domingo, 20 de septiembre de 2015

UN ITINERARIO DE LA DEMOCRACIA Y LA REPRESENTACIÓN EN LA ARGENTINA RECIENTE .


A modo de introducción
Como señala su título, el presente artículo ensaya un intinerario de la Argentina democrática reciente apelando  a modo de herramienta teórica principal  a las nociones de democracia y representación vertidos en el conocido artículo de Bernan Manin “La metamorfosis de la representación”.
Un itinerario teórico configura un camino argumentativo entre otros que podrían haber sido descriptos e incluidos, pero escapa al presente artículo un análisis pormenorizado de los acontecimientos políticos y/ o actuaciones de todas las estructuras partidarias durante el período democrático argentino reciente.
El artículo podría ser presentado, tranquilamente, de un solo “tirón” argumentativo sin subtítulos que lo dividan por la íntima continuidad  y vinculación en que se enlazan cada uno de  los párrafos, pero a modo de dar respuesta a la exigencia razonable de una lectura organizada del texto se introducen tres pausas a modo de subtítulos:
En una primera sección se analizan las características que se consideran más relevantes del lazo de representación y la morfología de la democracia argentina en relación a las democracias de los países centrales tomando como referencia la democracia de partidos y la democracia de lo público descripto por Bernan Manin .
A partir del segundo subtitulo se busca visualizar la experiencia kirchnerista en el gobierno como un intento de restablecer  valores , nociones de democracia de masas o “movimientista” a partir de la re-politización y re- ideologización de segmentos importantes de la sociedad que se ven reflejados específicamente en la militancia política juvenil, y los límites con que se encuentra ese intento en un contexto fuertemente marcado por la volatilidad de la opinión publica propios de una Democracia de lo Público.
La tercera sección subsumida en la anterior, da cuenta de la concepción shumpetereana  y elitista de la democracia y la representación de las formulas opositoras al kirchnerismo de cara a las elecciones presidenciales del año 2015.


 Democracia de Partidos, Democracia de lo Público: las particularidades del proceso democrático y la representación política en el caso argentino.

Desde fines del siglo XIX  hasta mediados del siglo XX los lazos de representación políticas estaban enmarcados en el paradigma del denominado partidos de masas o democracia de partidos como lo analizara Bernan Manin en su conocido artículo “La metamorfosis de la representación”(1).

Esta representación se caracterizaba por lealtades permanentes, partidos ideologizados, identidades fuertes y correspondencia perdurable  entre los intereses de los estratos sociales y los programas de los partidos políticos.

De este modo, en Europa el clivaje izquierda-derecha constituía  la escisión predominante del campo político. Generalmente los sectores proletarios votaban o inclinaban sus preferencias a los partidos comunistas o socialdemócratas y la burguesía y clases medias altas a partidos conservadores.

En el caso argentino el eje de escisión fue menos definido en términos de clase, puesto que la experiencia peronista fue policlasista y  anclado en un proyecto de soberanía estatal y liberación nacional. De todas maneras,  el clivaje se ordenó en torno a la escisión peronismo-antiperonismo. Donde el primero contaba con apoyo electoral de los trabajadores y el Radicalismo con la anuencia de las clases medias.

Simultáneamente los intereses de la oligarquía y la alta burguesía,  no pudieron constituir un partido de derecha con viabilidad electoral, apelaban a los golpes de estado militar para imponer sus intereses.

Señala el politólogo Edgardo Mocca al respecto:


 “En un análisis de los sistemas de partidos políticos en América Latina, Kenneth Roberts construye una tipología basada en la estructura de clivaje que divide las adhesiones políticas en los diversos países Roberts, 2002). Así, diferencia los sistemas de partidos de clivajes segmentados en los que el eje de la competencia corta verticalmente a las líneas de clase, de los sistemas estratificados donde el eje corta horizontalmente y separa a las elites de las clases bajas. Entre estos últimos distingue a los de base clasista de los de movilización populista. La Argentina de la segunda mitad del siglo XX pertenece claramente a este último tipo: el peronismo, aun cuando su líder y sus principales expresiones orgánicas nunca sostuvieron una ideología clasista, expresó a los sectores obreros y populares y el radicalismo, en lo fundamental, a las clases medias. La ausencia de un partido claramente expresivo de los sectores económicamente poderosos, capaz de terciar en la lucha electoral contribuyó a que estas clases recurrieran a la presión corporativa y a los golpes militares como estrategia principal de acción política; la crónica inestabilidad de la democracia argentina entre 1930 y 1983 es tributaria, entre otros aspectos, de esa carencia en la representación” (pag 14, 2009).





