A modo de introducción
Como señala su título, el presente artículo ensaya un intinerario de
la Argentina democrática reciente apelando
a modo de herramienta teórica principal
a las nociones de democracia y representación vertidos en el conocido
artículo de Bernan Manin “La metamorfosis de la representación”.
Un itinerario teórico configura un camino argumentativo entre otros que
podrían haber sido descriptos e incluidos, pero escapa al presente artículo un
análisis pormenorizado de los acontecimientos políticos y/ o actuaciones de
todas las estructuras partidarias durante el período democrático argentino
reciente.
El artículo podría ser presentado, tranquilamente, de un solo “tirón”
argumentativo sin subtítulos que lo dividan por la íntima continuidad y vinculación en que se enlazan cada uno
de los párrafos, pero a modo de dar
respuesta a la exigencia razonable de una lectura organizada del texto se
introducen tres pausas a modo de subtítulos:
En una primera sección se analizan las características que se consideran más
relevantes del lazo de representación y la morfología de la democracia
argentina en relación a las democracias de los países centrales tomando como
referencia la democracia de partidos y la democracia de lo público descripto
por Bernan Manin .
A partir del segundo subtitulo se busca visualizar la experiencia
kirchnerista en el gobierno como un intento de restablecer valores , nociones de democracia de masas o
“movimientista” a partir de la re-politización y re- ideologización de
segmentos importantes de la sociedad que se ven reflejados específicamente en
la militancia política juvenil, y los límites con que se encuentra ese intento
en un contexto fuertemente marcado por la volatilidad de la opinión publica
propios de una Democracia de lo Público.
La tercera sección subsumida en la anterior, da cuenta de la concepción
shumpetereana y elitista de la
democracia y la representación de las formulas opositoras al kirchnerismo de
cara a las elecciones presidenciales del año 2015.
Democracia de Partidos, Democracia de lo Público: las particularidades del
proceso democrático y la representación política en el caso argentino.
Desde fines del siglo XIX hasta mediados del
siglo XX los lazos de representación políticas estaban enmarcados en el paradigma
del denominado partidos de masas o democracia de partidos como lo analizara
Bernan Manin en su conocido artículo “La metamorfosis de la representación”(1).
Esta representación se caracterizaba por lealtades
permanentes, partidos ideologizados, identidades fuertes y correspondencia
perdurable entre los intereses de los estratos sociales y los programas
de los partidos políticos.
De este modo, en Europa el clivaje izquierda-derecha
constituía la escisión predominante del campo político. Generalmente los
sectores proletarios votaban o inclinaban sus preferencias a los partidos
comunistas o socialdemócratas y la burguesía y clases medias altas a partidos
conservadores.
En el caso argentino el eje de escisión fue menos
definido en términos de clase, puesto que la experiencia peronista fue
policlasista y anclado en un proyecto de soberanía estatal y
liberación nacional. De todas maneras, el clivaje se ordenó en torno
a la escisión peronismo-antiperonismo. Donde el primero contaba con apoyo
electoral de los trabajadores y el Radicalismo con la anuencia de las clases
medias.
Simultáneamente los intereses de la oligarquía y la
alta burguesía, no pudieron constituir un partido de derecha con
viabilidad electoral, apelaban a los golpes de estado militar para imponer sus
intereses.
Señala el politólogo
Edgardo Mocca al respecto:
“En un análisis
de los sistemas de partidos políticos en América Latina, Kenneth Roberts
construye una tipología basada en la estructura de clivaje que divide las
adhesiones políticas en los diversos países Roberts, 2002). Así, diferencia los
sistemas de partidos de clivajes segmentados en los que el eje de la
competencia corta verticalmente a las líneas de clase, de los sistemas
estratificados donde el eje corta horizontalmente y separa a las elites de las
clases bajas. Entre estos últimos distingue a los de base clasista de los de
movilización populista. La Argentina de la segunda mitad del siglo XX pertenece
claramente a este último tipo: el peronismo, aun cuando su líder y sus
principales expresiones orgánicas nunca sostuvieron una ideología clasista, expresó
a los sectores obreros y populares y el radicalismo, en lo fundamental, a las
clases medias. La ausencia de un partido claramente expresivo de los sectores
económicamente poderosos, capaz de terciar en la lucha electoral contribuyó a
que estas clases recurrieran a la presión corporativa y a los golpes militares
como estrategia principal de acción política; la crónica inestabilidad de la
democracia argentina entre 1930 y 1983 es tributaria, entre otros aspectos, de
esa carencia en la representación” (pag 14, 2009).
