Unos de los problemas estructurales en la economía
argentina (como de toda economía periférica) es la denominada fuga de
capitales. Es uno de los causantes centrales de la disminución
de divisas en el Banco Central.
La fuga de capitales implica que la gran burguesía
local e internacional, en lugar de reinvertir sus utilidades o excedentes, prefiere “fugarlos a lugares más seguros” como los paraísos o guaridas
fiscales más la complicidad de la mediana o pequeña burguesía (clase media) que
atesora sus ahorros debajo del colchón extrayendo recursos del sistema
económico que podrían canalizarse a la inversión.
Desde la perspectiva ortodoxa o monetarista, esto
sucede por la “falta de confianza” o ausencia de “seguridad jurídica” del
empresariado en las instituciones públicas o en el Estado, en este caso el
Estado argentino.
Traducido, a grosso modo, esto significa que el
Estado actúa de tal manera o gestiona la cosa pública de tal manera que produce
horizontes de crisis económicas que ponen en riesgo, en la percepción de los
grandes capitalistas, su futura rentabilidad, por lo se ven obligados a remitir
sus ganancias por fuera de los límites del Estado-Nación.
Para poner en claro, negro sobre blanco, tomemos el
ejemplo del kirchnerismo en el período 2003-2015. En esta experiencia gubernamental los crecientes aumentos salariales, los subsidios
a las tarifas de los servicios, el aumento del gasto público contribuyeron a generar
una potente clase media y esto ha sido positivo, sin dudas, en términos de mejora
de calidad de vida de millones de argentinos. Sin embargo, también alimentó
al estilo de consumo “americano”
internacionalizado de armaduría electrónica y automotriz que tienden a disminuir las divisas del Banco
Central por el alto componente importado de estos bienes.
Esta disminución
de las reservas del Banco Central constituye la señal negativa, la “luz roja” para el
capital concentrado que pronostica o avizora escenario devaluatorio de la moneda
nacional. Se produce, entonces, un escenario típico causado por una profecía
auto-cumplida por parte de la gran burguesía.
Es decir, más allá si el escenario devaluatorio es
real o exagerado de parte del empresariado, el sólo hecho de que lo perciban
produce una acentuación de la fuga de capitales provocando devaluaciones o
pérdida de valor de la moneda nacional.
Estas expectativas devaluatorias también las tiene el
sector agropecuario, que es un actor
central para conservar la vitalidad de las reservas, porque es quien que
liquida las divisas. Si los grandes exportadores perciben un dólar que puede estar “más alto” en el futuro cercano, retacean las liquidaciones consumando la
devaluación, más allá si la predicción tiene algún viso de
realidad o es exagerada, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga
realidad.
Una salida “nacional y popular” a esta restricción externa o “cuello de botella”
que provoca devaluaciones sería nacionalizar el comercio exterior, para evitar así que el sector exportador deje de extorsionar o retacear liquidaciones, al tiempo
que se afecten rentas extractivistas para canalizarlas a diversificar el
aparato productivo y hacerlo menos dependiente de bienes e insumos extranjeros,
demandantes netos de la divisa norteamericana.
Es cierto que el kirhnerismo en el gobierno no
apuntó a un mayor control del comercio exterior que tuviera algún punto de
similitud con el viejo IAPI del primer peronismo.
Es cierto
también que la nueva tecnología agropecuaria,
como el silobolsa, en el que la oligarquía puede demorar eternamente la
liquidación de sus granos, puede hacer
anacrónico reeditar los viejos modos de
intervención en el comercio exterior.
Además cuando el gobierno anterior intentó afectar
alguna renta agropecuaria -mediante el incremento de las retenciones a la soja- se encontró con un escenario
de desabastecimiento e ingobernabilidad
que puso en vilo a todo el país durante
tres meses, como fue el conflicto por la '125.
La derrota por la '125 fue el
lìmite redistributivo que el establishment le puso al kirchnerismo. “Hasta acá llegás”, pareció ser el mensaje de
la oligarquía a las pretensiones distributivas del kirchnerismo. Por lo que el
anterior gobierno se reenfocó, en una política bastante menos ambiciosa, a racionalizar
el gasto público, intentando recortar subsidios a los sectores medios cuyos ahorros se
vuelcan fuertemente a la compra del ensamblaje
internacionalizado altamente demandante de divisas, para reorientarlos a
los sectores populares en necesidades básicas. Tampoco pudo.