En la década del ‘60 y ‘70 -especialmente con la llegada de la  globalización, las nuevas tecnologías y el predominio de los medios masivos  de comunicación- los lazos de representación se modifican, sufren al decir del politólogo Bernad Manin una metamorfosis. Se privilegia la imagen de los candidatos, el slogan a través de las campañas publicitarias de televisión, se desideologizan las propuestas partidarias, aparecen los denominados partidos “atrapa todo”, al tiempo que la subjetividad o conciencia de  clases se diluye y es reemplaza por la denominada opinión pública.

Las nuevas clases media, surgidas al calor del Estado de Bienestar en Europa y de la sociedad de consumo, difuminan la división de clases. Los patrones de consumo y los valores individualistas de la burguesía son asumidos como propios por parte de los sectores subalternos al tiempo que se debilitan los ideales revolucionarios (Eric Hobswam)(2).

En este escenario, los partidos políticos desideologizan sus posturas con el propósito de captar  el denominado “electorado independiente”,  orientando sus propuestas hacia el “centro” donde los medios de comunicación asumen un rol determinante.


En Argentina la cultura política basada en la “alternancia” entre militarismo y el movimientismo tenía particularidades propias, diferenciada de la cultura clasista de los países centrales, aunque la efervescencia ideológica y política se mantuvo e incluso se intensificó en los ‘70 con el regreso de Perón y el pregonado proyecto del socialismo nacional de la  izquierda peronista.


El regreso de la democracia en los ‘80 vino atravesado con la exaltación de las nociones de Estado de Derecho y las libertades individuales,  que cobran importancia tras la noche negra del Proceso. En ese marco se sale de la cultura  movimientista que ocupaba todo el escenario político y se va instalando un formato de sistema de partido sostenido en el respeto de las libertades y garantías propias del Estado de Derecho con posibilidades  de alternancia partidaria al estilo de las democracias centrales, en nuestro caso  mediante el bipartidismo radicalismo-peronismo.

Señala Hugo Quiroga en relación al regreso de la democracia en nuestro país:


“Se asistía a una época en la cual la política parecía tener otro sentido, a un momento de proclamación de la política, con una inmejorable aceptación de los ciudadanos que se vio reflejada en las afiliaciones masivas a los partidos y en los actos electorales multitudinarios, que nunca alcanzaron esa dimensión. En este breve pero decisivo encuentro entre ciudadano y organizaciones partidarias se pudo estructurar una especie de democracia de partidos, al menos hasta 1989, reforzándose a la vez el bipartidismo. La mayoría de las adhesiones electorales se concentraban en torno al peronismo y radicalismo, y la suma de votos de ambos partidos, hasta esa fecha, se ubicaba en una franja que variaba entre el 73 y el 86% de la totalidad de los sufragios”, ( pag 83, 2006).


 La politóloga Ines Pousadela completa al respecto:


“Luego de la derrota del peronismo en las elecciones inaugurales de 1983 se desencadenó el proceso de renovación que desembocaría en la creciente institucionalización partidaria del peronismo y en el consiguiente abandono de sus más marcadas tendencias movimientistas”(pag 68, 2006).


Sin embargo,  se podría decir, al mismo tiempo que se instauraba incipientemente una democracia de partidos, que en Argentina había estado ausente,  en el mundo los partidos dejaban de ser lo que habían sido en el pasado para adquirir relevancia la denominada democracia de lo público o de “audiencia” analizada por Bernan Manin  en el  citado artículo sobre “La metamorfosis de la representación”.

En nuestro caso también adquiere relevancia el impacto de los medios de comunicación en la política,  la mercadotecnia política, las encuestas y los sondeos de la opinión pública.

El problema que este nuevo formato democrático lejos de constituir una ciudadanía culta y virtuosa que controlara a los poderes, como pensaban los clásicos de la teoría democrática, se transforma en una masa gelatinosa,  volátil, inestable, ecléctica, y de baja intensidad ideológica.


