Cambiemos se
ratifica, en relación a las presidenciales 2015, consagrándose como la primera
minoría en todo el país, con alrededor del 36% de los votos (8 millones y medio
de sufragios).
El porcentaje no es
menor si tenemos en cuenta que en el terreno económico no tiene grandes logros
que mostrar, más que cierre de empresas y aumento de la desocupación en los conglomerados
urbanos de alta densidad.
Ligeramente
distinto puede ser la situación en la argentina semi-pastoril.
En las ciudades
vinculadas al campo.
La reactivación del
sector con la quita de retenciones a las exportaciones, vuelca a la burguesía
agraria al consumo automotriz y a las inversiones en construcción con algún efecto
palpable en la dinámica económica y social en esas ciudades.
La mayoría de los
analistas (de distinto pelaje ideológico) coinciden en explicar el voto de Cambiemos
en tono al clivaje de la actividad económica desarrollada.
En este sentido, en
las ciudades más vinculadas a la actividad agropecuaria el electorado se vuelca
masivamente a Cambiemos, en tanto el Conurbano industrial de la provincia de Bs
As es preponderante el apoyo a Unidad Ciudadana.
Aunque esta
explicación, encuentra su límite en el triunfo del “Chivo” Agustin Rossi, candidato de Unidad Ciudadana, en Santa Fe, un distrito sojero por excelencia.
Una provincia que
además en términos políticos péndula hace décadas de modo estricto entre la
socialdemocracia “blanca” clasemediera que encarna el Socialismo(en alianza con el Radicalismo)
y el Peronismo conservador.
Un Rossi kirchnerista
estigmatizado desde el conflicto
agropower del 2008 logra un batacazo,
que los medios hegemónicos nacionales no
se han tomado el trabajo en desentrañar.
Previeren
minimizarlo, invisibilizarlo.
El caso de Santa Fe
también es importante para no soslayar las particularidades locales y
provinciales.
No se trata de relativizar el triunfo de
Cambiemos a nivel nacional, pero este se hace fuerte, además de ciudades
agropecuarias menos dependiente del Estado, en provincias cuyas gestiones llevan entre
dos y más de tres décadas en los gobiernos como son los casos de: el PJ en Córdoba, San Luis y el
conservadurismo del Movimiento Nacional Neuquino en Neuquen.
En estos casos los electores parecen demandar
un reemplazo, un cambio generacional de sus representantes, más que ideológico,
y han sido las fórmulas de Cambiemos quienes aprovecharon mejor este reclamo.
“Todo lo solido se
desintegra en el aire” dice un clásico de las Ciencias Sociales, y en estos
casos los comprovincianos apelaron al discurso modernizador de Cambiemos,
cierta estética new age y al viento mediático a favor para alertar, para
alarmar a gobiernos provinciales que parecían inexpugnables (recordemos que
estas Pasos son comicios legislativos, pero marcan un antecedente peligroso
para la continuidad de los oficialismos cuando lleguen las elecciones a cargos
ejecutivos).
No obstante, en el
caso puntano, la paliza electoral de alrededor de 20 punto de Claudio Poggi a la
dinastia de los hermanos Saá y un
kirchnerismo local que queda asociado a la desgracia feudal, deja un saldo
positivo: los votos del oficialismo, de
buen volumen en la provincia, colaboran en
el conteo global de Unidad
Ciudadana .
Una fuerza política
que alcanza junto a sus aliados los 6 millones y medio de sufragios.
Un apoyo electoral
que no deja de ser envidiable, si tenemos en cuenta que se trata de experiencia
política que gobernó el país durante los recientes doce años, desgastada por la
demonización de los medios dominantes de comunicación.
De cara a las
elecciones legislativas de octubre los principales analistas, periodistas y
encuestadores señalan que Cambiemos tiene un techo más alto para crecer frente
a la imagen negativa de la conductora de Unidad Ciudadana Cristina Kirchner.
Es posible que así
sea, aunque en política siempre hay lugar para las sorpresas.
En lo que equivocan es en pensar al kirchnerismo
como un fenómeno pasajero destinado a licuarse en el corto plazo, o lo sumo a convertirse en una experiencia marginal,
casi testimonial sin peso específico con visos a tallar en las grandes ligas de la política nacional.
No han tomado nota
que se trata de una identidad consolidada que puede ganar o perder elecciones,
pero con una potencia intacta para disputar el ejecutivo en los próximos años e
incluso décadas.
Cambiemos, diestro en el terreno simbólico
montado en valores y en un marketing
político liviano que se adecua a
cierta cultura individualista y “posmo” de segmentos de clase media y alta pero
que hegemoniza también, en estos tiempos, a sectores populares, se sostiene en la realidad material en el grifo del
endeudamiento.
Es una dependencia
peligrosa, cuando el ciclo del endeudamiento se limite, por experiencia
histórica sabemos que más temprano que tarde se corta, no habrá recursos de
cotillón que alcance para disimularlo.
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