En la década del ‘60 y ‘70 -especialmente con la
llegada de la globalización, las nuevas tecnologías y el predominio de
los medios masivos de comunicación- los lazos de representación se
modifican, sufren al decir del politólogo Bernad Manin una metamorfosis. Se
privilegia la imagen de los candidatos, el slogan a través de las campañas
publicitarias de televisión, se desideologizan las propuestas partidarias,
aparecen los denominados partidos “atrapa todo”, al tiempo que la subjetividad
o conciencia de clases se diluye y es reemplaza por la denominada opinión
pública.
Las nuevas clases media, surgidas al calor del Estado
de Bienestar en Europa y de la sociedad de consumo, difuminan la división de
clases. Los patrones de consumo y los valores individualistas de la burguesía
son asumidos como propios por parte de los sectores subalternos al tiempo que
se debilitan los ideales revolucionarios (Eric Hobswam)(2).
En este escenario, los partidos políticos
desideologizan sus posturas con el propósito de captar el denominado
“electorado independiente”, orientando sus propuestas hacia el “centro”
donde los medios de comunicación asumen un rol determinante.
En Argentina la cultura política basada en la
“alternancia” entre militarismo y el movimientismo tenía particularidades
propias, diferenciada de la cultura clasista de los países centrales, aunque la
efervescencia ideológica y política se mantuvo e incluso se intensificó en los
‘70 con el regreso de Perón y el pregonado proyecto del socialismo nacional de
la izquierda peronista.
El regreso de la democracia en los ‘80 vino atravesado
con la exaltación de las nociones de Estado de Derecho y las libertades
individuales, que cobran importancia tras la noche negra del Proceso. En
ese marco se sale de la cultura movimientista que ocupaba todo el
escenario político y se va instalando un formato de sistema de partido
sostenido en el respeto de las libertades y garantías propias del Estado de
Derecho con posibilidades de alternancia
partidaria al estilo de las democracias centrales, en nuestro caso
mediante el bipartidismo radicalismo-peronismo.
Señala Hugo Quiroga en relación al regreso de la
democracia en nuestro país:
“Se asistía a una época en la cual la política parecía tener otro sentido,
a un momento de proclamación de la política, con una inmejorable aceptación de
los ciudadanos que se vio reflejada en las afiliaciones masivas a los partidos
y en los actos electorales multitudinarios, que nunca alcanzaron esa dimensión.
En este breve pero decisivo encuentro entre ciudadano y organizaciones
partidarias se pudo estructurar una especie de democracia de partidos, al menos
hasta 1989, reforzándose a la vez el bipartidismo. La mayoría de las adhesiones
electorales se concentraban en torno al peronismo y radicalismo, y la suma de
votos de ambos partidos, hasta esa fecha, se ubicaba en una franja que variaba
entre el 73 y el 86% de la totalidad de los sufragios”, ( pag 83, 2006).
La politóloga Ines Pousadela completa al respecto:
“Luego de la derrota del peronismo en las elecciones inaugurales de 1983 se
desencadenó el proceso de renovación que desembocaría en la creciente
institucionalización partidaria del peronismo y en el consiguiente abandono de
sus más marcadas tendencias movimientistas”(pag 68, 2006).
Sin embargo, se
podría decir, al mismo tiempo que se instauraba incipientemente una democracia
de partidos, que en Argentina había estado ausente, en el mundo los
partidos dejaban de ser lo que habían sido en el pasado para adquirir
relevancia la denominada democracia de lo público o de “audiencia” analizada
por Bernan Manin en el citado artículo sobre “La metamorfosis de la
representación”.
En nuestro caso también adquiere relevancia el impacto
de los medios de comunicación en la política, la mercadotecnia política,
las encuestas y los sondeos de la opinión pública.
El problema que este nuevo formato democrático lejos
de constituir una ciudadanía culta y virtuosa que controlara a los poderes,
como pensaban los clásicos de la teoría democrática, se transforma en una masa
gelatinosa, volátil, inestable, ecléctica, y de baja intensidad
ideológica.