Los medios
hegemónicos pusieron el grito en el cielo y aumentó la sensibilidad social
frente al “ajuste” o denominado, en su
momento, “sintonía fina” por el anterior gobierno.
Antes estos límites
del status quo, el kirchnerismo, para moderar la restricción externa o cuello de botella, se
propone controlar la fuga de capitales
con el demonizado “cepo cambiario" sumando financiamiento no convencional con
los swaps chinos al tiempo que logra un significativo aumento de la economía en su último año de gestión apelando al crecimiento de sectores con escasa o
nula demanda de divisas, como la construcción y el desarrollo de los programas sociales.
El actual gobierno PRO de Mauricio Macri podría haber
seguido por este sendero.
El nuevo
gobierno PRO sabía, era consciente que el país había crecido el año pasado o
había tenido un leve crecimiento arriba del 2%, nada despreciable en un mundo y
una Latinoamérica en recesión.
Esto se vio
confirmado en el nuevo Indec de Todesca.
¿Cuál era la necesidad, entonces, de la nueva gestión
PRO, de semejante sablazo a los ingresos de los asalariados en beneficio de
sectores concentrados exportadores, si la economía argentina no venía mal?
¿Por qué no seguir construyendo sobre “lo hecho” en
lugar de medidas que ahogaron el crecimiento y metieron al país nuevamente en
una recesión?
Es indudable que los
miembros del actual gabinete económico pensaron (y piensan) que no había margen para continuar por la senda de crecimiento o incrementar el
crecimiento heredado porque esto conducía a un aumento de la demanda de divisas
al Banco Central para financiar las importaciones en bienes de capital, insumos, etc. que
proviene del extranjero. Y esas divisas
eran insuficientes para relanzar una economía a “todo motor” con altas
tasas de auge como pretenden para llegar a la “pobreza cero”.
Sin embargo, este argumento no invalida la
alternativa real de apuntalar el crecimiento heredado sobre la base de actividades con escasa o
nula demanda de divisas como se venía practicando en el gobierno anterior a la
vez que se aprovechara los contratos de financiamiento no convencional
chinos y el control de cambios previos
(cepo) para conservar e incluso fortalecer unas reservas un tanto menguadas.
Es una falacia, entonces, pensar que no había
alternativa al sendero de ajuste y endeudamiento reinaugurado por el PRO.
La alternativa estaba, no configuraba una entelequia
teórica, una abstracción sino que había sido practicada en la gestión concreta
del gobierno anterior.
Sin embargo, el PRO, en sus primeros cien días en la
administración, desechó otra alternativa de desarrollo y se despachó con el
típico recetario neoliberal.
El cóctel es
por todos conocidos: megadevaluacion del 60%,
eliminación del “cepo”, quita de retenciones a los sectores
exportadores, arreglo veloz con los “buitres” y regreso al endeudamiento, apertura
al mercado especulativo de capitales conjuntamente con tarifazo y aumento del
desempleo buscando disciplinar paritarias
que pretenden establecerse por debajo de la inflación para menguar el consumo de
las clases medias.
Si el problema heredado es una relativa falta de
divisas o restricción externa que generaba horizontes devaluatorios para los
inversores, quienes agravaban el
problema con profecías auto-cumplidas como se explicó, entonces este cóctel de
medidas se orienta a alejar ese horizonte de crisis real o un tanto imaginario en las burguesías urbanas y
rurales.
Esto implica, como se dijo,en la jerga del
neoliberalismo, generar confianza o
seguridad jurídica, para que dejen de fugarla y la “hundan acá”.
Hasta ahora, a pesar de estas “caricias” a sus amigos empresarios, la fuga
de capitales en este trimestre se incrementó. Cuatro mil
millones de dólares en tres meses.
El gobierno
espera que la demanda de dólares baje significativamente cuando los inversores
vean que, con el endeudamiento y la apertura al capital financiero, el
horizonte crítico que afecte sus utilidades se aleje y se decidan a producir.
Sin embargo, la experiencia histórica no indica eso,
tanto en los ‘70 como en los ´90 la llegada masiva de la divisa norteamericana no
desincentivó la fuga de capitales para reorientarse a la inversión productiva
sino que la financió. Por qué ahora habría de ser diferente.