domingo, 24 de diciembre de 2017

EN ARGENTINA NO ES MARX ES POLIBIO



A dos años de la asunción presidencial de Mauricio Macri

Para Karl Marx y la tradición marxista en general, la historia  de la humanidad avanza en continuum  hacia estadios económicos, sociales y políticos superiores hasta llegar al comunismo.

Marx, aunque  autor de un pensamiento autónomo colosal, es también hijo de su tiempo. Y su tiempo es el del pensamiento moderno y positivista que sostiene una imagen lineal inexorable hacia el progreso indefinido de la condición humana, sustentado en el endiosamiento de la ciencia y el desarrollo de las fuerzas productivas durante el siglo XIX.

Para Polibio, pensador griego clásico (200 a. C), heredero de la tradición política antigua aristotélica-platónica, al contrario de la tradición moderna, la historia política social y económica de los pueblos no se explica de manera lineal y en avance indefinido, sino en ciclos.

La historia se trata de  un ciclo recurrente de los distintos  regímenes políticos y sociales.
Así,  los regímenes políticos y sociales oscilan entre formas “puras” que gobiernan para el bien común, a formas “impuras” de gobierno que se orientan  sólo a intereses particulares y elitistas en un ciclo que se reedita en el tiempo.

En Argentina no es Marx, es Polibio.

Si nos referimos sólo al siglo XX, oscila entre gobiernos elitistas y conservadores y el advenimiento de experiencias populares y plebeyas que ocupan las estructuras del Estado para regresar mediante golpes militares a gestiones antidemocráticas.

El advenimiento del Radicalismo, que incorpora demandas de las nuevas clases medias, hijos de inmigrantes, parece poner fin al país elitista y exclusivo de la generación del ’80. Pero este país  se restaura mediante el golpe del ‘30 y la denominada “década infame” del fraude y el neocolonialismo.

La llegada del Peronismo, incorpora la a clase obrera a la ciudadanía social y a las mujeres a la vida política con la ampliación al sufragio femenino, pero  se interrumpe con un nuevo golpe de estado en el ‘55.

En los comienzos de los ‘60, aunque con Juan Perón proscripto y exiliado, el radical Arturo Illia ensaya algún atisbo de autonomía de los militares y sus programas regresivos pero rápidamente es separado del cargo por las fuerzas castrenses.

El regreso del Peronismo, junto al faro de la revolución socialista en sus militantes juveniles que invocan la experiencia cubana,  finaliza en el exterminio social de la dictadura de los ’70.

Y más reciente, en la actualidad, desde diciembre del 2015, tras doce años de una experiencia que se la denomina nacional-popular o neodesarrollista con inclusión social, se instaura el Neoliberalismo con el gobierno de Cambiemos.

Ese año no se produjo un simple cambio de gobierno sino la restauración de un modelo de acumulación  financiera y ajuste popular muy similar a aquel que predominara durante el período 1975-2001. Mega-endeudamiento para financiar fuga de capitales, regresión impositiva y contra-reformas en el sistema previsional y laboral así lo reflejan.

La novedad es que esta “nueva derecha”, como señalan algunos autores, no llega por primera vez en la historia a través de golpes de estado sino por elección popular.
Lo que no resulta novedoso es el desgarramiento del Estado de derecho que se manifiesta en la persecución penal de dirigentes y referentes de la oposición, miembros del gobierno anterior.

Tampoco resulta novedosa (es cíclico a lo Polibio) la forma brutal, descarada e ilegal del uso de la fuerza pública con similitudes a sus homónimos  derechistas y conservadores del pasado. Los casos de Milagro Salas, Santiago Maldonado, Rafael Nahuel y los cientos de heridos en marchas y movilizaciones así lo reflejan, así lo atestiguan, así lo confirman.








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