Hay una conocida canción de un grupo de rock nacional
cuyo estribillo repite “la ilusión que te condena”.
Un compañero ideológico cuando Cambiemos gana en el
proceso electoral del 2015 me decía: “no se quieren dar cuenta que votan una
ilusión” en relación a los ciudadanos que optaban en las urnas por el entonces
candidato a la presidencia Mauricio Macri.
Quizás muchos de quienes nos encontramos de este lado
de la “grieta” pensábamos que el primer año de Cambiemos en gestión iba a
derrumbar “la ilusión”.
Por “ilusión” entiende el diccionario de lengua
española como “esperanza que carece de fundamento en la realidad”
En la “realidad concreta” consumada la macro
-devaluación, el tarifazo, la quita de impuestos a los ricos y la regresión distributiva en prejuicio de los
sectores populares, la sociedad iba a “despertar” y castigar a Cambiemos en los
comicios subsiguientes.
Sin embargo el triunfo contundente de Cambiemos en
estas elecciones de medio término refuta esta perspectiva.
Paritarias y obra pública durante este año, algo de
“kirchnerismo económico” pero con endeudamiento ha permitido un “efecto rebote”
tras el ajustazo del 2016 que puede contribuir a explicar el resultado en las
urnas.
De todos modos, coinciden el grueso de los analistas,
no es la economía la que explica el triunfo de Cambiemos, cuyos resultados son
limitados en términos de crecimiento y residuales en mejoras palpables para las
mayorías, con ingresos que si se los compara en forma global al 2015, último
año del kirchnerismo en el gobierno, se han deteriorado.
Es en el terreno político-cultural donde hay que buscar los motivos de un Cambiemos
que se consolida en el panorama nacional.
Con una ayuda mediática inaudita ha logrado instalar
un imaginario social de modernización en torno a los valores del mercado en
clases medias, trabajadores integrados (que antes eran electores del
kirchnerismo) e incluso en segmentos (aunque en bajos porcentajes) de
laburantes informales beneficiarios de las políticas sociales.
Esto incluye un consenso social en la necesidad de asumir sacrificios en función
de sortear los problemas de la “pesada
herencia”, la corrupción, etc machacados hasta el hartazgo por los medios hegemónicos
de comunicación.
El presidente Macri sostiene convencido que el camino
de las “reformas” nos va a encajar en el tren definido del progreso.
Reformas que incuban sacrificios necesarios, pero imprescindibles
para iniciar ese derrotero.
En estos días, envalentonado el presidente, tras el
rimbombante triunfo electoral convoca a diversos actores: sindicalistas,
gobernadores, intendentes para consensuar el publicitado paquete de reformas
previsional, laboral e impositiva que inicie el camino definitivo de desarrollo
en la Argentina.
Estas “nuevas”
reformas que propone Cambiemos se sostienen en una “ilusión” de fondo: la
ilusión liberal o neoliberal que señala que más capitalismo conduce a reducir
la pobreza.
Esta “ilusión” convoca a municipios y gobernaciones a
bajar la presión impositiva sobre el capital.
Convoca a los sindicatos a flexibilizar el trabajo
para hacer competitivo al capital.
De este modo, más mercado y menos Estado dinamizarían
la economía incorporando al trabajo genuino a beneficiarios postrados de planes
sociales.
En tanto, los recursos que se perderían en ingresos al
fisco, se compensaría por menor gasto público en políticas sociales y
clientelares.
Si el programa resultara “exitoso” en el los términos
de Cambiemos, podría fomentar algún tipo
de crecimiento que mejore en forma limitada y modesta el índice de empleo.
Eso si, un empleo precario y de baja calidad al tiempo
que obligaría al fisco en todos sus niveles a aumentar el endeudamiento por la
caída de ingresos en la recaudación impositiva.
Finalmente, el Estado nacional podría aminorar por un
lado el déficit público en tanto se consumara el aumento en la edad jubilatoria
y la reducción de erogaciones por la continuidad de los tarifazos, pero por
otro lado esos recursos ahorrados deberían destinarse al pago de intereses de
una deuda externa crecientemente abultada.
Recordemos que, antes de llegar al gobierno, un
latiguillo permanente de Cambiemos señalaba que con la llegada de un elenco “confiable”
de funcionarios al gobierno una lluvia
de inversiones extranjeras arribaría al país.
Resultados a la vista: nunca se produjo tal “lluvia”,
es más disminuyó la Inversión Extranjera Directa (IED) en relación al “populismo”
anterior.
Otra premisa de la derecha era que la devaluación y la
quita de las retenciones estimularían las exportaciones.
Resultados: No sólo no se incrementaron, incluso las
exportaciones disminuyeron por caída de precios pero también en volúmenes.
Otra promesa incumplida del conservadurismo era que la
eliminación del “cepo cambiario” generaría un clima de confianza que revertiría
la fuga de capitales.
Resultado a la vista: se incrementó la fuga de divisas.
Y por último se señalaba que la inflación bajaría con
un Banco Central autónomo y sincerando el Indec.
Resultado: El promedio de los casi dos años de gestión
de Cambiemos produjo unos de los picos inflacionarios más altos de los últimos
25 años.
Visto, entonces, estos antecedentes recientes surge la
pregunta.
¿Qué garantiza ahora que acentuando el programa
regresivo y la pérdida de derechos en trabajadores integrados redunde en una
reducción, palpable de la pobreza y la exclusión, perdurable y exitosa en el
tiempo?
La “ilusión” neoliberal, que te condena.
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