1) El
kirchnerismo a pesar de salir un tanto machuco sigue siendo la principal fuerza
política a nivel nacional con una distancia considerable respecto demás fuerzas
políticas. Los analistas de los medios dominantes se han apresurado a decretar
la muerte del kirchnerismo. No tomaron lección del año 2009
cuando el gobierno también había sufrido un descenso importante de su
caudal electoral durante las legislativas pero dos años después arrasó en las
presidenciales. Remarquemos, en la nebulosa desinformativa, el gobierno
nacional ganó las elecciones en estas Pasos por una distancia mayor a 10 puntos
con respecto a la segunda fuerza.
2) La
preeminencia del voto “golondrina”, volátil y desideologizado atravesado por las olas del océano
mediático en las que van surfeando los liderazgos políticos. Así,
figuras como Eliza Carrió y Francisco De Narváez sufren bruscas oscilaciones en
sus caudales electorales dependiendo de los humores y circunstancias de la
atmosfera comunicacional.
3) El kirchnerismo no resulta ajeno a
los efectos de ésta atmosfera comunicacional. Si bien el kirchnerismo ha
implicado una experiencia re-politizadora
de porciones significativas de la sociedad, sobre todo en sus segmentos
más jóvenes, igualmente la cultura política etérea y voluble, herencia del
neoliberalismo, prevalece aún en la mayoría
de la sociedad argentina. Por lo visto, en las PASO la denominada “batalla
cultural” encarada por el gobierno encuentra límites evidentes. En este sentido
la aplicación de la nueva Ley de medios
audiovisuales podría implicar el comienzo
de un camino contra-hegemónico de formación política que apunte a una mayor densidad ciudadana.
4) La
preponderancia de los caudillos provinciales y regionales. De la Sota en Córdoba,
Binner en Santa Fe, Cobos en Mendoza o los imbatibles Saa en San Luis. La figura
de Massa en Buenos Aires con ensalzados antecedentes en gestión municipal reflejan el peso de las localías en las
elecciones legislativas. Los medios, como
era previsible, se han encargado de ubicar en tiempos presidenciables a “Massita”
por su éxito electoral en la provincia más populosa del país. Sin embargo, en
esta Argentina electoralmente variable, voluble e imprevisible dos años son una
eternidad.
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