Al respecto, el politólogo Hugo Quiroga señala que:
“(...) este
modelo mediático de la política no favorece precisamente la racionalidad
discursiva, ni la racionalización. La idea de un ciudadano autónomo pareciera
alejarse”(pag 148, 2010).
Es más, afirma este autor puntano radicado en la
Universidad de Rosario:
“El votante en una misma elección puede elegir a un
candidato de centro-izquierda a nivel nacional con otro de centroderecha a
nivel provincial o viceversa”( pag 148, 2010).
O como señalara alguien insospechado de pertenecer al
mundo izquierdista crítico anti-sistema, el politólogo liberal Giovani Sartori:
“(..) la televisión transforma la noticia en
entretenimiento y la información en espectáculo, contribuyendo a la producción
de una visión cínica y espectacularizada de la política. En las democracias
contemporáneas la opinión pública no es autónoma sino teledirigida”(3).
La consolidación de la hegemonía neoliberal en los `90
que colabora con una cultura política apática, hedonista e individualista
acentúa y lleva al clímax esta metamorfosis de la representación. Señalaba en
esos años el sociólogo de la FLACSO, Daniel García Delgado:
“La gente cada
vez espera menos de la política y se orienta hacia el mercado, lugar donde se
decide si “va a salvarse” o no. Si la política estuvo en el pasado dominada por
las nociones de clase y nación, esta pierde ahora esta determinación”(pag 104,
1994).
De este modo,
en un escenario donde adquiere predominancia el marketing político, los
sondeos de opinión, las encuestas y la personalización de la política por sobre
los programas partidarios, el voto depende cada vez más de la “oferta política”
o el clivaje estipulado por el candidato antes que un alineamiento de clases o
social automático. En este marco el modelo militante entra en crisis porque ya
no agrega poder (Daniel García Delgado, pag 105, 1994).
La Democracia de lo Público se
encarna en Argentina en el gobierno de Carlos Menem, quien permanece en la
presidencia durante 10 años, entre 1989 y 1999. Al respecto señala Edgardo Mocca:
“Ya en el
gobierno, Menem decidió explotar al máximo el espacio de la “videopolítica”; se
apoyó en los espacios y comunicadores mediáticos más comprometidos con la
prédica neoliberal y ensambló su discurso con el clima antipolítico y
antipartido,( pag 14, 2009).
Agrega Hugo Quiroga en el mismo sentido:
“La figura del presidente
Menem, por su parte, represento adecuadamente esa nueva forma de escenificación
vinculada a los ritos del “espectáculo”. En este destino contemporáneo de la
política, apareció como un ferviente exponente de su trivialización (….) Los
ciudadanos no se reconocen tanto en sus
representantes tradicionales, lo que estimula el llamamiento a figuras
extrapartidarias (Palito Ortega, Carlos Reutemann, Daniel Scioli), (pag 86, 2006).
La experiencia del kirchnerismo en el gobierno: un intento por
recuperar la democracia “militante”.
Sin embargo, en paralelo a este horizonte noventista
empapado de cierto tratamiento trivial, espectacularizado y banal de la
política, se configura el surgimiento de voces contra-hegemónicas de los
expulsados del mundo del trabajo por las políticas de “ajuste”.
Los denominados movimientos sociales “piqueteros”
tratan, rescatan la política en los viejos lenguajes
militantes, en torno a valores como la igualdad social, la recuperación
del Estado, la re-significación de la soberanía frente a los poderes
fácticos externos e internos, la regulación del mercado (Maristella
Svampa,2008).
Tras la crisis de representación e ingobernabilidad
del 2001, donde los dirigentes son percibidos por la sociedad como una
casta privilegiada, autonomizada de los problemas sociales (Quiroga
Hugo), el frágil sistema bipartidario se desarticula en múltiples
candidaturas (2010, pag 143).
De esta forma se agudiza el surgimiento de
candidatos “intinerantes”, que surfean al calor de la agenda mediática,
donde los partidos aparecen más como un “sello de goma” (2010, pag 143). (No
está de más decir que un ejemplo prototípico del político nómade es el de
Elisa Carrio quien cortó con el Radicalismo para conformar ARI, la
Coalición Cívica posteriormente, luego la Alianza Faunen, para
terminar en las filas macristas).
