miércoles, 8 de mayo de 2013

EL PERIODISMO “INDEPENDIENTE” TAMBIÉN ES MILITANTE (Publicado en Suplemento Temas Económicos, Facultad de Ciencias Económicas de la UNRC, en julio de 2011)

En un proceso que venía de antes pero que se agudiza durante los ’90, ante la crisis de representatividad de la clase política, numerosos periodistas pasaron a ocupar un lugar destacado en la opinión pública, presentándose con credenciales éticas y morales intachables para juzgar a políticos, sindicalistas y dirigentes de movimientos sociales.

 El escenario neoliberal, en el cual los otrora representantes de los sectores populares se desatendían de los mismos cooptados por mecanismos de sobornos y corrupción de los estratos económicos dominantes, constituía un panorama propicio para el periodismo de investigación y denuncia. Eran tiempos donde la política como instrumento capaz de organizar y regular la economía al servicio del bienestar de las mayorías, era jaqueada por el temor que imponía el mercado financiero transnacionalizado.

Sin embargo, desde la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia la política es revalorizada, en tanto se manifiesta en las tenciones del ejecutivo (elegido por el pueblo) con los poderes fácticos de distinta naturaleza, entre ellos los medios hegemónicos de comunicación, al mismo tiempo que el denominado periodismo “independiente” como profesión se ha visto severamente cuestionado.

El tratamiento parcializado (por decirlo de buen modo) del auto- concebido periodismo independiente al conflicto entre el kirchnerismo y las entidades agrarias, la discusión y sanción de la denominada ley de medios audiovisuales y las oscuras vinculaciones de la elite del conglomerado Clarín con la última dictadura son algunos de los temas centrales que han contribuido a dicho desprestigio. No obstante, como si la percepción de la sociedad no hubiera cambiado siguen comunicando desde un supuesto pedestal ético acusando al gobierno nacional de corrupto, agresivo, crispado, antirrepublicano entre otros epítetos que repiten hasta el cansancio.

 Por otra parte, descalifican al periodismo progresista o crítico que tiene cierta afinidad ideológica con el gobierno que se ejerce en el diario Página 12 o Tiempo Argentino o en el programa 678 de la Tv Pública, por ejemplificar, como “periodismo militante”. “Eso”, repiten a coro, no es verdadero ejercicio de la profesión sino mera propaganda oficialista. Un periodismo genuino e independiente a su entender es aquel que investiga, que molesta, que incomoda y que controla al poder, identificando al mismo exclusivamente con el funcionariado que ocupa los cargos públicos.

Habría que avisarles (por si no han tomado conciencia) a estos paladines del periodismo independiente que sus editoriales, análisis e informaciones parten de un marco ideológico que configura o constituye y no sólo representa o refleja la realidad política y social. El de ellos también es un periodismo militante e ideologizado, como el que creen visualizar sólo en sus colegas “oficialistas”.

Cuando señalan que la función del cronista es centralmente “incomodar al poder”, parten de una concepción liberal de la política, al identificar “el poder” exclusivamente con los dirigentes que ocupan los aparatos del Estado. Esta percepción que podía tener cierto asidero en los comienzos del capitalismo, con las revoluciones burguesas francesa y norteamericana y la que se realizara por estas pampas en los inicios del siglo XIX, se ha ido debilitando y más aún en los últimos 20 o 30 años.

 A partir de la denominada globalización, el “poder” de los estados-nacionales se ha ido menguando, reduciendo frente al proceso de desregulación y concentración de los medios de comunicación en conglomerados multimediáticos capaces de fijar agenda y condicionar las democracias.
En el caso argentino, el multimedio Clarín es desde hace un tiempo ya claramente hegemónico y reproduce cotidianamente los valores, las percepciones, el denominado “sentido común” que se naturaliza en la sociedad. En el interior de dicha hegemonía trabajan los periodistas que se precian de ser independientes. Ellos, se les recuerda, también “militan” si usamos el adjetivo con el que buscan descalificar al periodismo alternativo.

  Si bien es probable -como señala la intelectual Beatriz Sarlo- que en la escena mediática e informativa existe cierto pluralismo, éste se desenvuelve en una hegemonía signada por una estética banalizante que impone la derecha ideológica de mercado. Obviamente en este paradigma informativo hegemónico conservador existen contradicciones. No necesariamente todos los comunicadores, editorialistas o reporteros actúan directa, consiente e inmediatamente los intereses de sus “patrones”. Las coordenadas de la dominación en reiteradas oportunidades adquieren sutilezas imperceptibles.

 Una fracción -tal vez sea la mayoritaria- de los periodistas “independientes” asumen como propios los valores, las percepciones y los intereses de la elite económica dominante sin ser cabalmente consientes de esto. Al igual que sus empleadores, fueron complacientes con la dictadura, respaldaron los procesos neoliberales (aunque con críticas a la corrupción) y ahora son opositores furiosos a los neopopulismos de izquierda latinoamericana.También están los que poseen una visión más “progre” del mundo que, a priori, parecían defender los mismos temas del actual gobierno como los derechos humanos, economía con tinte social, críticas al conservadurismo, entre otras. Es la fracción minoritaria del periodismo que la hegemonía permite para llegar a la parte de la ciudadanía con mayor grado de politización o definida en términos ideológicos. Sin embargo, los mencionados periodistas “progres”, hoy perciben en su actuación profesional que el “mal mayor” radica en el actual gobierno al mismo tiempo que minimizan u otorgan un lugar marginal a temas por los que bregaban (presunta apropiación ilegal de papel prensa, presunta apropiación ilegal de bebes, complicidad informativa con actuaciones nefastas de la dictadura militar de sus “empleadores”, sumémosle negociados con los recursos de los jubilados en tiempos de A.F.J.P)
Por lo dicho entonces, la distinción entre periodismo “independiente” y militante se difumina siendo el primero tan militante como el segundo.

Luego de esta somera descripción de la realidad mediática argentina, cabe preguntarse si esta distinción que está severamente en cuestionamiento desde el gobierno de CFK a partir, sobre todo, de la popularidad que ha alcanzado el citado programa televisivo 6,7,8- puede ser reemplazada por una escisión aparentemente más realista entre “medios opositores” y “medios oficialistas”, que surge desde las usinas mediáticas-discursivas que configuran la hegemonía. En tal caso, habría que discutir o replantear los significados en la representación simbólica que se buscan generar en la sociedad con dicha escisión. A contra mano del mensaje que propaga el discurso dominante, resulta conveniente preguntarse: ¿Le cabe el calificativo de “oficialista” al periodismo crítico que tiene afinidad ideológica con un gobierno “opositor” al establishment, que se ha arriesgado a confrontar con los intereses corporativos acostumbrados a mandar desde siempre en la historia argentina? ¿Le cabe el adjetivo de “opositor” a un periodismo intricado desde antaño con los intereses “oficialistas” del establishment agrario, industrial y financiero que cuando tienen un escenario económico favorable la “levantan con pala” y se resisten a compartir un ápice de sus fabulosas ganancias y cuando les va mal hay que socializar sus pérdidas entre todos los argentinos? ¿A qué nos referimos entonces cuando se hace referencia a periodismo “opositor” y “oficialista” en este nuevo paisaje político económico y cultural que viene generado el gobierno nacional? ¿No será mejor para los intereses populares reemplazar el lenguaje al que nos desea acostumbrar el discurso dominante, en este caso la dicotomía oposición-oficialismo, por la antinomia hegemonía-contra hegemonía?

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