Al respecto, el politólogo Hugo Quiroga señala que:


 “(...) este modelo mediático de la política no favorece precisamente la racionalidad discursiva, ni la racionalización. La idea de un ciudadano autónomo pareciera alejarse”(pag 148, 2010).


Es más, afirma este autor puntano radicado en la Universidad de Rosario:

“El votante en una misma elección puede elegir a un candidato de centro-izquierda a nivel nacional con otro de centroderecha a nivel provincial o viceversa”( pag 148, 2010).

O como señalara alguien insospechado de pertenecer al mundo izquierdista crítico anti-sistema, el politólogo liberal Giovani Sartori:

“(..) la televisión transforma la noticia en entretenimiento y la información en espectáculo, contribuyendo a la producción de una visión cínica y espectacularizada de la política. En las democracias contemporáneas la opinión pública no es autónoma sino teledirigida”(3).

La consolidación de la hegemonía neoliberal en los `90 que colabora con una cultura política apática, hedonista e individualista acentúa y lleva al clímax esta metamorfosis de la representación. Señalaba en esos años  el sociólogo  de la FLACSO, Daniel García Delgado:

 “La gente cada vez espera menos de la política y se orienta hacia el mercado, lugar donde se decide si “va a salvarse” o no. Si la política estuvo en el pasado dominada por las nociones de clase y nación, esta pierde ahora esta determinación”(pag 104, 1994).


De este modo, en un  escenario donde adquiere predominancia el marketing político, los sondeos de opinión, las encuestas y la personalización de la política por sobre los programas partidarios, el voto depende cada vez más de la “oferta política” o el clivaje estipulado por el candidato antes que un alineamiento de clases o social automático. En este marco el modelo militante entra en crisis porque ya no agrega poder (Daniel García Delgado, pag 105, 1994).

 La Democracia de lo Público se encarna en Argentina en el gobierno de Carlos Menem, quien permanece en la presidencia durante 10 años, entre 1989 y 1999. Al respecto señala Edgardo Mocca:


“Ya en el gobierno, Menem decidió explotar al máximo el espacio de la “videopolítica”; se apoyó en los espacios y comunicadores mediáticos más comprometidos con la prédica neoliberal y ensambló su discurso con el clima antipolítico y antipartido,( pag 14, 2009).


Agrega Hugo Quiroga en el mismo sentido:

 “La figura del presidente Menem, por su parte, represento adecuadamente esa nueva forma de escenificación vinculada a los ritos del “espectáculo”. En este destino contemporáneo de la política, apareció como un ferviente exponente de su trivialización (….) Los ciudadanos  no se reconocen tanto en sus representantes tradicionales, lo que estimula el llamamiento a figuras extrapartidarias (Palito Ortega, Carlos Reutemann, Daniel Scioli), (pag 86, 2006).



La experiencia del kirchnerismo en el gobierno: un intento por recuperar  la democracia “militante”.


Sin embargo, en paralelo a este horizonte noventista empapado de cierto tratamiento trivial, espectacularizado y banal de la política, se configura el surgimiento de voces contra-hegemónicas de los expulsados  del mundo del trabajo por las políticas de “ajuste”.

Los denominados movimientos sociales “piqueteros” tratan,  rescatan  la política  en los viejos lenguajes militantes, en torno a valores como la igualdad  social, la recuperación del Estado, la re-significación de la soberanía  frente a los poderes fácticos externos e internos,  la regulación del mercado (Maristella Svampa,2008).

Tras la crisis de representación e ingobernabilidad del 2001, donde los dirigentes son percibidos por  la sociedad como una casta privilegiada, autonomizada de los problemas sociales  (Quiroga Hugo), el frágil  sistema bipartidario  se desarticula en múltiples candidaturas (2010, pag 143).

 De esta forma se  agudiza  el surgimiento de  candidatos “intinerantes”, que surfean al calor de la agenda mediática, donde los partidos aparecen más como un “sello de goma” (2010, pag 143). (No está de más decir  que un ejemplo prototípico del político nómade es el de Elisa Carrio quien cortó con el Radicalismo para conformar  ARI, la Coalición Cívica posteriormente, luego la Alianza Faunen,  para terminar  en las filas macristas).

