Democracia de promesas iniciales auspiciantes igualadoras y democratizantes en tren de reparar heridas políticas, económicas y humanitarias de la noche atroz y terrorífica. De avances prometedores, el ejemplar juicio a la Junta y trágicas capitulaciones como la ley de obediencia debida y punto final.
Democracia de positivas intenciones inaugurales para el imaginario progresista, como renegociar deuda externa heredada de los años de plomo con quita, evitando ajustar al pueblo, reciclando políticas públicas redistributivas, para luego retractarse ante condicionantes poderes fácticos internos y externos; ante la espiralización de precios y una burguesía veloz y audaz en el remarque pero temeraria al riesgo y la inversión. Democracia de golpes de mercados. De resignación.
Democracia que transcurre por traiciones a banderas, a consignas, a pasados y simbologías nacionales-populares. Democracia de indultos oscurantistas, de relaciones carnales, de cariños sobreactuados, indignos a la élite financiera. De subordinación, de fusión y enajenación del gobierno democrático a los poderes depredadores. De estabilidad ficticia donde las clases medias dichosas volcaban sus ensueños de turismo internacional.
Democracia de hedonismo, de consumismo, de apatía y
despolitización generalizada.Democracia de ciudadanía
ambigua y heterónoma que destella
al compás de terrenos periodísticos resbaladizos, fugases, alarmistas
con orientaciones lucrativas. Sin embargo, por contraste, en el subsuelo
de una escena política patética y trivializada se originan y se asocian (democráticamente)
bombos destemplados, repiqueteo popular,
en rutas obturadas por los “grasosos”, los “irracionales”,
los indeseables, los excluidos.
Una Alianza inviable corona el espectáculo folletinesco. Emproligar un
neoliberalismo agusanado de corrupción y frívolo, moralizar la política infame, limpiarla de
sus zonas oscuras nos aseguraba, afirmaban, panaceas igualitarias. Promesas incumplidas de “honestismo” y
agudización de síntomas recesivos de alarma del modelo especulativo, financiero
y apropiador agravados por decisiones
erráticas de un gobierno que ejercía el deporte de una colosal ineptitud. De
inutilidad, de ausencia de reflejos en la gestión cotidiana, pero de veloz
brutalidad reaccionaria y asesina
en las resistencias de los desclasados en el ágora efervescente.
Democracia en “corralito” y “corralón” con el regreso del super ministro, el primogénito. Democracia de cacerolas medias que transmutan en metamorfosis contingentes sus espíritus
conservadores bajo la consigna “piquete y cacerola la lucha es una sola” y confirman aquella hipótesis de la víscera más sensible del
famoso general. Llevan como bandera la impugnación a la política pero el
mercado permanece intocable en el imaginario mediero.
Inconciencia, ¿inocencia social? atravesada por una racionalidad
mediática que rechaza la política en
tanto el dominio económico permanece a trastienda intocable, in-corrupto, opaco
en la invisibilidad.
Democracia
enferma de grave crisis de
representación. Cinco presidentes. Brutal devaluación, algarabía del capital. Del
“veranito” de Duhalde y Lavagna .De Santillan y Kosteki . Quizás el último reflujo, esfuerzo popular
trascendente que obliga al llamado a comicios para cerrar la farsa política de
sectores dominantes.
Democracia de chirolita, con prontuario en las hueste del menemato, a impostura, a falsedad,
a espuria apariencia, a descarda simulación, a retorica pragmática y
oportunista para sectores progres ¿Progres?
De populismo, de demagogia, de naturaleza subversiva, de crispación, de
violador serial de instituciones republicanas para dioses ancestrales.
Democracia oxigenada, revitalizada a partir del regreso
de tradiciones, de debates, de identidades semi-clausuradas. Una
democracia donde se vuelve hablar de igualdad, de distribución, del rol del
estado, de capitalismo, de emancipación. Se prioriza la deuda social por sobre
la deuda externa. Se limita la dominación del Norte y se acentúa la integración
latinoamericana. Se van aliviando heridas que la democracia se debía con los
procesos judiciales a la dictadura. Años de crecimiento y reparación social. No
exentos de tensiones y graves conflictos con poderes concentrados.
El kirchnerismo, hoy un tanto machuco, implica en
sus comienzos una amplificación desde
niveles estatales de la grieta, la rasgadura de la
hegemonía cultural del neoliberalismo inaugurada y visibilizada por los movimientos
sociales. Una rearticulación entre la horizontalidad predominante en la sociedad civil y la verticalidad del estado. Rearticulación
necesaria para disputar poder con algún éxito en las grandes ligas. Y evitar
los límites típicos del universo axiomático transformador siempre propenso a
diluirse en la intrascendencia o en alguna
una entelequia conflictiva en el seno de la opinión pública sin posibilidad
real, concreta de aplicación.
Democracia re- politizada, de militancia juvenil. De puja distributiva y de inflación. Quizás en estos 30 años (y meses) sea la primera vez que en forma decidida y continua la democracia como gobierno del pueblo busca algún espacio de autonomía frente al imperio económico y mediático en un capitalismo dependiente con alta vulnerabilidad externa. Esto involucra un equilibrio complejo, contradictorio, tenso, sutil entre la “ética de la responsabilidad”, de naturaleza conservadora por su preocupación exclusiva de gobernabilidad, y la “ética de las convicciones”, que demanda apurar los procesos transformadores sin medir las consecuencias perjudiciales y negativas en términos sociales.