la correlación de fuerzas en su dimensión cultural se corre el riesgo, en definitiva, de dejarle la mesa servida a la restauración conservadora.


 PD1: Conflicto agrario, Resolución 125 y las posiciones de la izquierda

Durante el conflicto agrario entre el gobierno nacional argentino  y  la burguesía rural durante el año 2008  una parte de la izquierda se alineó insólitamente (¿insólitamente?) con la Sociedad Rural. Otros sectores izquierdistas diagnosticaron el evento como un conflicto  de naturaleza “inter-burguesa” del que los trabajadores debían estar ajenos.

De los primeros, qué se puede decir. Sin palabras. De los segundos, se hace necesario señalar que desde una matriz marxista estricta, académica e intelectual, se puede aceptar,  no es errado diagnosticar el enfrentamiento del gobierno con las patronales agrarias como “burguesa”. Pero aun respetando este análisis, ¿no  constituía una oportunidad histórica para los intereses de las clases subordinadas, esa “contradicción burguesa”,   para intentar “meter fichas” en contra del modelo dependiente sojero que tanto se critica?,  ¿o estaremos en vigilia toda una vida para aplicar  la soñada “reforma agraria”? La realidad concreta, lamentablemente, no funciona exactamente como dicen los manuales. Era una buena oportunidad, el conflicto con el “campo” para ganar posiciones captando una proporción mayor de la renta para intentar políticas redistributivas  y no terminar haciendo la vista gorda con una posición “neutra” con objetivos de máxima, que terminan  siendo funcionales a la derecha. Aunque seamos justos, también hubo sectores muy minúsculos de la izquierda y campesinos que se ven amenazados por el avance de la concentración de tierras, que apoyaron la resolución 125, demandando incluso un mayor porcentaje de la renta sojera para intentar fines distributivos.


PD2: ¿Agotamiento del modelo neo-desarrollista?. Satisfacción de la derecha. ¿Satisfacción de la izquierda?

Ciertos sectores intelectuales de izquierda, al igual que en el 2007, hoy están pronosticando el agotamiento del “modelo neo-desarrollista”. Con cierto dejo de satisfacción  aluden que se viene desmadrando el gasto público, que las restricciones externas, el déficit energético, etc. Si se  tapan los nombres de los autores, este diagnóstico negativo tiene, ciertos parecidos con el de intelectuales y economistas de la  derecha. Obvio que las diferencias son abismales en el terreno de  las “soluciones” que proponen ambas corrientes de pensamiento. Los conservadores van por ajuste, subordinación a los organismo internacionales, achicamiento del sector público, entre otras cosas, para conseguir recrear  el deseado “clima de negocios” que conduzca o estimule a la burguesía a reinvertir sus utilidades; y por el contrario “la izquierda estricta” propulsa la estatización y democratización integral de sectores rentísticos de la economía.

Sensaciones en el epílogo

A pesar de esta “respuesta” a la “izquierda estricta” me generó (me permito la primera persona) cierta simpatía el aumento electoral del FIT (espacio al que se puede considerar parte de esta izquierda) en las recientes legislativas. Permítanme celebrar también la creciente militancia  juvenil en ese espacio político. Espero, sin embargo, que a diferencia de estos años donde impugnaron todas las políticas del espacio “nacional y popular”  se permitan distinguir  las de claro orientación progresista del gobierno y las apoyen, de las “otras” que está garantizado que las rechazarán.



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