A dos años
de la asunción presidencial de Mauricio Macri
Para Karl Marx
y la tradición marxista en general, la historia
de la humanidad avanza en continuum hacia estadios económicos, sociales y
políticos superiores hasta llegar al comunismo.
Marx, aunque
autor de un pensamiento autónomo colosal,
es también hijo de su tiempo. Y su tiempo es el del pensamiento moderno y
positivista que sostiene una imagen lineal inexorable hacia el progreso indefinido
de la condición humana, sustentado en el endiosamiento de la ciencia y el
desarrollo de las fuerzas productivas durante el siglo XIX.
Para
Polibio, pensador griego clásico (200 a. C), heredero de la tradición política
antigua aristotélica-platónica, al contrario de la tradición moderna, la
historia política social y económica de los pueblos no se explica de manera
lineal y en avance indefinido, sino en ciclos.
La historia
se trata de un ciclo recurrente de los distintos regímenes políticos y sociales.
Así, los regímenes políticos y sociales oscilan
entre formas “puras” que gobiernan para el bien común, a formas “impuras” de
gobierno que se orientan sólo a
intereses particulares y elitistas en un ciclo que se reedita en el tiempo.
En Argentina
no es Marx, es Polibio.
Si nos
referimos sólo al siglo XX, oscila entre gobiernos elitistas y conservadores y
el advenimiento de experiencias populares y plebeyas que ocupan las estructuras
del Estado para regresar mediante golpes militares a gestiones antidemocráticas.
El
advenimiento del Radicalismo, que incorpora demandas de las nuevas clases
medias, hijos de inmigrantes, parece poner fin al país elitista y exclusivo de
la generación del ’80. Pero este país se
restaura mediante el golpe del ‘30 y la denominada “década infame” del fraude y
el neocolonialismo.
La llegada del
Peronismo, incorpora la a clase obrera a la ciudadanía social y a las mujeres a
la vida política con la ampliación al sufragio femenino, pero se interrumpe con un nuevo golpe de estado en
el ‘55.
En los
comienzos de los ‘60, aunque con Juan Perón proscripto y exiliado, el radical
Arturo Illia ensaya algún atisbo de autonomía de los militares y sus programas
regresivos pero rápidamente es separado del cargo por las fuerzas castrenses.
El regreso
del Peronismo, junto al faro de la revolución socialista en sus militantes juveniles que invocan la experiencia cubana, finaliza en el exterminio social de la
dictadura de los ’70.
Y más
reciente, en la actualidad, desde diciembre del 2015, tras doce años de una
experiencia que se la denomina nacional-popular o neodesarrollista con
inclusión social, se instaura el Neoliberalismo con el gobierno de Cambiemos.
Ese año no
se produjo un simple cambio de gobierno sino la restauración de un modelo de
acumulación financiera y ajuste popular muy
similar a aquel que predominara durante el período 1975-2001. Mega-endeudamiento
para financiar fuga de capitales, regresión impositiva y contra-reformas en el
sistema previsional y laboral así lo reflejan.
La novedad
es que esta “nueva derecha”, como señalan algunos autores, no llega por primera
vez en la historia a través de golpes de estado sino por elección popular.
Lo que no
resulta novedoso es el desgarramiento del Estado de derecho que se manifiesta
en la persecución penal de dirigentes y referentes de la oposición, miembros
del gobierno anterior.
Tampoco
resulta novedosa (es cíclico a lo Polibio) la forma brutal, descarada e ilegal
del uso de la fuerza pública con similitudes a sus homónimos derechistas y conservadores del pasado. Los
casos de Milagro Salas, Santiago Maldonado, Rafael Nahuel y los cientos de
heridos en marchas y movilizaciones así lo reflejan, así lo atestiguan, así lo
confirman.
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