Por otra parte,  a partir del año 2003 se relegitima la autoridad presidencial  ya que el nuevo presidente Néstor Kirchner toma nota las demandas ideologizadas de movimientos sociales y sectores medios progresistas y las refleja  en políticas estatales


En sintonía con esto señala la filósofa  y profesora de la UBA Maria Pia Lopez :


Es claro en el caso de los derechos humanos o en el de la ley de medios: se recupera un valor defendido por minorías activas y se lo convierte en política estatal. Y al hacerlo se articula una adhesión a esa política que va más allá de los partidarios del Gobierno. Salvo aquellos que fueron renuentes a esa valoración por ruinosas mezquindades (que los pueden llevar a elegir por Clarín en nombre de libertades democráticas que ese medio desmiente en su vida interna) o que eligieron reconocer los hechos desmintiendo las intenciones (provistos de la tesis de la impostura), el resto de los grupos y personas que intervienen en la esfera pública acordaron con el sostenimiento de esos valores (4).


El kirchnerismo implica en este sentido un intento de recuperación de la política en clave ideologizada y militante, como en el modelo anterior, esta vez en torno del clivaje neoliberalismo y antineoliberalismo, donde en el primero se hallan los intereses de las elites económicas, corporativas y políticas y en el segundo los intereses del pueblo.

El  profesor Roberto Follari en este sentido  incorpora la experiencia kirchnerista en el concepto de neopopulismo progresista junto al chavismo en Venezuela y los gobiernos de Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador:


El Neopopulismo es el retorno de la política, entonces, frente a su rendición previa a los poderes establecidos. Es volver a poner la voluntad colectiva en un lugar de posibilidad de ejercicio de poder, contra la impotencia política buscada cuidadosamente por el neoliberalismo (no en vano para este la política es considerada un mal), el cual dejaba el poder depositado en los ciegos mecanismos del mercado (….) Lo cierto es que el Neopopulismo implica  la presencia en la política de los desheredados, los abandonados, los condenados de la tierra”( pag 41 y 44, 2010).

 En este sentido el K intenta reordenar el mapa político en torno a los proyectos de transversabilidad o concertación plural a partir de configurar una constelación centro-izquierdista por fuera del PJ (pag 47, 2008 Quiroga).

Si bien el clivaje o la oferta electoral del kirchnerismo en torno a los ítems estado-mercado o política vs corporaciones, autoritarismo vs derechos humanos, anclado en la recuperación económica y cierto bienestar material en los sectores populares el kirchnerismo, logra altos índices de aprobación en la opinión pública, ésta, sabemos,  no es sólida  y se caracteriza por una morfología gaseosa y voluble (5).


El kirchnerismo, en su alianza circunstancial y táctica con los pulpos mediáticos, logra la anuencia de porciones significativas de esta  ciudadanía  fluctuante o de baja intensidad ideológica, quizás necesarias tras una legitimidad electoral de origen recortada del 22%, pero ante el conflicto con el establishment agro-mediático, el apoyo de la opinión pública se desploma como un castillo de arena.

El kirchnerimo no logra imponer en la sociedad una escisión propia de la cultura movimientista  como  la de pueblo-oligarquía durante el conflicto agrario y la anuencia de una opinión pública voluble y vaporosa que le había sido afín hasta ese momentos se desploma para migrar hacia otros candidatos electorales dotados de una cultura política más light, propia de la herencia cultual neoliberal o del formato democrático de lo “publico”, en  términos de Bernar Manin.

Esto se verá reflejado en la derrota electoral del propio Néstor Kirchner en un bastión  del peronismo, como es la provincia de Buenos Aires. El triunfo se alza  en manos de un candidato (timorato) como Francisco de Narvaez quien constituye  su campo electoral en torno a problemas que tiene “la gente”, sobredimensionados por los medios de comunicación antes que en proyectos ideologizados o relatos ideologizados de país.

No obstante el kirchnerismo, esquivando toda sugerencia conservadora de aggiornarse  para encajar en esta “democracia de audiencias inestable”, prefiere abandonar todo posibilismo. Entonces, dotado de un espíritu audaz y transgresor profundiza el camino progresista o izquierdista con medidas tales como  asignación universal, por hijo, ley de medios,  estatización AFJP  y Aerolíneas (Norberto Galasso) ( 6).



