sábado, 19 de agosto de 2017

PASOS 2017: Un Cambiemos nacional, la perdurabilidad del kirchnerismo, la debacle de los conservadurismos en las provincias.





Cambiemos se ratifica, en relación a las presidenciales 2015, consagrándose como la primera minoría en todo el país, con alrededor del 36% de los votos (8 millones y medio de sufragios).

El porcentaje no es menor si tenemos en cuenta que en el terreno económico no tiene grandes logros que mostrar, más que cierre de empresas y aumento de la desocupación en los conglomerados urbanos de alta densidad.

Ligeramente distinto puede ser la situación en la argentina semi-pastoril.

En las ciudades vinculadas al campo.

La reactivación del sector con la quita de retenciones a las exportaciones, vuelca a la burguesía agraria al consumo automotriz y a las inversiones en construcción con algún efecto palpable en la dinámica económica y social en esas ciudades.

La mayoría de los analistas (de distinto pelaje ideológico) coinciden en explicar el voto de Cambiemos en tono al clivaje de la actividad económica desarrollada.

En este sentido, en las ciudades más vinculadas a la actividad agropecuaria el electorado se vuelca masivamente a Cambiemos, en tanto el Conurbano industrial de la provincia de Bs As es preponderante el apoyo a Unidad Ciudadana.

Aunque esta explicación, encuentra su límite en el triunfo del “Chivo”  Agustin Rossi, candidato de Unidad  Ciudadana, en  Santa Fe, un distrito sojero por excelencia.

Una provincia que además en términos políticos péndula hace décadas de modo estricto entre la socialdemocracia “blanca” clasemediera  que encarna el Socialismo(en alianza con el Radicalismo) y el Peronismo conservador.

Un Rossi kirchnerista estigmatizado desde  el conflicto agropower del 2008  logra un batacazo, que los medios hegemónicos nacionales  no se han tomado el trabajo en desentrañar.

Previeren minimizarlo, invisibilizarlo.

El caso de Santa Fe también es importante para no soslayar las particularidades locales y provinciales.

 No se trata de relativizar el triunfo de Cambiemos a nivel nacional, pero este se hace fuerte, además de ciudades agropecuarias menos dependiente del Estado, en provincias cuyas gestiones   llevan entre  dos y más de tres décadas en los gobiernos como son los casos de:  el PJ en Córdoba, San Luis y el conservadurismo del Movimiento Nacional Neuquino en Neuquen.

 En estos casos los electores parecen demandar un reemplazo, un cambio generacional de sus representantes, más que ideológico, y han sido las fórmulas de Cambiemos quienes aprovecharon mejor este reclamo.

“Todo lo solido se desintegra en el aire” dice un clásico de las Ciencias Sociales, y en estos casos los comprovincianos apelaron al discurso modernizador de Cambiemos, cierta estética new age y al viento mediático a favor para alertar, para alarmar a gobiernos provinciales que parecían inexpugnables (recordemos que estas Pasos son comicios legislativos, pero marcan un antecedente peligroso para la continuidad de los oficialismos cuando lleguen las elecciones a cargos ejecutivos).

No obstante, en el caso puntano, la paliza electoral de alrededor de 20 punto de Claudio Poggi a la dinastia  de los hermanos Saá y un kirchnerismo local que queda asociado a la desgracia feudal, deja un saldo positivo: los votos del oficialismo,  de buen volumen en la provincia, colaboran en  el conteo global  de Unidad Ciudadana .

Una fuerza política que alcanza junto a sus aliados los 6 millones y medio de sufragios.

Un apoyo electoral que no deja de ser envidiable, si tenemos en cuenta que se trata de experiencia política que gobernó el país durante los recientes doce años, desgastada por la demonización de los medios dominantes de comunicación.

De cara a las elecciones legislativas de octubre los principales analistas, periodistas y encuestadores señalan que Cambiemos tiene un techo más alto para crecer frente a la imagen negativa de la conductora de Unidad Ciudadana Cristina Kirchner.

Es posible que así sea, aunque en política siempre hay lugar para las sorpresas.

 En lo que equivocan es en pensar al kirchnerismo como un fenómeno pasajero destinado a licuarse en el corto plazo, o lo sumo  a convertirse en una experiencia marginal, casi testimonial sin peso específico con visos a tallar  en las grandes ligas de la política nacional.

No han tomado nota que se trata de una identidad consolidada que puede ganar o perder elecciones, pero con una potencia intacta para disputar el ejecutivo en los próximos años e incluso décadas.

 Cambiemos, diestro en el terreno simbólico montado en valores y en un marketing  político  liviano que se adecua a cierta cultura individualista y “posmo” de segmentos de clase media y alta pero que hegemoniza también, en estos tiempos, a sectores populares, se sostiene en  la realidad material en el grifo del endeudamiento.

Es una dependencia peligrosa, cuando el ciclo del endeudamiento se limite, por experiencia histórica sabemos que más temprano que tarde se corta, no habrá recursos de cotillón  que alcance para disimularlo.










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