viernes, 19 de junio de 2015

SCIOLI-ZANNINI: LA FORMULA DEL EMPATE


Los analistas y editorialistas de los medios hegemónicos estallaron de ira al conocer la noticia que el "Chino" Carlos Zannini,  quien tal vez sea el número tres del kirchnerismo, después de Cristina y Néstor,  ocuparía la candidatura a la vicepresidencia, acompañando al ex motonauta  Daniel Scioli.

Imaginaban el “fin de ciclo” kirchnerista  con la imposibilidad constitucional de reelección de Cristina y con un Scioli  presidente permeable a sus designios e intereses,  y se encuentran con que Cristina pone una “marca personal” en el ejecutivo  para defender el proyecto.

Al tiempo que han demonizado a Zannini por ser el colaborador más cercano en la redacción de las leyes que los afectan, -ley de medios, democratización de la justicia, entre otras-  idolatran  al actual Ministro de Transporte Florencio   Randazzo por su “gesto de dignidad” al bajarse de la pre-candidatura presidencial y negarse a ocupar la candidatura a la gobernación de la provincia de Buenos Aires.

Por otra parte, desde la militancia más fidedigna al kirchnerimo se mastica con algo de desazón la confirmación,  por parte del gobierno, de Scioli. Es un candidato, se sabe, que no despierta mayores entusiasmos o fervores dotados de épicas con horizontes transformadores. No es casualidad, en este sentido, que Cristina se apure a transformar en  ley el decreto que propulsó la Asignación Universal por Hijo antes que finalice su mandato.

Lo cierto es que, a estas alturas de la campaña, a Cristina no le quedaba otra alternativa de hacer lo que hizo si quería evitar quedar pegada a una probable derrota de Randazzo en las Paso, frente Scioli y a la derecha macrista.

Es verídico que no fue el mejor modo de comunicar la decisión. Randazzo no se merecía, especialmente por el empeño demostrado en los lugares que le tocó gestionar, enterarse por  televisión y de un sopapo de la  “buena  nueva".

Igualmente, ni Scioli ni Randazzo eran del paladar negro kirchnerista, aunque este último haya logrado cierta anuencia o simpatía de parte de  la militancia K por la radicalización de su discurso.

Cristina no pudo, no supo, o no quiso en todo este tiempo construir un candidato del “palo” kirchnerista como, por ejemplo, hizo   Lula con  Dilma  en Brasil. Esta última era una casi ignota desconocida en la sociedad brasilera antes que fuera bendecida por el líder del PT. Aunque también es verdad que el país vecino carece de un  poderoso aparato partidario conservador  similar al justicialista con el que se tenga que  verse  obligado negociar.

Las encuestas, desde hace ya un tiempo prolongado, le daban la pole posición a un candidato moderado como Scioli en las filas oficialistas.

La sociedad parece pedir moderación luego de las conquistas logradas y Cristina leyó eso.
Además, a contraposición de lo que diagnostican la mayoría de los medios opositores, Cristina no es una presidenta super-poderosa y dictatorial que lo decide todo sola.

La candidatura presidencial de Scioli por el Frente por la Victoria, alguien resistido desde siempre por parte de los kirchneristas ideoligizados, pero que cuenta con la anuencia de la liga de gobernadores pejotistas e intendentes conservadores, es reflejo de una relativa  debilidad presidencial  que refuta la tesis de absoluto poderío en el ejecutivo actual.

La fórmula de “unidad peronista” está basada en una especie de “empate hegemónico” entre pejotismo tradicional y las nuevas fuerzas progres del kirchnerimo.

Para el filósofo Ricardo Forster, se trata de un “equilibrio interesante”. Puede ser o no.

En política es una empresa complicada hacer futurología, por lo contingente y cambiante de las relaciones sociales, políticas, culturales y económicas que la nutren. Veremos  que acontece, porque a diferencia de lo que prevé el reconocido intelectual, también está la posibilidad de consumar un “equilibrio in-movilizante”. 
Es decir, que el futuro gobierno, en el mejor de los casos de no quebrarse el “delicado equilibrio”, no retroceda en lo hecho, pero no avance, sino que configure una  especie de  administración de lo logrado.