Por otra parte, a partir del año 2003 se
relegitima la autoridad presidencial ya que el nuevo presidente Néstor
Kirchner toma nota las demandas ideologizadas de movimientos sociales y
sectores medios progresistas y las refleja en políticas estatales
En sintonía con esto señala la filósofa y profesora de la UBA Maria Pia Lopez :
Es claro en el caso de los derechos humanos o en el de
la ley de medios: se recupera un valor defendido por minorías activas y se lo
convierte en política estatal. Y al hacerlo se articula una adhesión a esa
política que va más allá de los partidarios del Gobierno. Salvo aquellos que
fueron renuentes a esa valoración por ruinosas mezquindades (que los pueden
llevar a elegir por Clarín en nombre de libertades democráticas que ese medio
desmiente en su vida interna) o que eligieron reconocer los hechos desmintiendo
las intenciones (provistos de la tesis de la impostura), el resto de los grupos
y personas que intervienen en la esfera pública acordaron con el sostenimiento
de esos valores (4).
El kirchnerismo implica en este sentido un intento de
recuperación de la política en clave ideologizada y militante, como en el
modelo anterior, esta vez en torno del clivaje neoliberalismo y
antineoliberalismo, donde en el primero se hallan los intereses de las elites
económicas, corporativas y políticas y en el segundo los intereses del pueblo.
El profesor
Roberto Follari en este sentido incorpora la experiencia kirchnerista en el
concepto de neopopulismo progresista junto al chavismo en Venezuela y los
gobiernos de Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador:
“El Neopopulismo es el retorno de la política,
entonces, frente a su rendición previa a los poderes establecidos. Es volver a
poner la voluntad colectiva en un lugar de posibilidad de ejercicio de poder,
contra la impotencia política buscada cuidadosamente por el neoliberalismo (no
en vano para este la política es considerada un mal), el cual dejaba el poder
depositado en los ciegos mecanismos del mercado (….) Lo cierto es que el
Neopopulismo implica la presencia en la
política de los desheredados, los abandonados, los condenados de la tierra”( pag
41 y 44, 2010).
En este sentido el K intenta reordenar el mapa
político en torno a los proyectos de transversabilidad o concertación plural a
partir de configurar una constelación centro-izquierdista por fuera del PJ (pag
47, 2008 Quiroga).
Si bien el clivaje o la oferta electoral del
kirchnerismo en torno a los ítems estado-mercado o política vs corporaciones,
autoritarismo vs derechos humanos, anclado en la recuperación económica y
cierto bienestar material en los sectores populares el kirchnerismo, logra
altos índices de aprobación en la opinión pública, ésta, sabemos, no es
sólida y se caracteriza por una morfología gaseosa y voluble (5).
El kirchnerismo, en su alianza circunstancial y
táctica con los pulpos mediáticos, logra la anuencia de porciones
significativas de esta ciudadanía fluctuante o de baja intensidad
ideológica, quizás necesarias tras una legitimidad electoral de origen
recortada del 22%, pero ante el conflicto con el establishment agro-mediático,
el apoyo de la opinión pública se desploma como un castillo de arena.
El kirchnerimo no logra imponer en la sociedad una
escisión propia de la cultura movimientista como la de
pueblo-oligarquía durante el conflicto agrario y la anuencia de una opinión pública
voluble y vaporosa que le había sido afín hasta ese momentos se desploma para
migrar hacia otros candidatos electorales dotados de una cultura política más
light, propia de la herencia cultual neoliberal o del formato democrático de lo
“publico”, en términos de Bernar Manin.
Esto se verá reflejado en la derrota electoral del
propio Néstor Kirchner en un bastión del peronismo, como es la provincia
de Buenos Aires. El triunfo se alza en manos de un candidato (timorato)
como Francisco de Narvaez quien constituye su campo electoral en torno a
problemas que tiene “la gente”, sobredimensionados por los medios de
comunicación antes que en proyectos ideologizados o relatos ideologizados de
país.