Señala al respecto el intelectual estudioso del populismo Ernesto Laclau:



“Toda la primera etapa del kirchnerismo fue una etapa de una serie de transformaciones. Un plan de transformación social, que nadie hubiera pensado que era posible en la Argentina, empieza a lanzarse. Y ese proceso llega más o menos hasta el año pasado. Todavía yo diría que las medidas que está tomando el gobierno son muy radicales: la modificación del régimen jubilatorio, la nacionalización de las empresas aéreas, la reforma del sistema de medios, el intento de implantar las retenciones agrarias. Todo eso es un programa de cambios radicales. Pero eso dio lugar a que la derecha empezara a reorganizarse con un proyecto hegemónico alternativo”. Latinoamérica según Ernesto Laclau. Razones del populismo. Entrevista. Domingo, 21 de junio de 2009. Página /12.


El kirchnerismo busca plasmar una cultura política donde, a contramano de la cultura dominante  de esta época posmoderna,  las ideas primen sobre las fugases imágenes, los programas sobre el marketing y la militancia colectiva predomine sobre el electorado fugaz y golondrina.

El kirchnerismo, como cultura política,  implica un repolitización y reideologización de sectores significativos de la sociedad especialmente en sus segmentos más jóvenes (7). No obstante ha resultado insuficiente.

 Las virtudes re-politizadoras del kirchnerismo tal vez no hayan logrado aún, reparar la herencia cultural  individualista del neoliberalismo” en la profundidad deseada a pesar de la denominada “batalla cultural” que implicado el enfrentamiento con los medios de comunicación hegemónicos. A esto deberíamos agregar el carácter tradicionalmente ambiguo de un  peronismo que ha oscilado de izquierda a derecha según las circunstancias y el  fomento de   un estilo de vida basado en el consumo  desde el actual gobierno -que bienvenido ha sido al recuperar la capacidad adquisitiva de los sectores populares-; pero, paradójicamente modera el proceso de re-socialización política inaugurado por el  propio kirchnerismo


 Por lo que no resulta raro que de cara a las elecciones  del 2015, los candidatos con mejores intención de votos son los que modulan una intensidad ideológica más moderada tales como Massa, Insaurralde,   el mismo Scioli al interior del Frente por la Victoria, más propia de la democracia pública o noventista.


Como los define el politólogo José Natanson, director del Lemonde Diplomatique, son políticos commodity:


“Maestros en el arte de eludir definiciones fuertes, los políticos-commodity pueden, como Scioli, visitar el stand de Clarín el sábado y homenajear a Zaffaroni el miércoles, prometen, como Massa, cambiar lo malo dejando lo bueno, o directamente dudan entre jugar de un lado o del otro, como Insaurralde. Si los drones difuminan la línea que separa la guerra de la paz, ellos sobrevuelan con asombrosa agilidad la frontera entre gobierno y oposición que el kirchnerismo tanto se esfuerza en subrayar” (8).

 Así, el coctel formado con la preeminencia, en las encuestas de opinión, de candidatos  “indefinidos” de cara a las elecciones presidenciales 2015, con  poderes mediáticos agudizando una campaña deslegitimadora del elenco kirchnerista gobernante, con la configuración de los conocidos “climas destituyentes”, la continuidad de la cultura k con un candidato del “palo” parece una empresa complicada.

El kirchnerismo decide presentarse con un candidato moderado como Daniel Scioli, corriendo  el riesgo de perder identidad y auto-limitarse en las transformaciones políticas culturales y sociales,  tratando de garantizarse  el triunfo electoral.  Quizas desde las alturas del gobierno se evalua que presentarse con un candidato propio, puede llevar a un cisma con parte del peronismo tradicional y conservador que apoya a Scioli, espantar al electorado “indeciso” hacia fórmulas o candidatos aparentemente “suaves” -que prometen continuar con lo bueno, pero evitar lo malo- y finalmente salir derrotado.



La concepción shumpetereana y elitista de la democracia de las formulas opositoras al kichnerismo de cara a las elecciones  presidenciales 2015.