No obstante el kirchnerismo, esquivando toda
sugerencia conservadora de aggiornarse para encajar en esta “democracia
de audiencias inestable”, prefiere abandonar todo posibilismo. Entonces, dotado
de un espíritu audaz y transgresor profundiza el camino progresista o izquierdista
con medidas tales como asignación universal, por hijo, ley de medios,
estatización AFJP y Aerolíneas (Norberto Galasso) ( 6).
Señala al respecto el intelectual estudioso del
populismo Ernesto Laclau:
“Toda la primera etapa del kirchnerismo fue una etapa de una serie de
transformaciones. Un plan de transformación social, que nadie hubiera pensado
que era posible en la Argentina, empieza a lanzarse. Y ese proceso llega más o
menos hasta el año pasado. Todavía yo diría que las medidas que está tomando el
gobierno son muy radicales: la modificación del régimen jubilatorio, la
nacionalización de las empresas aéreas, la reforma del sistema de medios, el
intento de implantar las retenciones agrarias. Todo eso es un programa de
cambios radicales. Pero eso dio lugar a que la derecha empezara a reorganizarse
con un proyecto hegemónico alternativo”. Latinoamérica según Ernesto Laclau.
Razones del populismo. Entrevista. Domingo, 21 de junio de 2009. Página /12.
El kirchnerismo busca plasmar una cultura política
donde, a contramano de la cultura dominante de esta época posmoderna,
las ideas primen sobre las fugases imágenes, los programas sobre el
marketing y la militancia colectiva predomine sobre el electorado fugaz y
golondrina.
El kirchnerismo, como cultura política, implica
un repolitización y reideologización de sectores significativos de la sociedad
especialmente en sus segmentos más jóvenes (7). No obstante ha resultado
insuficiente.
Las virtudes
re-politizadoras del kirchnerismo tal vez no hayan logrado aún, reparar la
herencia cultural individualista del
neoliberalismo” en la profundidad deseada a pesar de la denominada “batalla
cultural” que implicado el enfrentamiento con los medios de comunicación
hegemónicos. A esto deberíamos agregar el carácter tradicionalmente ambiguo de
un peronismo que ha oscilado de izquierda a derecha según las
circunstancias y el fomento de un estilo de vida
basado en el consumo desde el actual gobierno -que bienvenido ha
sido al recuperar la capacidad adquisitiva de los sectores populares-; pero,
paradójicamente modera el proceso de re-socialización política inaugurado por
el propio kirchnerismo
Por lo que no
resulta raro que de cara a las elecciones del 2015, los candidatos con
mejores intención de votos son los que modulan una intensidad ideológica más
moderada tales como Massa, Insaurralde, el mismo Scioli al interior
del Frente por la Victoria, más propia de la democracia pública o noventista.
Como los define el politólogo José Natanson, director
del Lemonde Diplomatique, son políticos commodity:
“Maestros en el arte de eludir definiciones fuertes,
los políticos-commodity pueden, como Scioli, visitar el stand de Clarín el
sábado y homenajear a Zaffaroni el miércoles, prometen, como Massa, cambiar lo
malo dejando lo bueno, o directamente dudan entre jugar de un lado o del otro,
como Insaurralde. Si los drones difuminan la línea que separa la guerra de la
paz, ellos sobrevuelan con asombrosa agilidad la frontera entre gobierno y oposición
que el kirchnerismo tanto se esfuerza en subrayar” (8).
Así, el coctel formado con la preeminencia, en las
encuestas de opinión, de candidatos “indefinidos” de cara a las
elecciones presidenciales 2015, con poderes mediáticos agudizando una
campaña deslegitimadora del elenco kirchnerista gobernante, con la configuración
de los conocidos “climas destituyentes”, la continuidad de la cultura k con un
candidato del “palo” parece una empresa complicada.
El kirchnerismo decide presentarse con un candidato moderado
como Daniel Scioli, corriendo el riesgo
de perder identidad y auto-limitarse en las transformaciones políticas
culturales y sociales, tratando de
garantizarse el triunfo electoral. Quizas desde las alturas del gobierno se
evalua que presentarse con un candidato propio, puede llevar a un cisma con
parte del peronismo tradicional y conservador que apoya a Scioli, espantar al
electorado “indeciso” hacia fórmulas o candidatos aparentemente “suaves”
-que prometen continuar con lo bueno, pero evitar lo malo- y finalmente salir
derrotado.