Por el lado opositor, tanto el macrismo del PRO como el masismo del Frente Renovador se hallan en las antipodas de una idea de democracia y ciudadanía entendida como participación del pueblo o militancia activa y politizada  (cuyos ecos, digamos de paso, que provienen de la democracia directa de los griegos o los idearios de J. J.  Roussseau). Ellos  parten de una concepción democrática análoga a la de un mercado económico como lo describió el economista austriaco J. Schumpeter casi a mitad del siglo pasado.

Esto significa percibir el ámbito político como un mercado económico, el cual no está integrado por  ciudadanos que “piensan” en políticas, que luego aplicarán sus representantes, sino que los mismos son identificados como meros consumidores, en tanto los políticos son percibidos como empresarios que “venden” sus propuestas como en un sistema económico.

Schumpeter dejó de percibir la Democracia como se había pensado hasta ese momento en la teoría política tradicional. Es decir la Democracia entendida como una forma de gobierno o una forma de vida inspirada en ideales tales como la voluntad general y el bien común, para definirla solamente como un método electivo (David Held).

El pueblo en esta concepción deja de existir como un conjunto de ciudadanos racionales, interesados en la cosa pública, para recluirse en sus problemas privados (Daniel Garcia Delagado, 1994). O,  cuando se interesa, percibe la política en sus dimensiones más de superficie antes que desde argumentos profundos que piensen en cuestiones o problemáticas estructurales.


 En este sentido la ciencia política contemporánea  a partir de Schumpeter dejó de definir a la Democracia en su clásica acepción como “gobierno del pueblo” para entenderla como gobierno de la elite dirigencial, es decir el “gobierno de los políticos” (José Nun, 2001)


Como señala el intelectual de izquierda e investigador del CONICET Claudio Katz:

“La visión elitista presupone que el gobierno de los privilegiados se asienta en una competencia de méritos por la conducción de la sociedad. Afirma que los ciudadanos seleccionan a los líderes  premiando estas cualidades, aunque al mismo tiempo estima que los electores no pueden cumplir un rol activo en la definición de los programas o las políticas de los dirigentes. La razón de esta incapacidad es un misterio, desde el momento que se enaltecen las facultades electivas de los mismos individuos. En la tesis schumpeterianas nunca se entiende por qué los ciudadanos pueden elegir conductores y no cursos de acción”( pag 75, 2008).

Y agrega:

“Los fanáticos del mercado van más allá de esta interpretación y explican el repliegue ciudadano por el deslumbramiento que genera el consumo o el entretenimiento. Estiman que la política es una actividad menor frente a este tipo de satisfacciones. Afirman que las cualidades del individuo-como inversor inteligente, ahorrista activo o consumidor soberano-nunca encuentran paralelo en el campo institucional” (pag 180, 2008).


A modo más que ilustrativo, esta concepción procedimental y apática de la democracia es en la que se sostiene el principal asesor de Mauricio Macri, el ecuatoriano Duran Barba,  cuando señala,  en sus propias que palabras, que aproximadamente:

 “Un 60 o 70%  de las ciudadanos que conforman las sociedades actuales no se interesa por la política” (9).


 O como señalara, en tonos parecidos,  Sergio Massa cuando se refiere “a la gran avenida del medio” entre el hiper- kirchnerismo a ultranza y el antikirchnerismo  furioso y conservador.

Ambos formulas electorales, mas alla de sus diferencias, al partir  de esta cosmovisión reduccionista de la democracia constituidas por ciudadanos despolitizados y apáticos la mayor parte del año o a lo sumo transformados en meros “consumidores” en las inmediateces de una elección, no resulta totalmente descabellado o irracional “acomodarse”  a los vaivenes de esta “gran avenida del medio” que constituye en buena proporción la denominada  opinión pública; y actualmente hay un clima de época donde la opinión pública, a diferencia de los noventa, que se inclinaba por las propuestas privatista y por  la exaltación del mercado, se inclina por una orientación más estatista o interventora del rol del Estado.