La concepción shumpetereana y elitista de la democracia de las formulas
opositoras al kichnerismo de cara a las elecciones presidenciales 2015.
Por el lado opositor, tanto el macrismo del PRO como
el masismo del Frente Renovador se hallan en las antipodas de una idea de democracia y ciudadanía
entendida como participación del pueblo o militancia activa y politizada (cuyos ecos, digamos de paso, que provienen
de la democracia directa de los griegos o los idearios de J. J. Roussseau).
Ellos parten de una concepción
democrática análoga a la de un mercado económico como lo describió el
economista austriaco J. Schumpeter casi a mitad del siglo pasado.
Esto significa percibir el ámbito político como un
mercado económico, el cual no está integrado por ciudadanos que “piensan”
en políticas, que luego aplicarán sus representantes, sino que los mismos son
identificados como meros consumidores, en tanto los políticos son percibidos
como empresarios que “venden” sus propuestas como en un sistema económico.
Schumpeter dejó de percibir la Democracia como se
había pensado hasta ese momento en la teoría política tradicional. Es decir la
Democracia entendida como una forma de gobierno o una forma de vida inspirada
en ideales tales como la voluntad general y el bien común, para definirla
solamente como un método electivo (David Held).
El pueblo en esta concepción deja de existir como un conjunto de ciudadanos racionales, interesados en la cosa pública, para recluirse en sus problemas privados (Daniel Garcia Delagado, 1994). O, cuando se interesa, percibe la política en sus dimensiones más de superficie antes que desde argumentos profundos que piensen en cuestiones o problemáticas estructurales.
En este sentido la ciencia política
contemporánea a partir de Schumpeter dejó de definir a la Democracia en
su clásica acepción como “gobierno del pueblo” para entenderla como gobierno de
la elite dirigencial, es decir el “gobierno de los políticos” (José Nun, 2001)
Como señala el intelectual de izquierda e investigador
del CONICET Claudio Katz:
“La visión elitista presupone que el gobierno de los privilegiados se
asienta en una competencia de méritos por la conducción de la sociedad. Afirma
que los ciudadanos seleccionan a los líderes
premiando estas cualidades, aunque al mismo tiempo estima que los
electores no pueden cumplir un rol activo en la definición de los programas o
las políticas de los dirigentes. La razón de esta incapacidad es un misterio,
desde el momento que se enaltecen las facultades electivas de los mismos
individuos. En la tesis schumpeterianas nunca se entiende por qué los
ciudadanos pueden elegir conductores y no cursos de acción”( pag 75, 2008).
Y agrega:
“Los fanáticos del mercado van más allá de esta interpretación y explican el
repliegue ciudadano por el deslumbramiento que genera el consumo o el
entretenimiento. Estiman que la política es una actividad menor frente a este
tipo de satisfacciones. Afirman que las cualidades del individuo-como inversor
inteligente, ahorrista activo o consumidor soberano-nunca encuentran paralelo
en el campo institucional” (pag 180, 2008).
A modo más que ilustrativo, esta concepción
procedimental y apática de la democracia es en la que se sostiene el principal
asesor de Mauricio Macri, el ecuatoriano Duran Barba, cuando señala,
en sus propias que palabras, que aproximadamente:
“Un 60 o 70% de
las ciudadanos que conforman las sociedades actuales no se interesa por la
política” (9).
O como señalara, en tonos parecidos, Sergio Massa cuando se refiere “a la gran
avenida del medio” entre el hiper- kirchnerismo a ultranza y el
antikirchnerismo furioso y conservador.
Ambos formulas electorales, mas alla de sus
diferencias, al partir de esta cosmovisión
reduccionista de la democracia constituidas por ciudadanos despolitizados y
apáticos la mayor parte del año o a lo sumo transformados en meros
“consumidores” en las inmediateces de una elección, no resulta totalmente
descabellado o irracional “acomodarse” a los vaivenes de esta “gran avenida
del medio” que constituye en buena proporción la denominada opinión
pública; y actualmente hay un clima de época donde la opinión pública, a
diferencia de los noventa, que se inclinaba por las propuestas privatista y por
la exaltación del mercado, se inclina por una orientación más estatista o
interventora del rol del Estado.