Igualmente, en este marco, los partidos no pueden adoptar ideologías idénticas, al decir de otro politólogo de esta corriente formalista o minimalista de la Democracia como el norteamericano Anthony Downs,


“porque deben crear diferencias suficientes para que su producto (la ideología) se distinga de sus rivales y así atraer votantes a sus urnas. Sin embargo, igual que en un producto de mercado, cualquier ideología que tenga un éxito considerable es imitada muy pronto, y las diferencias se producen a niveles más sutiles” (pag 101, 2001).


Esta orientación ideológica configurada por el kirchnerismo en los 2000 parece “exitosa”,  en los términos de Antony Downs. Entonces es perfectamente racional que tanto  el macrismo como el masismo busquen imitarlas en su discurso, presentando al decir del politólogo norteamericano “diferencia a niveles más  sutiles”.

 En el caso del PRO las diferencias que busca establecer están vinculas con  la gestión, con la administración. Se presenta como más eficiente, más competente frente al “despilfarro e ineficacia” kirchnerista en el manejo de la cosa pública, o en los términos del massismo “continuar con lo bueno, corriejiendo lo malo”.


Citas

(1)   Manin Bernad, “La Metamorfosis de la Representación” en M. Dos Santos, comp ¿Qué queda de la Representación Política?, CLACSO, Nueva Sociedad, 1991

(2)Hobsbawm, E.J (1995), Historia del siglo XX, Barcelona,  Critica.

  (3)Sartori Giovanni: Homo videns. La sociedad teledirigida, Taurus, Madrid.

 (4) López, María Pía (2011, mayo 30) Batallas y hegemonías,  Página 12.

(5) Señala Hugo Quiroga: “A tono con los cambios de época el gobierno de Nestor Kirchner se  apoya en una democracia de la opinión pública” pag 89, 2006.

 (6) Ver capítulo VI “El Kirchnerismo”  de Norberto Galasso de Perón a Kirchner Editorial Punto de Encuentro 2011.

(7) “El kirchnerismo implica una suerte de revolución cultural” Entrevista a  Jorge Aleman, Psicoanalista, Profesor Honorario de la UBA. Pagina 12 .11.2015
“Todos quieren ser K: una nueva cultura política en Argentina, Gisela Brito http://www.telesurtv.net/
“Hegemonia Cultural del Kirchnerismo” Beatriz Sarlo   4 de marzo de 2011 La Nacion.
“Kirchnerismo: una controversia cultural” Horacio Gonzales, colihue, 2011.

(8) -Natanson Jose ,“Chocolate laxante” 1 de febrero, 2015, Pagina /12.

(9) “El PRO es el único partido de izquierda” Entrevista a Duran Barba asesor del macrismo en el diario La Nacion el 11 de abril del 2015.


Bibliografía

-Natanson Jose ,“Chocolate laxante” 1 de febrero, 2015, Pagina /12.

-Delgado Garcia Daniel,  “Estado y Sociedad” , 1994, Norma, Flacso, Bs As.

-Pousadela Inés, “Que se vayan todos, enigmas de la representación política”. Claves para todos, enigmas de la representación política, Capital Intelectual, 2006

-Mocca Edgardo, “Clivajes y actores políticos en la Argentina Democrática”, Revista Debates, 2009.

-Galasso Norberto, De Perón a Kirchner,  Apuntes sobre la historia del peronismo, Editorial Punto de Encuentro 2011.

-Manin Bernad, “La Metamorfosis de la Representación” en M. Dos Santos, comp ¿Qué queda de la Representación Política?, CLACSO, Nueva Sociedad, 1991

-Held David, “Modelos de Democracia”, México,Alianza 1992.

-Follari Roberto: “La alternativa Neopopulista en America Latina”, 2010

-Quiroga Hugo, “La República Desolada”, Edhasa, 2010

-Quiroga Hugo y Tcach Cesar (comp), “Argentina 1976-2006. Entre la sombra de la dictadura y el futuro de la democracia”, Homo Sapiens, 2006.

-Nun Jose: “Democracia, ¿gobierno del pueblo o de los políticos?”, FCE, Bs As, 2001.

-Sartori Giovanni: Homo videns. La sociedad teledirigida, Taurus, Madrid.


-Downs Anthony “Diez textos básicos de ciencia política” Ariel, 2001, Barcelona


-López, María Pía (2011, mayo 30) Batallas y hegemonías,  Página 12.

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