Igualmente, en este marco, los partidos no pueden
adoptar ideologías idénticas, al decir de otro politólogo de esta corriente formalista
o minimalista de la Democracia como el norteamericano Anthony Downs,
“porque deben crear diferencias suficientes para que su producto (la
ideología) se distinga de sus rivales y así atraer votantes a sus urnas. Sin
embargo, igual que en un producto de mercado, cualquier ideología que tenga un
éxito considerable es imitada muy pronto, y las diferencias se producen a
niveles más sutiles” (pag 101, 2001).
Esta orientación ideológica configurada por el
kirchnerismo en los 2000 parece “exitosa”, en los términos de Antony
Downs. Entonces es perfectamente racional que tanto el macrismo como el masismo busquen imitarlas
en su discurso, presentando al decir del politólogo norteamericano “diferencia
a niveles más sutiles”.
En el caso del
PRO las diferencias que busca establecer están vinculas con la gestión,
con la administración. Se presenta como más eficiente, más competente frente al
“despilfarro e ineficacia” kirchnerista en el manejo de la cosa pública, o en
los términos del massismo “continuar con lo bueno, corriejiendo lo malo”.
Citas
(1)
Manin Bernad, “La Metamorfosis de la Representación”
en M. Dos Santos, comp ¿Qué queda de la Representación Política?, CLACSO, Nueva
Sociedad, 1991
(2)Hobsbawm,
E.J (1995), Historia del siglo XX, Barcelona,
Critica.
(3)Sartori
Giovanni: Homo videns. La sociedad teledirigida, Taurus, Madrid.
(4) López, María Pía (2011, mayo 30)
Batallas y hegemonías, Página 12.
(5) Señala Hugo
Quiroga: “A tono con los cambios de época el gobierno de Nestor Kirchner
se apoya en una democracia de la opinión
pública” pag 89, 2006.
(6) Ver
capítulo VI “El Kirchnerismo” de
Norberto Galasso de Perón a Kirchner Editorial Punto de Encuentro
2011.
(7) “El kirchnerismo implica una suerte de revolución
cultural” Entrevista a Jorge Aleman,
Psicoanalista, Profesor Honorario de la UBA. Pagina 12 .11.2015
“Todos quieren ser K: una nueva cultura política en
Argentina, Gisela Brito http://www.telesurtv.net/
“Hegemonia Cultural del Kirchnerismo” Beatriz
Sarlo 4 de marzo de 2011 La Nacion.
“Kirchnerismo: una controversia cultural” Horacio
Gonzales, colihue, 2011.
(8) -Natanson Jose ,“Chocolate laxante” 1 de febrero,
2015, Pagina /12.
(9) “El PRO es el único partido de izquierda”
Entrevista a Duran Barba asesor del macrismo en el diario La Nacion el 11 de
abril del 2015.
Bibliografía
-Natanson Jose ,“Chocolate laxante” 1 de febrero,
2015, Pagina /12.
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1994, Norma, Flacso, Bs As.
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representación política”. Claves para todos, enigmas de la representación
política, Capital Intelectual, 2006
-Mocca Edgardo, “Clivajes y actores políticos en la
Argentina Democrática”, Revista Debates, 2009.
-Galasso Norberto, De Perón a Kirchner, Apuntes sobre la historia del peronismo,
Editorial Punto de Encuentro 2011.
-Manin Bernad, “La Metamorfosis de la Representación”
en M. Dos Santos, comp ¿Qué queda de la Representación Política?, CLACSO, Nueva
Sociedad, 1991
-Held David, “Modelos de Democracia”, México,Alianza
1992.
-Follari Roberto: “La alternativa Neopopulista en
America Latina”, 2010
-Quiroga Hugo, “La República Desolada”, Edhasa, 2010
-Quiroga Hugo y Tcach Cesar (comp), “Argentina
1976-2006. Entre la sombra de la dictadura y el futuro de la democracia”, Homo
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-Nun Jose: “Democracia, ¿gobierno del
pueblo o de los políticos?”, FCE, Bs As, 2001.
-Sartori Giovanni: Homo videns. La
sociedad teledirigida, Taurus, Madrid.
-Downs Anthony “Diez textos básicos de ciencia política” Ariel, 2001, Barcelona
-López, María Pía (2011, mayo 30)
Batallas y hegemonías, Página 12.
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